II

253 35 0
                                    

Habían planeado desde hace tiempo hacer un viaje familiar, pero no en su país natal si no fuera de este y en otro continente. Un mes sería el tiempo perfecto para conocer Europa, uno de los primeros destinos era Francia, el segundo fue Suiza, ambos completados con éxito y el siguiente y penúltimo destino era Italia.

Estando dos días en la capital, su familia había reservado en uno de los pueblos de la costa Amalfitana con la justificación de que eran destinos hermosos y que principalmente su madre tenía tantas ganas de conocer.

A Johnny no le fascinaba el calor, tampoco era alguien que tuviera gusto por las playas y todo lo que implicara demasiada naturaleza. Le gustaba la ciudad, definitivamente, y lo que habitaba dentro de ella: museos, tiendas, galerías de arte, monumentos históricos, un buen desayuno o cena en un bonito y probablemente lujoso restaurante con una buena vista de está.

Si fuera posible el seguiría ahí hasta el cambio de destino, pero ahí estaba yendo a una isla en la cuál la única forma para llegar era en autobús, tren o incluso barco. Su familia se decidió por la opción más económica, teniendo que llegar directamente a la taquilla y pagar en el momento ya que no había forma de reservar previamente.

Casi cuatro horas desde la capital a Nápoles y de ahí hasta Positano, el calor cada vez era más evidente y el trayecto cansado.

Johnny no estaba tan entusiasmado cómo sus padres y su hermana, pero toda su perspectiva cambió un poco hasta que bajo del autobús, bajo un número extenso de escaleras y vió todo el panorama.

El azul puro del mar atacó sus pupilas, la hilera de casas, restaurantes y tiendas por las que habia pasado para llegar ahí abajo se mostraban uno encima de otro rodeado de las montañas y naturaleza, hacía lucir bien el lugar, de alguna manera desordenadamente estético.

Era... Bonito, para su familia hermoso e irreal, sacado de un cuadro. Por un momento calló, sus quejas por el calor, lo incómodo que se habia vuelto el viaje y lo complicado que fue llegar fue recompensado por la vista.

Era la una de la tarde cuando llegaron, después se volvieron las tres cuando arribaron y descansaron en el pequeño hotel que compartirían durante esa semana

El día de Johnny paso entre extranjeros como él con menor bullicio que las ciudades que había visitado anteriormente, el sonido del choque de las olas del mar con las piedras y el calor que se mantenía a pesar de que ya eran las ocho de la noche.

Para las nueve de la noche Johnny ya estaba acostado, estaba agotado por el viaje y la caminata, lo que hizo que volviera a protestar como un adolescente malcriado antes sus padres esa tarde porqué tenían una semana para recorrer la isla entera y por otra parte estaba el golpe repentino de cambio de horario al que poco a poco se estaba adaptando.

Frunció el ceño irritado mirando al techo con la cabeza sobre sus brazos, el aire acondicionado no le estaba haciendo mucha justicia. Ni siquiera iba a necesitar la ropa para dormir, se quitó su playera y su pantalón quedando en ropa interior, era irritante como incluso una sábana le ocasionaba calor.

Insultó el momento en el que sugirio finales de agosto y principios de septiembre ya que tendría que empezar la temporada baja y según esto el clima sería más fácil de llevar. Al menos así fue en los destinos anteriores pero ese pueblo empezaba a parecer un mini infierno y no llevaba ni veinticuatro horas.
Esa vez el cansancio pudo más que la molestia y terminó dormido.

Para su primera mañana en la isla despertó con los golpes insistentes en la puerta por parte de su madre y el frío de la mañana calandole.

La mujer quería ir desde temprano para aprovechar la poca afluencia de turistas esa mañana para conocer el mercado, así que decidió llevarse consigo a su hijo quien no se pudo negar a las peticiones de su madre.

Tomo una ducha rápida y se puso lo más ligero que llevaba en su equipaje, haría algo de viento pero el calor no tardaría en apoderarse de todo el día.

Mientras caminaban todo estaba tranquilo, Johnny admiraba las casas y las residencias de lujo de las cuales se podía ver sus grandes entradas, estaban bien escondidas pero más escondidas eran las casas pequeñas, callejones que parecían laberintos, podría ser fácil perderse pero por suerte era un camino predeterminado. Su madre suspiró de alivio porqué su hijo no paraba de quejarse desde el día anterior y ahora estaba tranquilo observando atentamente.

No fue hasta que llegaron al mercado que comenzaron sus protestas por el costo de una fruta. La señora solo mandó a callar a su hijo pero Johnny seguía y seguía.

Hasta que un chico con un atropellado inglés se presentó frente a el, callandolo ahora sí. Johnny sintió el toque de la delgada mano en su muñeca pero no supo reaccionar ni como quitarla porque no tenía idea de lo que pensaba hacer aquel desconocido, así que lo miro con detenimiento encontrándose con una mirada igual o más afilada que la de el mismo quien parecía retarlo con diversión. Unos ojos oscuros y cejas rectas acompañadas de una nariz delgadita, junto a una boca que le soltaba sermón, y luego sintió la redonda y roja fruta entre la palma de su mano.

Usa tu amabilidad. Dijo el delgado chico frente a el. Sus mejillas se sonrojaron, a pesar de la diferencia grande de estaturas lo intimidó un poco, y no solo eso, el resto de personas que se encontraba ahí escucharon las palabras del chico.

El chico se marchó caminando campante con su bolsa de mandando, Johnny frunció el ceño aún con la cara colorada.

¿Que iba a saber ese mocoso? Ni siquiera se veía como nativo del país, pero eso era meterse en una comparación sin sentido porqué ni el mismo se veía como uno de su país natal según el estereotipo de la gente ajena a su hogar. Así que solo eliminó la idea de su cabeza, o lo era o era otro extranjero con un buen conocimiento y buena pronunciación de del idioma.

—Ahora se amable con la señora —su madre le pellizco una de sus mejillas sonrosadas con algo de burla.

No lo hizo, solo se alejó a otro puesto en una esquina dónde se trago su vergüenza junto con una mordida de esa manzana que su orgullo no le iba a dejar decir que era jugosa y deliciosa, y que probablemente si vale el precio estipulado.

Positano | JohnDoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora