Manzanas

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El extraordinario grupo yacia esperando a que dieran las siete para salir a presentarse. Habían llegado a las diez y media al circo, y de ahí no habian podido hacer más que quejarse por no haber visto las trabas del carro, y agradecer, todavía, que los jóvenes que se habían animado ayudarlos no hubieran reconocido a los amigos.

No habían quedado en malos términos, pero la vibra que aparecio antes de que el trío abandara su campo visual, junto con las botellas, fue tan abrumadora que les dió la sensación de que si habían quedado en malos términos.

— ¿Salimos igual que ayer? — Le pregunto Ryan al presentador del show.

— Es el mismo número que siempre, niño.— Escupió él hombre, quien paso a verlo con diversión disimulada.

— Ah, bueno. ¿Dónde está Tin?

— Ensayando...— Está vez el hombre levanto una de sus cejas con extrañeza.— ¿Que pasa contigo, Ryan?

Él menor alzo sus hombros por unos segundos antes de retirarse de la casa rodante de José, él único a quien recurría de no encontrarse cerca Javier. Eso si tenía algo en mente que lo hiciera entorpecer.

— ¡Ryan Alvares, de vuelta o te privo de presentarte hoy! — Ordeno alto y con gallos a mitad de la frase.

Él malabarista en menos de cinco minutos ya estaba adentro de nuevo. El escenario era algo que los mantenía felices y relajados, de perderlo, aunque fuese por un día, lo llegaba a poner peor de lo que pretendía un bajon momentáneo. O más o menos.

Se sentó en la cama a menos de un metro del hombre, con sus ojos en el suelo. Estaba avergonzado. Aunque ni eso hizo que perdiera el pudor y no se diera la libertad de estirarse en aquel colchón. Finalmente se aclaró la garganta, no había necesidad de preguntarle al respecto, Ryan siempre soltaba todo luego de ser levemente retenido (porque de querer solo se hubiera marchado). Así que, aún en aquella posición, mirando el techo dijo:

— Me llamaron grosero, mal educado y gusano de poca higiene.

José analizó sus palabras rápidamente. Ya había pasado algo parecido antes, cuando Ryan tenía ocho y una niña, tal vez dos años mayor le dijo que parecía que no tenía decencia luego de quitarle su asiento por ser él mejor ubicado allí. Estaban en el partido de Javier, quien jugaba fútbol en un club dos calles más allá de su casa. Se había prometido verlo, pero se les hizo tarde por perder las pinturas que se pondría en la cara, lo que ocasiono que llegarán media hora tarde. Recurrir a la niña fue imprudente, si, pero eran niños, obviamente se sentiría mal de ser tratado mal. Él presentador, cómo en aquella ocasion, no dudaba de que de haber pasado algo, muy seguramente él menor fuera quien lo empezó, aunque hubiera sido sin querer.

— Cuéntame todo, desde el inicio, y sin trabas.

— Bueno... Ayer perdí mis botellas.— Contó lento y directo el malabarista.— No me digas nada, dijiste que sin trabas y te estoy haciendo caso.

José entrecerró sus ojos mientras lo veía, pero no abrió la boca. Dejaría que terminara todo su relato.

— Cosa que luego me puse a buscarlas. No di con ellas, así que, no sé, camine al rededor de la carpa a ver si se me ocurría algo. En eso veo a una chica que tenía como diez botellas de vidrio en sus manos. Fue una luz.— Dramatizó.— Así que me acerque y se las pedí. No me las dió, y se hacía tarde, por lo que al final solo se las... Arrebate.

— Por dios, Ryan.

— Ya, papá. Estaba nervioso, iba a empezar mi espectáculo sin mi.— Se justifico mientras tomaba asiento en la cama, con sus ojos ahora pegados al hombre delante de él.

Payasos, Ariel y Manzanas #PGP2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora