Capítulo 4

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“Si me miras a los ojos mientras acaricias mis manos caeré en locura

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“Si me miras a los ojos mientras acaricias mis manos caeré en locura.

Locura por tus labios”.

—Ritzzo.

—Azzier —gruñó la chica y se dio la vuelta para caminar al lado contrario. Un brusco agarre la hizo jadear adolorida.

—¿A dónde vas, mi amor? Aún no he terminado de hablar.

—Azzier, por favor, suéltame.

—¿Ya no hay nada de “Azz”, “cariño”, “bebé” ni nada?

—Vete a la mierda, estúpido.

Enfadado, Azzier alzó su mano y golpeó la mejilla de la muchacha. Ella sollozó de ira. Él sonreía socarrón.

—No me faltes el respeto, cariño. No puedes hacer nada contra mí. Seguro estás igual de sola y miserable jugando juegos otome, como siempre.

La peliblanca rió ruidosamente como una maniática, para después empujarlo y dejar su expresión solemne.

—Estoy más acompañada de lo que crees. Si yo quisiera, puedo llamar a uno de mis cuatro amantes para que te pateen el trasero y cierres el hocico.

—Sigues igual de puta que siempre.

Snixe se iba a lanzar violentamente a golpearlo cuando alguien lo hizo por ella. Una melena pelirroja se movía al compás de los puñetazos.

—Vuelve a decir algo contra ella y créeme que te romperé cada hueso que tienes en el cuerpo.

Rittzzo, el pelirrojo lleno de piercing golpeaba violentamente a Azzier. El ex novio de Snixe no podía hacer nada dada la condición física que tenía en ese momento. El tipo le ganaba en fuerza, agilidad y destreza.

Lo mantuvo inmóvil hasta que ya no podía soportar más golpes y comenzó a lagrimear.

—¡Snixe, dile que me suelte! —suplicó.

La peliblanca estaba cegada por la ira del golpe que le habían dado, y no pensó en las consecuencias de dejar a Azzier en las manos de Rittzzo. Cada vez se reconocía menos su rostro.

Se dio cuenta demasiado tarde de la situación y pensó con claridad las cosas. No podía dejar que el pelirrojo golpeara más a su ex novio, más no corrió a detener a su personaje otome.

Según la personalidad en la ruta de Rittzzo, detenerlo no funcionaba si se forcejeaba, de hecho, era peor. Ruborizándose por lo que tenía que decir, se preparó para llamar al pelirrojo por el sobrenombre que no le gustaba pero escucharlo de parte de la protagonista le provocaba un sentimiento inefable y hermoso.

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