Siete

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Cuando Hyunjin se despertó aquel día, no recordaba nada de la noche anterior y tenía dolor de cabeza. El vago recuerdo de ser zarandeado y de mandar a alguien a la mierda era lo único que tenía, ese alguien lo insultó y se fue, pero Hyunjin ignoraba su identidad. Se levantó, sorprendiéndose al no encontrar a Jeongin en ningún lado y extrañándose por esto. ¿Tal vez lo vio con Beomgyu y decidió irse? ¿Quizá vio como se drogaban y volvió con sus padres? Sin embargo, no tuvo tiempo para asimilar que Jeongin ya no era parte de su vida porque un chico al que reconoció como compañero de trabajo de su novio abrió la puerta.

Lo miró con desprecio y se dirigió directamente al dormitorio, Hyunjin lo siguió y vio cómo metía mudas de ropa del menor en una bolsa de equipaje. Habría asumido que era el inicio de una mudanza progresiva si el joven no hubiera empacado también las mudas de bebé que Jeongin había comprado en su séptimo mes y que guardaba en el armario. Entonces Hyunjin supo exactamente qué había pasado la noche anterior mientras él estaba con Beomgyu. Jeongin había dado a luz y, según supo después, estaría ingresado una semana y media.

La primera vez que vio a su hija alucinó.

Una cosa era ver el vientre de Jeongin crecer sin parar mes tras mes, que nunca le había parecido extraordinario, y otra muy diferente tener a ese pequeño ser humano entre sus brazos, devolviéndole la mirada con sus pequeños ojos que el mayor sabía eran de Jeongin. La amaba, la amaba con toda su alma y como nunca había querido a nadie, en un instante se convirtió en lo más valioso de su mundo entero. Hyunjin no podía terminar de creer que esa niña fuera su hija y llevara sus genes.

Miraba la figura delgada de Jeongin y se preguntaba con fascinación cómo había salido de ahí, lo que hizo que su respeto por el menor creciera aún más. Realmente estaba encantado con su bebé y trataba de pasar todo el tiempo que pudiera con ella, haciéndose cargo y de paso dejando descansar a Jeongin, quien ya había hecho más que suficiente en opinión de Hyunjin. Ahora era su turno, cosa que iba de perlas hasta que tuvo que ir a "trabajar". Le explicó a Yeonjun -estando Beomgyu delante-que su novio había dado a luz y que no quería seguir pasando los días amenazando a tipos y controlando la mercancía, al menos por un tiempo quería cuidar a su hija todo lo que pudiera. El chico de pelo largo salió del local al oír esto con un felicidades lleno de rencor, a Hyunjin no le importó lo más mínimo; ya había conseguido todo lo que quería de él. El Choi restante se rio en su cara. De nuevo le recordó que no eran una organización de caridad y que no había permisos de paternidad, volvió a insultar a Jeongin y a la pequeña. Hyunjin no pudo evitarlo y le pegó un puñetazo.

Había decidido que ya no aceptaba que se metieran con ellos, antes dejaba que lo hicieran para fingir que no le importaban, al fin y al cabo Hyunjin no le hacía favores a nadie y su familia era un blanco fácil para llegar hasta él. Pero si todos creían que dejaría morir a Jeongin sin pestañear, aunque estuviera en estado, buscarían otro lado por el que herir a Hyunjin; pero ahora no. Yeonjun estaba a punto de hacer que se arrepintiera cuando Hyunjin empezó a enumerar todas las cosas vergonzosas sobre él que Beomgyu le había confesado en la cama, haciendo que se pusiera pálido. Aunque en un principio no iba a usar esa información con esta intención, Hyunjin se sintió fuerte, capaz de proteger a su familia, y además había conseguido una considerable reducción de su "jornada laboral" por el módico precio de su silencio.

Ahora vuelve a casa después de hacer el encargo más corto y sencillo del mundo, hacía años que no tenía uno así. Hyunjin sonríe, está deseando llegar y cargar a Sohee, cocinar para Jeongin y recostarse a su lado. Estos últimos dos meses han sido los mejores que hayan pasado nunca, tal vez incluso mejor que cuando empezaron a salir. No discuten, no hay silencios tensos, no hay enfados y ya no oye al menor llorar antes de dormir.

Ríen, hablan cómodamente y llegan a soluciones cuando tienen desacuerdos en vez de discutir, ¡incluso se besan otra vez! Ahora son felices, ahora Hyunjin se siente capaz de ser el hombre que Jeongin defendía a capa y espada y que Hyunjin creía inexistente. Se imagina mudándose los tres de ese barrio, se imagina consiguiendo un trabajo normal, se imagina a Jeongin acabando la carrera y consiguiendo su trabajo en la biblioteca histórica como quiso siempre, se imagina al menor reconciliándose con sus padres y haciendo amigos de verdad, se imagina juntos llevando a Sohee al colegio, se imagina a su niña creciendo rodeada de felicidad y amor, y quién sabe, ¡tal vez hasta de hermanitos! Se imagina un perrito, o tal vez un gato, lo que quiera Jeongin; se imagina un anillo plateado en su anular y...

—¿Hwang Hyunjin?

Él no conoce esa voz.

—¿Es usted Hwang Hyunjin?

Pero conoce bien de lo que es capaz.

—Responda.

Antes de que se quiera dar cuenta sus piernas ya se han puesto en marcha, corre, empieza a correr todo lo rápido que puede, corre aunque sabe que le pueden disparar, corre aunque suenen las sirenas, corre aunque sabe que no debería huir, corre aunque le pisen los talones, corre hasta detenerse frente al edificio, mirando la ventana iluminada de su piso. Puede ver la silueta de Jeongin con la niña en brazos, caminando de un lado a otro. Jadeando por el esfuerzo, piensa que no ha corrido suficiente cuando oye las sirenas.

Ya pasó, ya pasó. Era solo un sueño, papá está aquí.

Hyunjin imagina la voz de su pareja, dulcificada cuando habla con la niña, y el llanto de esta. Se da cuenta del peligro al que los está exponiendo y da media vuelta con las manos en alto, encontrando las armas apuntando a su persona y la sonrisa de suficiencia de un agente de policía.

—Hwang Hyunjin, quedas arrestado por venta de sustancias ilegales.

El chico sabe que ese sólo es la punta del iceberg, pero tampoco hace falta que la policía lo sepa. Sin embargo, no es esa la frase que hace que su corazón se detenga.

—Yang está arriba —informa un agente a otro, y Hyunjin empieza a hiperventilar.

—¡No ha hecho nada! —Grita, pero nadie lo escucha—. ¡Él es inocente!

Lo agarran de los brazos para meterlo en el coche patrulla, Hyunjin forcejea sin éxito.

—Deja de resistirte —sisea uno—. Sólo estás agravando tu propia condena.

Hyunjin no hace caso, pero es arrastrado al interior del vehículo igualmente. Su mirada sigue fija en su ventana.

El coche arranca, pero Hyunjin contempla con horror cómo separan a Sohee y a Jeongin.

Honest [Hyunin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora