//Capítulo 1\\

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Mis ojos eran como dos puertas imposibles de separarse por culpa de un rayo luminoso que entraba por mi ventana. Me puse en diferentes posiciones, boca abajo, del lado derecho, del lado izquierdo.

Mis ganas de levantarme de la cama eran costosas, no me salía ningún tipo de motivación, pero debía hacerlo, porque no era yo solo quien dependía de mí en este momento. Al menos hoy, el fastidioso día donde los conductores de autobuses se ponen en huelga por su bendito salario.

Casi con un mareo constante desde que al fin pude abrir los ojos.

Me senté en el borde de la cama, y pude observar el desastre que había hecho, cuando vi las mantas y las sábanas esparcidas por los alrededores de la cama. Tras haber pasado tantos años, sigo sin llegar a un punto en concreto para averiguar porque me muevo tanto. Mis sueños apenas los recuerdo, y apenas los tengo, supongo que es más complejo de lo que parece.

Me inclino hacia delante, apoyando mis codos en las rodillas y poniendo mis manos en mi rostro junto con un suspiro. Quería tomarme un poco más de tiempo en ese abismo en el que estaba cayendo después de despertarme. Pero un grito de una joven llamada Sarah me hizo evadirme de ese deseo.

-¡Papá! ¡Son las y media! -Me grita mi pequeña de 17 años, y estoy apunto de dejarme caer de nuevo en mi cama, pero sabiendo que iba a ser una mala idea, tome mi última decisión de levantarme.

-¡Papá! ¡Que son las! -Para intentar tranquilizar su espíritu desbocado para hacerme saber que tenía prisa, decidí contestar a sus súplicas para que bajará.

-¡Ya voy! -Mi voz ronca desgarro mi garganta hasta tal punto que no pude evitar toser después de hablar.

Como siempre no fui muy complicado al vestirme, hasta Sarah se viste mejor que yo. Simplemente, saqué una camisa con botones oscuros de las perchas del armario junto con unos pantalones vaqueros de color grisáceo. Los dejé caer en la cama, y no tardé mucho en vestirme, peinarme por encima y acicalarme lo más rápido posible para lugar bajar como un rayo después de ponerme los zapatos.

Eche un último vistazo al cuarto, todo estaba recogido menos las mantas tiradas a los lados de la cama. Me eché un último vistazo en el espejo que se encontraba en una de las esquinas de mi cuarto, estaba presentable, o al menos eso quiero pensar.

Salí volando de mi cuarto, y de inmediato me llegó un olor a tostada proviniendo de la parte inferior de la casa. Cuando llegué a la planta baja, solo me alcanzó el olor a jugo de naranja y un olor bastante familiar de un lunes por la mañana. Y más por la época de enero. Debo admitir que, a veces, me da envidia que mi hija sea más independiente que yo desde que cumplió los 16, su madurez comenzó después de que un idiota llamado Licell le rompiera el corazón. Cuando Marie se fue de mi vida, por un engaño que aún me parece increíble e impensable, nadie puedo estar para mí. Solo mi hermano Tommy, y ya era demasiado. Mi pequeña era apenas un bebé, en el momento, donde paso la tragedia. Aunque me daba cierto apoyo emocional cuando escuchaba su dulce risa.

Tanto las ganas de matar a Licell, como el odio que aún lo tengo a Marie por no haberse preocupado por su hija por todos estos años, abordan mi mente. Podría decir, que le deseo lo peor, no por mí dolor, si no por dejar a una niña de 2 años sin una madre por toda su infancia, y su vida si no vuelve a darse a conocer. Siempre me han dicho que tener rencor es algo negativo, pero no puedo evitar sentirlo respecto a lo ocurrido.

Cuando llegó a la parte baja de la casa, y al entrar por el portal de la cocina, el olor a huevos revueltos invade mis sentidos de una forma bestial. Creo que, debido al trabajo, apenas había comido durante dos días, sin embargo, debía aparentar lo contrario para que Sarah no se preocupará. Y así será hasta los confines. Observé a esa chica de 17 años preparando algo de desayunar casi a las prisas, sus cabellos negros viajaban junto con ella por toda la cocina, hasta que nuestras miradas se encontraron.

The Last Of Us. Otro camino.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora