Aquello no estaba bien. Nada, nada bien.
Draco Malfoy era perfectamente consciente de que su plan era una locura, pero desde que Hermione Granger había alquilado el apartamento libre del edificio hacía dos meses, su sexy vecina había protagonizado todas las fantasías eróticas de Draco. Así que ya era hora de hacer algo al respecto.
Desde el momento que había oído a Hermione subir sus cosas cantando una versión desafinada de Non, Je ne regrette rien, había sabido que era una mujer especial.
— No me arrepiento de nada — había dicho en un perfecto francés que había hecho que a Draco le latiera el corazón con más fuerza.
¿Quién podría resistirse a una mujer así? Draco habría deseado sentirse tan seguro con las decisiones que había tomado en su vida.
Aquel día había salido a ofrecerle ayuda y así había podido verla detenidamente. El pelo largo de un color castaño oscuro con reflejos rubios le caía provocadoramente por la espalda. Llevaba unos vaqueros de cinturilla baja que se le ajustaban a la perfección al trasero y un estrecho suéter blanco que revelaba, además de un vientre completamente plano, un piercing en el ombligo de lo más seductor.
Había sido justo en ese momento cuando Draco se había dado cuenta de que tenía que seducir a aquella mujer.
Lo que no sabía era cómo hacerlo.
Draco no era precisamente un rompecorazones, más bien era un tipo introvertido, apasionado de los fósiles, los objetos antiguos y la historia, al que nunca le había resultado fácil relacionarse con los demás, por lo que pasaba más tiempo con sus libros que con otra gente. Además, Hermione desprendía valentía y descaro, era una mujer llena de energía y de vida. Sin duda estaría demasiado ocupada pilotando globos aerostáticos, escalando o elaborando sus originales piezas de joyería como para fijarse en un loco de la arqueología como él.
¡Si ella supiera los pensamientos tan poco fraternales que despertaba en él!
El problema era que no podía cambiar la imagen que Hermione tenía ya de él como el vecino amable al que podía contarle todo y pedirle ayuda. Necesitaba hacer que lo viera de un modo completamente distinto. Pero en aquel momento no había sabido cómo conseguirlo.
Hasta esa mañana, cuando ella le había dicho que necesitaba un stripper y, sin pensárselo dos veces, él había cometido la temeridad de enviarla al club a hablar con su "amigo" Monsieur Enmascarado.
Bueno, en realidad no era del todo mentira que el Enmascarado fuera amigo suyo y lo cierto era que no le importaba lo más mínimo haber tenido que engañar a Hermione para que le diera una oportunidad.
— Draco — lo llamó Neville, el barman, desde la puerta del vestuario.
— ¿Sí? — respondió él mientras se subía a toda prisa los pantalones de cuero bajo los que sólo llevaba un diminuto tanga dorado.
— Ya está aquí — anunció Neville con un gesto triunfal.
El miedo se le agarró a la boca del estómago. Hermione estaba en el club e iba a verlo actuar, iba a verlo desnudarse.
Al otro lado de la cortina podía oír los gritos de las mujeres que aclamaban la presencia del Enmascarado al ritmo de la música de Nueve semanas y media. Draco sintió el impulso de echarse atrás, de salir corriendo por la puerta trasera del club, pero una vocecita en su interior le dijo que se enfrentara a sus miedos. "No desperdicies esta oportunidad". Respiró hondo, se quitó las gafas y las sustituyó por una máscara de cuero negro que le tapaba prácticamente toda la cara.
Era ahora o nunca. Había llegado el momento de presumir de lo que tenía.
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Traseros desnudos [Dramione]
Fanfiction"Cuando entró en el club de striptease "Traseros Desnudos", Hermione Granger sólo buscaba una aventura. Su actitud atrevida hizo que acabara encima del escenario con un guapísimo bailarín... y así fue cómo empezó la aventura. Fuerte y ancho, cómo de...