Pequeña Ave (Cuento)

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Una ave tranquila, sola y cansada de siempre cargar una eterna soledad llega a conocer ese árbol de ahí, sentada escuchando el aire respirar, se pone a pensar, descansando sin más, esa pequeña ave quiere soñar con las olas del mar pero no puede amar por qué dentro de un árbol está y la pueden escuchar, se le escucha suspirar, el árbol sorprendido pregunta así, sin más
-¿Quién eres? Y ¿Por qué suspiras? – el ave aturdida de poder conversar, responde: - me he perdido cerca de este mar verde a su mirar, aunque a mí me han de engañar que me dijeron que las aguas eran de esperar- suspirando dejo en el aire, el árbol hace sonar su resplandor, mostrándole el bosque detrás, el ave otra vez más se sorprende de lo que acaba de encontrar,
- Pequeño, esto no es un mar, si lo quieres hallar tendrás que ir más allá de este vastó bosque hacia allá- apuntando lejos en la última montaña- y así poder admirar el azul del mar – el ave sin pensarlo más abrió sus alas y voló, sin despedirse, sin temor, solo esperanza en su mirar, despego cómo pudo e intento apuntar a ese punto lejos de allá, a mitad del camino pudo visualizar un pequeño punto abajo, cercas de un llano, bajo para averiguar, y si podía preguntar, al darse cuenta que un oso era, se asustó y quiso volar pero el la vio, y se quiso esfumar, pero antes de poder pensar el oso hablo, firme y con lágrimas en los ojos.
-¿Acaso eres mi mamá o por qué tan pronto te quieres marchar? Mucho miedo te he de dar para esa cara mostrar, o acaso solo te quieres alejar al saber que tipo de monstruo podré llegar a ser?- soltó enojado ya, secando el rastro de lágrimas en su mirar.
- No, perdona si ese parece ser mi pensar, pero es que de camino al mar me sorprendió verte y quise averiguar, pero al ver que llorabas me quise largar pero no te quise asustar- dijo arrepentido y con una sonrisa poco picarona.
- ¡Ah, vale! Que no te he dado miedo, solo has estado husmeando y ya, vaya, perdona mi sentir el haber externado con tanta dureza y sin sentido- comento cada vez más cabizbajo.
- No te has de preocupar, asustado has de estar con todas las criaturas raras por este andar, tranquilo, que ya te dejo en paz, además tengo que llegar a ver el mar- respondió para acomodarse a despegar, aunque antes de poderlo lograr, interrumpió una vez más aquel oso con una sonrisa en su mirar.
- Será que te puedo acompañar y contigo conocer aquel lugar que imagino que lindo será, verdad pequeña ave?- respondió levantando y sacudiendo su pesar dejándolo atrás.
- Seguro que podrás seguirme en el aire? O quieres caminar? Puedes volar? Si no años vamos a tardar -respondió sin importancia dar.
- Creo que volar no he de poder pero caminar o correr te lo puedo asegurar, si gustas, yo puedo encontrar un lugar más rápido para llegar, ¿Será que me dejaras? – contestó intentando convencer a la pobre ave que dudosa está de si alcanzará a llegar, pero asintió sin más, dejando que una vez más alguien se interpusiera en su lugar, pensó que podría algo extraordinario pasar, ya que siempre solo está y cansado de hablar con la nube de allá, así que se montó en la espalda del señor oso y comenzó a andar, primero hubo un silencio sepulcral pero poco a poco se comenzaron a soltar sin darse cuenta que habían avanzado muchísimo más, la noche llego y junto a ellos un pequeño reflejo en el camino que poco a poco solo se oscureció, así que decidieron parar y una casita montar para descansar, bolita hechos uno al otro pudieron descansar aunque no pensaron que algo podía pasar, pero poco a poco el cielo comenzó a llorar y los dos se asustaron y un brinco pegaron, pero al levantarse a nadie notaron pero siguieron mojados, así que gritaron al unísono un “¿Qué ha pasado? Y ¿Por qué tan de pronto ha parado?” Sin notarlo al pobre cielo miraron y notaron su triste cara sollozando y le preguntaron:
- Cielo, lindo, ¿Qué te ha pasado? ¿Por qué estás llorando?, ¿Acaso alguien te ha molestado?, ¿Quieres un apapacho?- comentaron los dos con ternura, el cielo pasmado del cariño de aquellos dos extraños solo atino a esfumarse, y en una esquina sonrojarse, jamás nadie le había preguntado el por qué de sus pesares, solo volteaba a la luna y la admiraban pero ella sola quedaba, así que con valor en mano se acercó al par de extraños y respondió desconfiada.
