Capítulo I: Rara

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Cómo resultado de mi plan para tratar de superar los últimos años de mi vida familiar, me encuentro sentada en el piso de mi baño, no pude dormir nada otra vez, anhelaba tanto poder descansar un poco, hoy es un día relativamente importante, es mi primer día de clases en mi nueva escuela, sí, weeeh!. Se supone que el primer día es la oportunidad de marcar que tipo de estudiante serás el resto del semestre, muchos buscan su atuendo más favorecedor, también los temerarios llegan temprano para elegir los mejores asientos, esos que te permitirán sentir seguridad a la hora de copiar información, e incluso para hacer trampa de forma eficaz, aquí las esquinas y ventanas son demandadas, y lamentablemente eso no está muy a mi favor, que busco siempre estar alejada del escritorio para no llamar mucho la atención, procuro no pensar en esa decisión hasta no tener más remedio.

Me miro al espejo, y no soy la mayor fan de la silueta que veo, el ser frente a mí porta unas ojeras notables, si no le prestas demasiada atención a las marcas de acné que por la noche decidieron aflojar gracias a mi nerviosismo. Pongo un parche para desinflamar los brotes, para tratar que estos últimos no se vuelvan mi sello personal.

Me pierdo por un momento en mis pensamientos, repasando mentalmente recuerdos de mi último día de clases de cursos anteriores. Una vez cuando llegué a casa, corriendo escaleras arriba para anunciar que mis notas habían llegado y eran las mejores de la clase, hasta toparme con la escena de maletas en la entrada y un silencio sepulcral. Salgo de mi trance involuntario con el ruido de mi alarma del celular, ya es hora de comenzar el ritual para ir a la escuela.

Corro a mi armario y me frustro por no tener nada decente para vestir, considero la idea de saltarme el día de las presentaciones vergonzosas y quedarme en casa, pero mi sentido de responsabilidad corta la idea de inmediato, me voy por lo básico, no quiero llamar la atención ni parecer pretenciosa, tomo una remera de algodón, un par de jeans y mis Converse.

En el autobús visualizo mi reflejo en el cristal, me desagrada tanto que intento arreglar mi cabello con los dedos, luciendo fatal como cuando salí de casa, jugueteo un poco las monedas en mis manos mientras veo la carretera.

-"Siguiente parada, sistema público subterráneo, no olvide sus pertenencias, cuidado al descender"-la voz del conductor suena determinada y con más serenidad de la que su rostro aparenta. Camino a los andenes del tren, tarda unos minutos y la gente se va aglomerando alrededor, el vapor de las respiraciones se escapa y logro verlo al volverse denso al contacto con el frío aire, uniéndose a la espera.

Por fin llega el convoy y el caos se desata para abordar, a pesar de la ansiedad de la gente logró subir con habilidad, saco mis headphones dándole aleatorio a mi playlist más relajada, disponiéndome a concentrarme en la melodía recargada en mi asiento, y así es estación tras estación.

-Disculpe-dije tratando de no parecer a la defensiva o poco descortés al chocar con el hombro de una persona mayor.

-¡Ash!-me responde con un tono de molestia, aunque fue él quien provocó dicho accidente yendo con mucha prisa para llegar a las escaleras de salida. Inmediatamente pongo los ojos en blanco guardando silencio, de nuevo lo hice, mis ganas de reclamarle que él me golpeó y yo merezco la disculpa se apagan cuando veo el reloj.

-Demonios-susurro por lo bajo, no hay nada más humillante y que te ponga en el ojo público que llegar tarde el primer día. Olvidé mi disgusto por esa falta de civismo y me convertí en una infractora social corriendo entre las personas.

-¡Permiso! ¡Permiso! -digo por lo alto ignorando las caras largas empujando algunos al paso veloz que subía las escaleras.

Llego al cruce peatonal agradecida de la luz roja que me permite tomar un respiro, mis cabellos se han soltado de la coleta improvisada que me había hecho en el tren, la luz cambia a verde reanudando mi caminata a prisa hacia la entrada.

Heart Attack Donde viven las historias. Descúbrelo ahora