𝐑𝐄𝐁𝐎𝐑𝐍; ʙɴʜᴀ

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[Tōya / Rayis: tener el mismo carácter de chiquitos💪]

Tosí para luego intentar recuperar el aire perdido a la vez que con dificultad me ponía de pie tratando de enfocar mi vista, solo veía dos sombras frente a mí.

«¿Que demonios?»

— Está muy linda ¿no? –escuché una voz áspera–

— Vaya qué lo está, mira esa figura que tiene. Sus pechos son bastante grandes. –

— Cintura y trasero bastante hermoso también. Dame el sedante, debemos ponérselo antes de que haga algo, no sabemos que don tiene. –

«Ooh no, no lo harás, no dejaré que me pongan ningún puto sedante»

— El jefe quedará muy satisfecho con la mercancía fresca. Vamos preciosa no trates de hacer nada, puede perjudicárte. Aún más. –

Vi como una de las sombras se acercaba con algo en su mano, una jeringa talvez. Estaba a punto de usar mi don, mi lado de fuego. Pero algo evito que lo hiciera.

Ví unos destellos rojos pasar frente a mí y unos quejidos de dolor se escucharon después.

Los dos tipos cayeron al suelo frente a mí. Mis piernas temblaron, mi cuerpo dolía por la forma en que me habían estampado contra la pared, mi cabeza aún daba vueltas debido al fuerte golpe recibido en ella, y sentía mi cuerpo debilitado.

Me tambalee y antes de caer al suelo algo me lo impidió, sujetándome la parte trasera del cuello de mi uniforme.

Miré al frente, mi vista captó una sombra bajar al suelo y caminar hacia mí, la silueta tenía lo que parecían dos enormes alas.

— ¿Te encuentras bien? –su vos se escuchaba en eco, igual como había escuchado la de los hombres–

Asentí levemente, aún ida.

— Pudo... Haber sido pe-peor... –tosí y sentí un sabor a hierro en mi boca–

El se acercó a mi, me levantó entre sus brazos de manera nupcial y caminó a la salida del callejón, ya con la iluminación y la cercanía pude ver su rostro.

«El héroe No.3; Hawks...»
¿Que hacia él por aquí?.

Él me miró, sus ojos tan brillantes como una estrella se posaron sobre los míos, creí que el tiempo se detenía por unos segundos. Solté un quejido cuando sentí una punzada en mi sien.

—Estarás bien, ya estás a salvo. –dijo sacándome de mis pensamientos– Hay que ir al hospital. –sacó un pañuelo y lo pusó sobre un costado de mi frente a lo que solté un gruñido– Estás sangrando... –susurró–

Con otras de sus plumas tomo a los dos hombres -que después de herirlos los había dejado inconscientes- y también cargo mi mochila, la cual se había caído cuando me golpearon contra la pared.