Asesinos

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Sábado en la mañana y los primos más simpáticos del lugar se encontraban en las mismas sillas que habían tomado en su primer día en Concepción. Veían como pasaban todos ya caracterizados, a pesar de que no actuarían sino hasta dentro de seis horas más. Era divertido, todos estaban ansioso, y ellos mismos habían visto como todos lo habían hecho exelente en los tres ensayos que habían realizado hasta ahora. Luego de la presentación que hicieron Ryan y Javier, José decidió atrasar los shows nuevos para una mejor preparación, y así, evitar lo que sucedió con ellos. Funcionó; todo ya estaba hecho y, dado a los días extras, llegaron a crear rutinas mucho más desarrolladas. Pero ahora, realmente parecía que habían vuelto al inicio.

— ¿Somos los únicos con sentido de superación aquí?— Le pregunto al aire él malabarista.

Él moreno a su lado suspiro para posteriormente responderle la incognita.— Eres el único con sentido de superación aquí.— Corrigió él menor.— A mi que me lleve la corriente, o las expectativas del público cayendo cuando vean que somos un asco. Lo que sea primero.

— Oye, no. Ya nos presentamos ¿Que más da? — Ryan lo miraba con el ceño fruncido. ¿Que tipo de traición era esa?

— No es lo mismo.

— Tu abuela no será la misma. No cambiamos tanto la rutina, y de por sí nos fue bien, ahora que la mejoramos obvio nos irá mucho mejor. — Era, claramente, una pregunta con intenciones de elevar el ambiente, pero Javier apenas lo noto decidió que no se elevaría con él.

— Quien sabe.

— Basta. No tengo un perezoso de compadre.— Ryan se despegó de su asiento lo suficientemente de la nada como para hacer saltar al contrario.— Haremos nuestro último ensayo y será todo. No tenemos motivos para dudar de nosotros. ¿Okay?

Él payaso se vio obligado a asentir a sus palabras. Él sujeto de ayer si había provocado algo en él. Esa inseguridad rara, tan no propia de Javier Medina Alvares, de alguna manera, se aferraba a él con tanto fervor que ya ni siquiera luchaba contra ella.

— Javi.— Le llamo él de mechas rubias.— Eres mejor que ese grosero. Ni siquiera sabemos quién es, ¿Cómo no pensar caso si lo conocen en su casa también? — La sonrisa que acompañó a sus palabras fue contagiando de apoco al sujeto a su lado.

— Tienes razón. 

A unos kilómetros de allí, justo en una gasolinera, Estefanía, la chica de lindas hebras oscuras; atendía a sus clientes lo más amistosa que podia. Había llegado al trabajo hace más de una hora y aún no se deshacía de las ganas de abandonar el lugar. Hasta ahora no le había tocado ninguna situación fuera de su actuar, cómo lo sería el que alguien se fuera sin pagar, o un robo (que, por suerte, desde que llegó jamás le había tocado). Al contrario, todos eran súper simpáticos o solo seguían la rutina de no hablar de más con ella, pero, sin llegar a ser insolentes.

— Hola, disculpe. ¿Sabe dónde queda el circo "El ensueño de los Alvares"?— Se le acercó con duda una joven de cabello corto y vestido morado repleto de brillos. La muchacha parecía estar acompañada por sus padres, dos adultos mayores con aspecto angustioso. Extrañada, volvió su vista a la chica para responderle la pregunta.

— Si, podría poner la dirección en tu teléfono.— Sugirió, aún con la vista ocasionalmente volteando hacia los otros dos.

Ella asintio de inmediato, e igual de veloz, saco el móvil de dentro del chaleco que sostenía con ambas manos delante de si. Al terminar de introducir la dirección, Estefanía vio como en su teléfono aparecía el mensaje "¿Que tal, ellos te han tratado bien"? De una persona registrada como "Luneyyyy". El ceño se le frunció automáticamente, e incluso así, solo se limito a de volver el teléfono a su dueña.

Payasos, Ariel y Manzanas #PGP2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora