Capítulo 2

161 12 1
                                    

Llore hasta que me di cuenta de que la vida me hizo un favor.

MAIA

¡AL DÍA SIGUIENTE!

Me levanté temprano... Mejor dicho, no dormí nada, me pasé toda la noche encerrada en el baño, llorando y suplicándole a Dios ayuda y fuerzas para tomar una decisión. Llore hasta quedarme seca, pero al fin tome una decisión. Yo amo a Juan, lo amo con mi vida, pero creo que siete años anulándome como mujer, sintiéndome meno, enterrando mí autoestima, llorando todas las noches hasta quedarme seca, fueron suficientes. Creo que siete años padeciendo todo lo que he padecido, son más de los que cualquier ser humano puede soportar. Todo tiene un límite y yo ya llegué al mío. Por eso salí temprano del baño, no sin antes haberme dado una ducha, me vestí, salí de nuestro cuarto sin hacer ruido y preparé el desayuno ¡Como todas las mañanas!, para esperarlo y pedirle el divorcio.

—No te sentí acostarte anoche —dice el hombre que hasta el día de hoy fue mi todo, incluso mi razón de vivir.

—¡Vaya, lo notaste! —exclamó con ironía.

—Claro que lo note ¿A qué hora te acostaste?

—No lo hice —digo haciendo a un lado el té que me estaba tomando —Juan —lo llamó para que me mire —Esto no está funcionando, lo de nosotros está más que roto. Nuestra relación se hundió hace mucho tiempo o quizás nunca floto. Quizás siempre haya estado hundida en lo más profundo del mar y yo he estado tratando de hacerla flotar todo este tiempo ¡No lo sé! Quizás, esta relación nunca fue una relación y yo me negaba a ver lo que realmente era ¡NO LO SÉ! Lo único que realmente sé, es que yo ya no soporto más esta situación, que ya no puedo seguir nadando contra la corriente, que ya no tenga las fuerzas suficientes para tratar de hacer que esta relación flote, cuando un millón de bloques de concreto tiran de ella y de mí hacia lo más profundo del mar y yo... ¡Yo me estoy ahogando! —les juro que el dolor que siento en este momento es tan agudo y profundo que de verdad siento como si me estuviera ahogando en el mar que cada día crece más y más dentro de mí —Me estoy ahogando sola y tú no estás haciendo nada para evitarlo ¡No me tiendes tu mano para ayudarme y evitar que me ahogue! Al contrario, eres tú quien está lanzando los bloques de concreto que tiran de mí hacia las profundidades ¡Estás ayudando a que me ahogue! Y por mí, por mi salud física y mental, es que... —sé que las palabras que voy a decir a continuación me van a arrancar el alma y el corazón, pero tengo que decirlas y aprender a vivir sin ellos —¡Quiero el divorcio! ¡Quiero separarme de ti!

—Ja, ja, ja —esa carcajada debió de haberse escuchado hasta en marte —Por favor, no me hagas reír ¿Y qué piensas hacer sin mí? ¿En qué piensas trabajar?, porque te recuerdo que trabajas en mis oficinas y que dependes de mi dinero hasta para peinarte el pelo.

—Y yo a ti te recuerdo que cada peso que me pagas, me lo pagas por mi trabajo, por todo lo que hago para tus empresas. Además, no soy una asalariada solo por ser tu esposa, yo tengo una profesión, una educación y en parte es gracias a ti —eso tengo que reconocérselo. Desde que nos conocimos me ha ayudado a crecer profesionalmente. Se preocupó porque terminará la universidad, porque fuera la mejor en la carrera que escogí y cuando al fin me gradúe me incentivo para que estudiara idiomas y luego para que hiciera algunos másteres, talleres y carreras técnicas. Además, de uno que otros cursos cortos de etiqueta y protocolo, recursos humanos, mujeres emprendedoras, entre otros. Si algo tengo que reconocerle y agradecerle es que me ayudo a ser la mujer preparada que soy ahora.

—¡Por Dios! M, no me hagas reír y mejor sírveme el desayuno.

—Sírvetelo tú.

—M, por favor no seas ridícula y sírveme el desayuno. Mi vuelo sale en dos horas.

La Viuda VirgenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora