III. Disorder

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Un ático lleno de porquerías, polvo y cajas antañas parece aquella oficina a las que ya se le han perdido sus dimensiones, quién sabe cómo es que el dueño hace para abrirse paso por las mañanas para realizar su trabajo en ese escritorio con pilas ...

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Un ático lleno de porquerías, polvo y cajas antañas parece aquella oficina a las que ya se le han perdido sus dimensiones, quién sabe cómo es que el dueño hace para abrirse paso por las mañanas para realizar su trabajo en ese escritorio con pilas de latas de alcohol. Todo está oscuro, apenas hay una lámpara vieja con forma de conejo funcionando, junto a ella está el mismo ordenador de siempre con figuritas de Kwa's pegadas tanto en la parte inferior como en la superior.

Ahí está él, con sus fachas deplorables como ningún otro ser humano en la faz del universo posee; su mirada sombría, vacía y bastante antaña está fija al monitor que resplandece su cara descuidada; sus delgados y pálidos dedos derechos que parecen a los de un muerto teclean sin parar, sin siquiera tener la necesidad de bajar la vista para comprobar las letras que ellos pulsan, en la otra un cigarrillo que al parecer lleva bastante tiempo con él apenas y se ve, está casi extinto, pronto quemará sus dedos.

Unas pisadas fuertes por el pasillo que da directo a su oficina le inquietan hasta el punto de temblar sutilmente sobre su gastado cojín, rápido se deshace de su colilla casi extinta para encender un nuevo cigarrillo.

—Hoseok ¿Sigues ahí?

Una cabellera gris se asoma desde su puerta, los ojos dragones tratan de ver de forma perfecta a su casi hijo, hace el amago de querer entrar, y entonces, Hoseok interviene:

—¡Dónde diablos más estaría!

La vena de su sien palpita ferviente y es ahí donde deja su cigarrillo en el cenicero para poder tallarse esa zona.

Sabe que está actuando muy infantil, que incluso debería darle vergüenza al tener ya veintiséis años, mas no lo hace, le importa un carajo su comportamiento, todo le vale mil puñetas, lo único que roba su atención es nada más y menos que el trabajo diario en su oficina, con esa soledad y desorden acogiéndolo.

—Por favor, pequeño, son más de las once de la noche, si no duermes correctamente enfermarás, o peor aún, no llegarás a mi edad.

¿Llegar a su edad? ¿A los 46 años?

Él no desea llegar tan lejos, a lo mucho se ve frente a un pastel de cumpleaños con la vela marcando treinta y tres años, no más, ni menos, y para eso le faltaban siete años más de tortura.

El contrario se encuentra preocupado por el que ha criado desde que tiene memoria, por el que se ha tomado tiempo de darle de verlo crecer y estar cuando este se enferma. Desde hace algún tiempo que su Hoseok se ha descuidado, y eso se nota a mil millas de distancia; ya no toma sus tres comidas diarias, no duerme sus ocho horas diarias, no llega a casa, se la pasa de bar en bar sufriendo por algo de lo que jamás se ha atrevido a pronunciar, bebe cantidades impresionantes de alcohol y lo peor de todo, se la pasa fumando como si este objeto se tratara de un amuleto sagrado.

—¿Quién dice que quiero llegar a tu edad, Joon hyung? — replica mientras sonríe sarcástico a su acompañante.

El contrario se traga un grito al verle la barba tan larga como los vagabundos de las calles.

—¿Me dices entonces, que quieres morir?

Apenas y se recupera del susto de su imagen.

—La muerte es impredecible, no está en mis manos, así que me da igual—. Una calada profunda le da a su cigarrillo viendo por uno corto instante su techo con diseños de nubes de colores que están ya desapareciendo —. Deja arreglar lo que he dicho, la muerte no es tan impredecible, siempre puedo lanzarme de un puente, quedar jodido y después aplicarme la eutanasia, así que, a lo mejor, sí está en mis manos.

