Wanda Maximoff

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- A quién buscas -dio un sorbo de té mientras la capa flotaba a sus espaldas- Es a Wanda Maximoff.

- Continúa -hablé sin tomar una gota de té.

- Tuvimos un pequeño contratiempo -hizo una pausa, pensado qué diría- por algo que... estaba utilizando el libro de los condenados. Libro de magia negra -habló como si entendiera algo de lo que decía, yo solo la quería a ella- quiere cruzar a todos los mundos para salvar a la mujer que ama.

- ¿Y me estás dando esta información por qué...? -enarqué las cejas esperando por una explicación lógica.

- Natasha -sonrío de medio lado- entre catorce millones seiscientas cinco posibilidades... en solo esta, eres tú quien logra salvar al mundo.

- ¿Debo creerte? -bufé dejándome caer en la silla.

- Maximoff, debe estar en New Orleans. Si te sirve -se puso de pie mirando su reloj- Deberías comenzar ahora, si quieres encontrarla a tiempo.

-La capa voló, sujetándose a su espalda- Dr. Strange -y desapareció en un círculo color naranja dejándome sola.

- Freaky -murmuré poniéndome la mochila en la espalda y saliendo de allí.

Tenía dos opciones, o le hacía caso al loquito de la capa o buscaba por mi cuenta, pero pareció convencerme porque iba en un avión de New York a New Orleans en primera clase. Si de casualidad llegaba a encontrarla necesitaba mi buen descanso. Tres horas y media después, caminaba por las calles sin ningún lugar a donde ir. Mágicamente debería aparecer ella o encontrarla de la nada. Busqué un lugar donde no llamar mucho la atención. Aunque aquí es casi imposible, no sé dónde estoy o a quién busco. Tan siquiera tengo una foto de esta persona. Fui a un bar cercano, necesitaba algo de comer y husmear por ahí, tal vez llegaba a tener suerte, encontraba una brujita y una fortuna, así no tendría que trabajar nunca más en mi vida. New Orleans prácticamente es el lugar de los mitos y leyendas. Entre vampiros, brujas y lobos, son los dueños del lugar. En cada esquina hay tiendas donde te leen las cartas, puedes comprar cristales o comprar materiales para tus encantamientos. Todo lo aprendí pasando por pequeñas vitrinas en menos de veinte minutos.

Luego de comer, caminé por el mismo lugar, algo en mi interior me exigía entrar a esa tienda. No tenía ningún interés por entrar, era una tienda de magia, pero aún así decidí entrar. Estaba totalmente vacía, con cualquier cambio de mirada, más raras se volvían las cosas. Tengo que salir de aquí, eso me pone la piel de gallina. Pero algo me seguía llamando, pude notar a una mujer buscar unos libros, de cabello rojizo y algo ondulado. Vestía de rojo, y algo peculiar notaba en sus manos. Tenía los dedos teñidos de negro hasta el tronco.

Por un momento la visión desapareció y escuché la voz de Strange en mi mente. Fue como un placebo que inyectó en mi cerebro para que la encontrase. Para hacer más extraño todo.

Saqué las esposas de la mochila, las que me habían dado Los Doce, al parecer restringían a la bruja de sus poderes por completo, ayudándome a llevarla en custodia sin salir herida. Al lanzarme contra ella, alzó su mano que estaba pintada de un color rojizo intenso, pegándome a una pared, mi tráquea se estaba cerrando cada minuto que pasaba en el aire, llevé las manos a mi cuello, pero era imposible sentir alivio. No me estaba ni tocando.

¿Quién te ha enviado? -dijo con voz serena.

- Tu cabeza vale millones -hablé casi sin voz.

- He dicho... ¿QUE QUIÉN TE HA ENVIADO? -me pegó más a la pared dejándome casi sin aire.

Alcé mi mano donde llevaba mi brazalete de Black Widow Bites, las cuales dejan a la persona inmóvil. Salí corriendo, haciendo una llave inmovilizándola por el cuello, para ponerle las esposas, pero logró sacar unas de sus manos y comencé a perder fuerza en el cuerpo. Muchos recuerdos de la academia, de cuando era una niña, empezaron a brincar en mi cabeza dejándome aturdida por un momento, pero cuando entendí que estaba sucediendo, salí del trance tratando de dejarla inconsciente. Ella se movía con agilidad hasta que tuvo la oportunidad perfecta dándome en el mentón, dejándome sin equilibrio, cayendo en mi espalda.

LA ESPÍADonde viven las historias. Descúbrelo ahora