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⋆⠪⍣ 𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 9 ⍣⠕⋆

Había transcurrido una semana después del incidente en el pueblo y las clases siguieron con normalidad. Los ataques de Eneth habían cesado milagrosamente y no me quejaba por ello, pero me resultaba curioso de algún modo. Nyx y yo la pasábamos muy bien juntas y mi relación con Cleo mejoraba también.

Era un fin de semana y estaba prevista la reunión con los padres. Algo que no me agradaba en lo absoluto y aunque al principio creí que los míos no llegarían, me llevé la sorpresa de que por primera vez en su vida se interesaban por mí. O al menos eso pensé.Todos estábamos reunidos en el pentágono, almorzando.

Habían muchos chicos solitarios y yo no podía evitar sentir compasión por ellos. En ese grupo se encontraban Eris y Eneth, pero en un momento Elane los llamó a su mesa, que estaba conformada por Neven y Nyx. No había vuelto a hablar con ella después de salir de la residencia y habíamos acordado no hacerlo frente a mis padres. Almenos no por ahora.

—Es un buen lugar, ¿no es así? ¿La has pasado bien?

Mi madre me miraba con esa mirada vacía. Y aunque ya debía estar acostumbrada a ello, no podía evitar que algo en mi interior se rompiera. Por mucho que se esforzara por fingir interés y amor hacia mi, simplemente no lo conseguía. No le quedaba bien hacerlo, porque yo ya sabía que era una mentira.

—No —bajé la vista a mi plato y empecé a jugar con el tenedor. No tenía ganas de hablar, mucho menos de verlos a la cara.

—¿Te han hecho algo? —preguntó con preocupación. Falsa preocupación.

—¿A caso te importa?

—Cuida la forma en que le hablas a tu madre, Larissa —sentenció mi padre, con esa voz gruesa y firme. Como si yo fuera uno de esos soldados bajo su mando—. Y mírame cuando te estoy hablando. Mírame —solté un suspiro de fastidio y alcé la vista al fin. Sus ojos azules me lanzaban la mirada más dura y fría posible—. ¿Entendiste?

—Sí, señor.

—¿Has hecho amigos? —quiso saber.

—Solo una.

Y no era precisamente una amiga.
Mi madre deslizó la mano por encima de la mesa hasta encontrar la mía y dejó un suave apretón en ella, pero yo la retiré de inmediato y la dejé sobre mi muslo. Ella ladeó la cabeza y me miró con insistencia, mostrándome un sonrisa muy fingida.

—Me da mucho gusto, cariño —dijo—. Y corrige tu postura, por favor.

Yo suspiré y obedecí. Continuamos comiendo en silencio, como ya era nuestra costumbre. Había olvidado lo aburridos que eran y que ni siquiera sonreían. Sentía lástima por ellos en cierta forma porque sabía que eran infelices. Y tenía la ligera sospecha de que querían desquitarse conmigo por haber arruinado sus vidas.

Su matrimonio había sido arreglado precisamente porque yo estaba en camino. Por eso me parecía ilógico que me juzgaran por interesarme en las chicas cuando ellos habían sido un par de promiscuos. Y después de todo, mi madre no quiso separarse por las comodidades que mi padre le ofrecía.

—¿Qué clase de broma es esta? —murmuró él, con la vista fija atrás de mí.

Giré el rostro siguiendo su mirada y mis ojos chocaron con la imagen de la directora y Neven. Tenían las manos unidas sobre la mesa y Neven le arreglaba a Elane unos cuantos mechones de su corto cabello detrás de la oreja. En un momento ella se inclinó para darle un beso en la mejilla, muy cerca de los labios y mi padre se levantó de la mesa.

—Nos vamos, Larissa.

—¿Qué? —cuestioné con sorpresa y confusión.

—Que no puedes seguir en este colegio.

𝑳𝒂 𝒏𝒐𝒄𝒉𝒆 𝒆𝒏 𝒔𝒖𝒔 𝒐𝒋𝒐𝒔 / 𝑳𝒂𝒓𝒊𝒔𝒔𝒂 𝑾𝒆𝒆𝒎𝒔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora