III

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Durante la tarde Johnny fue la burla de su familia, su mamá se encargo de contar la anécdota lo que hizo volviera a sonrojarse y a fastidiarse.

Una experiencia en barco fue contratada por su padre, un recorrido a través del mar. No fue tan malo, al menos el aire fresco pegaba en todo su rostro y cuerpo liberandolo del calor. La vista era buena de lejos, las pequeñas casitas con enredaderas de bugambilias, las montañas y lo casi transparente del agua.

Aún teniendo ese panorama no veía el momento de partir de ahí, hacia el último y ansiado destino que era España. Alejarse del asqueroso calor, de los mosquitos y toda esa naturaleza de la que no era fanático solo si no era de lejos tal como la estaba observando.

El día terminó relativamente bien y al final de este el incidente de esa mañana paso a segundo lugar. Johnny ya se había hecho la idea de que la ropa no era necesaria al dormir pero si el aire acondicionado.





Al pasar un poco más de medio día, Marina Grande era la playa más famosa y elegida para pasar la tarde en su segundo día dejándose llevar por la opinión turística.

Johnny la pasó fuera de esta, no tenía ganas de entrar no por empezar a ser molesto con sus padres, con la brisa le bastaba en ese momento.

Pero si tenía bastante sed, a varios metros se encontraba una tienda. Su hermana al ver sus intenciones le pidió una botella de agua y a pasos lentos se dirigió a ella eligiendo las dos botellas más frías del refrigerador.

Si algo se le había dificultado era manejar el cambio de moneda, ahora debía buscar algo de ayuda para pagar y entre su busqueda encontró a dos extranjeras que lo miraban sonrientes, Johnny les respondió de la misma manera y desvío la mirada porqué prefería no entablar después una conversación, prefirio buscar a alguien más.

Le volvió a ver, y como no, podía recordar esa silueta y esos ojos finitos gracias a qué toda la situación y la persona le fue recordado el día pasado. El chico a unos pocos metros dentro de la misma tienda comía una paleta de hielo, apoyado en el refri y moviendo su cabeza al ritmo de la música que transmitían sus audífonos.

Este sintió su mirada directa buscando al dueño de esta, hasta que se topo con él. Retiró uno de sus auriculares.

—¿Necesitas ayuda? —preguntó amablemente

Johnny no le respondió y quitó su mirada, entonces se encogió de hombros, volviendo a lo suyo.

Y otra vez volvió a sentir que alguien lo miraba. Doyoung entrecerró los ojos con curiosidad analizándolo, aquel rostro le era conocido.

—Ahhh —pronunció y le señaló quitándose de nuevo el auricular —, tú eres el que se estaba quejando ayer ¿Quieres algo gratis? —se burló.

Johnny rodó los ojos —: Para por favor.

Soltó una pequeña risa —: Está bien —le dio una mordida a su paleta volviendo a concentrarse en su aperitivo, pero el chico no se iba y todavía lo miraba logrando incomodarlo —mmm... Hablo enserio ¿Necesitas algo?

Deja tu orgullo de lado Johnny suspiró, si no quedaría como un tonto o probablemente le verían la cara cobrándole más —: Quería comprar algo, pero no entiendo bien la moneda.

—Tan fácil era decírmelo...

Doyoung no tenía problema ayudando a extranjeros, el problema era la forma en la que se lo pedían.

—¿Cuanto traes? —se acercó a el.

Johnny extendió las monedas que llevaba en la palma de su mano.

Positano | JohnDoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora