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𝖠𝖽𝗏𝖾𝗋𝗍𝖾𝗇𝖼𝗂𝖺 𝖽𝖾 𝖼𝗈𝗇𝗍𝖾𝗇𝗂𝖽𝗈: +18.
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⋆⠪⍣ 𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 33 ⍣⠕⋆


Mi cerebro no procesaba con facilidad el hecho de que nuevamente estaba escuchando la voz de Cleo. Su voz chillona. Que estaba viendo sus grandes ojos grises. Que me encontraba ante su personalidad tan entusiasta. Me sentía en un sueño. Todo fluía en cámara lenta y todos los sonidos eran como ecos. No podía comprender muy bien cómo era que después de tantos años otra vez estaba interactuando con ella.

No podía asimilar que no estaba muerta después de todo. Ella estaba ahí. Era real. Nos sonreía, nos veía. Con curiosidad y desconfianza, pero lo hacía. Y seguía exactamente como la última vez. Como esa noche cuando la sostuve en mis brazos y le limpié la sangre de la frente. En ese momento lloré de tristeza, pero ahora lo estaba haciendo de felicidad.

—¿Se encuentran bien? —la escuché decir.

Aren quedó paralizada por varios segundos, hasta que Chloe se paró detrás de ella y puso una mano en su hombro. Entonces volteó a vernos. No estaba llorando. Sí tenía los ojos húmedos y estaba notablemente consternada. Pero no lloraba.

—Ellas son unas amigas —dijo Chloe—. Ella es Aren. Va en otra universidad, pero nos conocemos hace unos años. Aren, ella es Cleo.

Seguí todos los movimientos de Cleo con mucha atención. Dejó el menú sobre la mesa, mostró una sonrisa gentil y le tendió la mano a Aren. Para Cleo, ella era una completa desconocida. La miraba como tal. Aren tardó unos segundos en estrecharle la mano, pero lo hizo. Y fue entonces cuando rompió a llorar. Cleo arrugó la frente, sin dejar de mirarla y se puso de pie.

—¿Estás bien? —le preguntó. Pero ella corrió hacia la salida. Cleo la siguió con la mirada y yo lo hice también. Aren empujó la puerta y se tapó el rostro con las manos en cuanto estuvo sentada en la acera.

—Danos un momento, Chloe —le dije antes de ir tras ella. Nyx no fue conmigo—. Oye —llamé a Aren cuando estuve abriendo la puerta, pero me ignoró. La vi encendiendo un cigarrillo y me apresuré a quitárselo.

—Dámelo —exigió, alzando la mano mientras me dirigía una mirada repleta de molestia.

—Me dijiste que lo habías dejado —le recriminé.

—Sí. Pero lo necesito ahora mismo. Dámelo —insistió. La vi hacer una mueca al darse cuenta de que yo no cedería y sacó otro. Me dio la espalda para evitar que se lo quitara y un par de segundos después, vi cómo una pequeña nube de humo la envolvía—. ¿Lo viste? Te dije que no tiene una idea de quién soy. O de quién fui para ella.

—Tiene que haber una explicación —la rodeé hasta quedar frente a ella otra vez. Tenía el cigarrillo entre los dedos, la mirada perdida en la calle y los ojos húmedos—. Vamos a descubrirlo. Para eso estamos aquí. Para eso está Nyx aquí. Es como los viejos tiempos, ¿recuerdas? Cuando descubrimos todos los secretos de Elane.

—Nada es como los viejos tiempos, Larissa. Apenas ayer a esta hora creía que Cleo, el amor de mi vida, estaba muerta. Y de pronto aparece de la nada. Con la memoria en blanco. Está ahí —señaló al interior—, como si nada. Y yo estoy con Lena ahora. Nada es como los malditos viejos tiempos.

Se puso de pie, con intenciones de irse, pero el llanto pudo más que ella. Se paralizó en medio de la acera. La gente que pasaba por el lugar nos miraba con curiosidad. Algunos chocaban con ella, así que tuve que guiarla hacia un lado más despejado. Le había quitado el cigarrillo antes de eso y terminé lanzándolo en un cesto de basura. La caja completa. Y la abracé después. Con fuerza. Presionando su cabeza contra mi pecho.

𝑳𝒂 𝒏𝒐𝒄𝒉𝒆 𝒆𝒏 𝒔𝒖𝒔 𝒐𝒋𝒐𝒔 / 𝑳𝒂𝒓𝒊𝒔𝒔𝒂 𝑾𝒆𝒆𝒎𝒔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora