Frágil

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Quackity se miró en el gran espejo frente a él, tenía unas grandes ojeras y el cabello enredado. Hacía un par de días que no dormía bien, apenas comía y se sentía exhausto por alguna extraña razón.
El corazón no le había dejado de latir con fuerza y constantemente sentía como si se ahogara por falta de aire, casi como si hubiese corrido un maratón.

Era exhaustivo, le dolía el cuerpo y sentía que si no se sostenía de algo tocaría fondo.

Luzu había notado como poco a poco decaía, por lo tanto siempre trataba de cuidarlo y mimarlo por si en algún momento eso lo hacía sentir mejor.

–Ven aquí Quacks, vamos a peinarte.– Quackity miró con ojos cansados al castaño pero no se negó, se sentó entre las piernas del mayor en la cama y cerró los ojos al sentir como pasaba el peine entre su cabello enredado.– ¿Quieres salir a dar un paseo?

–Son las 6 de la tarde, Luzu.– murmuró sintiendo como su cabello se hacia cada vez más suave.

–Sí, eso significa que podremos ver el atardecer.– el mayor dejó un pequeño beso en su hombro.

Quackity sonrió levemente, asintió y se giró solo un poco para ver a su novio.– Solo si me compras algo delicioso en el camino.

Ver el atardecer sonaba bien.

Sonaba mucho mejor que quedarse en casa pensando en morir.

Ahora podía ver el atardecer mientras pensaba en morir, que era diferente.

Se habían detenido en un puesto de helados, el sol apenas comenzaba a bajar y muchas personas caminaban compartiendo momentos con sus familias o parejas

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Se habían detenido en un puesto de helados, el sol apenas comenzaba a bajar y muchas personas caminaban compartiendo momentos con sus familias o parejas.

Quackity observó a Luzu, llevaba el cabello de la frente sujetado con un pequeño broche permitiéndole ver, llevaba su ropa casual en tonos crema haciéndolo ver mucho más joven.

Era jodidamente apuesto.

Los rubíes lo miraron, achicandose poco después al mostrarle una gran sonrisa; un suspiro escapó de los labios del pelinegro, estaba tan enamorado.

–Toma, tu helado de chocolate.– le entregó al menor el helado y este rápidamente comió.

–Te ves muy guapo.– soltó sin más lamiendo aquel dulce delicioso.– Soy afortunado al tener a alguien como tú a mi lado.

–Digo lo mismo, eres lo mejor que me ha pasado.– entrelazaron los dedos mientras Quackity se sonrojaba desviando la mirada.– Y eres precioso, no me cansaré de decirlo.

–Precioso ante tus ojos.– murmuró caminando a paso lento.

–Y ante los de los demás, aunque eso no debería importar.– dijo el castaño dando un corto beso en la mejilla del menor.

–Me importa solo si eres tú.– rió avergonzado.– Creo que, eres la única persona que me importa que es lo que piensa de mi.

–Pues creo que eres el chico más maravilloso del mundo.

El aleteo de una mariposa | LuckityDonde viven las historias. Descúbrelo ahora