- Es que me he asustado, no he visto a mi hermana y he estallado, lamento haberlos asustado pero es que no he podido controlarlo, sola suelo estar, así que espere que nadie lo notará y ya- contesto bajito y quedito- perdonen si he causado molestias solo estaba llorando aunque el abrazo si he de aceptarlo – y sin saberlo una sonrisa se había dibujado, los dos pequeños ahora amigos se alegraron de poder hablar con el cielo y saber el porque de sus lamentos, así que le pidieron que bajase para así abrazarle y apapacharle, como en algún tiempo alguno de ellos hizo o hicieron, el cielo feliz se fue despejando y con ello su soledad alejando y su corazón poco a poco llenando, no está sola, ahora podría acompañarles a sus aventuras, así que se atrevió y pregunto de inmediato, ellos aceptaron aunque le comentaron que estaban cansados pero temprano cuando su otro hermano saliese podrían marcharse juntos a conocer el mar, que donde la ave tanto anhelaba llegar.
Al amanecer partieron los 3 contentos cantando y riendo a montón, alegres continuaron cantando y caminando, poco a poco, el cielo guiando, el ave riendo y el oso diciendo:
- Pero que pronto llegaremos, tenemos a la mejor de nuestro lado (refiriéndose al cielo) y al mejor público riendo (refiriéndose al ave) y yo por supuesto que he resuelto del porque hemos tardado en conocernos- dijo sonriendo y mirando a los dos que con asombro preguntaron al unísono - ¿Cómo? ¿Qué es lo que has encontrado?.
- Que no lo han notado, estábamos solos, tristes, cansados, enojados y el destino se encargó de juntarnos, aunque yo creo que fue aquel árbol, que cálido y estrecho nos invitó a reunirnos sin darnos cuenta para que cuando nos perdiéramos él nos ayudará a seguir y así en el camino encontrar personas que te ayuden a vivir – el a ver y cielo sorprendidos de su conjetura voltearon a verse y se dieron cuenta que todos habían pasado por el mismo lugar, preguntado casi algo similar y gracias a él juntos pudieron estar, aunque siendo realistas en tan poco tiempo no se podrían amar pero si encontrar y poco a poco conectar, el cielo al mirar interrumpió al par que feliz estaba de poderse conocer.
- ¡Hey chicos!, Miren acá no creerán dónde justo estamos ya – comento sin verles, solo mirando ese azul, que parecido a ella es pero lo interrumpió esa pequeña ave.
- No creerán lo hermoso que es este mar, lo he escuchado nombrar por otros que lo han de conocer ya, pero siempre solos están, al llegar acá, solo sienten paz, tristeza y nostalgia al andar pero al poco tiempo vuelven a la rutina, sin más, sin pensarlo una vez más, pero creo que es por que solos están, si llegas, te tienes que quedar y admirar con belleza este grandioso mar, pero aún mejor si acompañado estás, esto podría curar esa tristeza que hizo al cielo llorar, el enojo del oso que le vi al llegar, o la soledad que me acompañaba y no me dejaba en paz, pero creo que por ahora feliz podré estar, ¿Se quieren quedar un rato más y con el agua jugar? – comento mirándoles, ellos al mismo tiempo sonrieron, se acercaron y abrazaron a la pequeña ave, que poco a poco su color grisáceo que nadie había comentado había comenzado a tornarse de color, fundiéndose todos sus pesares en un solo abrazo, amando todos la magestuosidad del mar.

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