Iba a soltar una carcajada para burlarse de su hyung, pero este sabiendo el camino entre el desastre aparece detrás sujetándole fuerte de la corbata.

—Deja de decir estupideces, niño malcriado — regaña dándole un jalón de orejas para luego arrastrarlo por todo el pasillo de la corbata.

Que no piense que no hay nadie que le controle esa boquita rebelde.

—¿Qué pasa? — gruñe mostrando sus dientes como un león, aunque su mayor solo ve un gatito con largos bigotes —¡Creo fielmente que todos podemos ser libres de decidir sobre qué hacer con nuestras vidas! ¡¿Dónde está la jodida libertad?!

La cabeza le empieza a doler a su mayor por sus ruidosos delirios de veinteañero, esos ojos grises brillan con intensidad como la plata expuesta al sol, y es entonces que el menor sabe que debe callarse y hacerse el dormido.

Joon ve al chico todo flácido y se lo sube sin ningún problema al hombro izquierdo, está acostumbrado a estos berrinches de Hoseok. Él cree que iniciaron cuando este tenía alrededor de dieciocho años, cuando algo que no sabe le sucedió, tal vez fue su compromiso, sus responsabilidades o tal vez las muertes imprevistas de sus parientes, lo único que determina con certeza es que, desde ese entonces lidia con un joven rebelde, grosero, descuidado y alcohólico.

—Tengo hambre — murmura el pelinegro cuando su mayor lleva ya un tiempo conduciendo.

Namjoon empuja su lengua contra su mejilla aguantándose las ganas de reprenderlo, porque seguramente el chico no se ha llevado ni agua a la boca, y eso puede comprobarlo al ver sus labios tan secos como los chiles que ha visto usar a una vecina para prepararse una salsa, o peor aún, como los camarones que detesta.

—Bulgogi ¿Está bien? —. No hay respuesta, más que un apenas perceptible "mmh"—. Supongo que eso es un sí.










[...]

—¡Dejo de llamarme Kim Namjoon si te dejo beber una sola lata!

Namjoon con sus cabellos húmedos después de una tibia ducha llega a velocidad luz a impedir el paso hacia el refrigerador donde el alcohol abunda como una cantina con mil años de venta.

Hoseok pareciendo más a un zombi le gruñe.

—¡Deja de actuar como una mamá y hazte a un lado!

—¡No estoy actuando como una mamá! ¡Sí sabes que mañana tendremos una junta, ¿verdad?! ¿Crees que si apestas a alcohol te tomarán en serio?

Por la rabia hasta los cabellos húmedos se le secan. En verdad que ya no sabía cómo lidiar con el veinteañero rebelde, siempre era lo mismo ¿Cuándo se supone que regresará su niño educado de antes?

—¡¿Quién te crees que eres para hablarme así? ¡Soy tu jefe, tu amo y señor!

¿Amo?

Con pasos rápidos sujeta la playera de lana de su mayor, lo zarandea de forma salvaje mientras le grita una y otra vez que no es nadie para decirle lo que debe y no hacer. Ya está harto de esas mierdas.

A Hoseok se le llenan pronto los ojos de lágrimas, nunca le ha gustado que otros le digan que hacer, que si bebe mucho, que si tiene que casarse, que si debe encargarse de la empresa familiar, que si debe arrodillarse para ser golpeado por portarse mal, que si esto, que si el otro; lo odiaba, creía que esas cosas ya habían muerto junto a su padre.

—Hoseok, creo que recurriremos de nuevo a los ...

—Iré a dormir ya.

Las lágrimas de su rostro las hace a un lado marchándose a paso calmado, mientras, su mayor le observa con cierta tristeza ¿Cómo puede regresar a la vida a ese muerto viviente? ¿Cómo, cuando el otro no tiene la intención de ver, aunque sea de reojo el azuloso cielo y estar en cambio, mirando el cuarteado suelo?














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NamhoArt.

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"UNVOLLENDETE" HOPEV       ☘ FINALIZADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora