Extra

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La sonrisa burlona que el mismo esbozó se desvanece en un instante, su corazón se agita ante esa pequeña palabra. Abrió los ojos lentamente, no quería parecer alguien desesperado y al final ver que no había nadie, que posiblemente era una mala jugada de su mente y llevarse la desilusión más grande de su vida.

Todo lo que hizo fue voltear hacia atrás con suma lentitud acompañada con la poca esperanza que le quedaba. Sus ojos se ampliaron ante la sorpresa.

Ahí estaba, de cuclillas frente a él con una pequeña sonrisa.

Sin dudarlo ni un segundo Doyoung se lanzó a sus brazos siendo correspondido al instante y envuelto entre su largo y cálido cuerpo.

El otro fue empujado hasta caer sentado en la arena por una fuerza que ni siquiera sabía que tenía el pelinegro. No importaba si ensuciaba su ropa, lo valía completamente si Doyoung se aferraba a su cuerpo y no tenía intención de separarse.

Escondió su rostro profundamente en su pecho  y el aceptó tenerlo ahí; entre sus brazos como tanto había añorado. No lo soltaría nunca, nunca más.

Es el abrazo más largo que ha dado en su vida, el abrazo de un reencuentro tan esperado por dos personas, un abrazo en el que depósito cada uno de sus sentimientos.

Contra toda su voluntad Doyoung fue el primero en separarse para mirarlo directamente después de tanto tiempo. Con una de sus delgadas manos acunó su mejilla y con las delicadas yemas de los dedos de la otra trazó su frente, sus mejillas, su mentón solo para asegurarse que aquella persona en verdad estaba frente a el.

La mirada de Doyoung estaba siendo opacanda por lágrimas, mientras recorría sus facciones con sus delgados dedos estás caían sin control alguno de sus bellos ojos, pero ni el mismo pelinegro hacia algo por detenerlas e inmediatamente supo que no deseaba verlo así. No pudo evitar conmoverse ante la vista y el también comenzó a llorar, el sentimiento era mutuo.

—Tu cabello es rubio. —Sollozó Doyoung llevando sus manos a sus nuevas hebras color amarillo casi opaco. Escuchar su voz después de tanto tiempo incluso si salió amortiguada le hizo darse cuenta que no era un sueño.

—No imaginé que sería lo primero que dirías al verme. —Entre lágrimas intentó reír ante el inesperado comentario.

—Johnny. —Doyoung pronunció su nombre casi en un chillido volvió a lanzarse nuevamente en un abrazo, no creía parar de llorar en un buen rato.

—Estoy aquí —susurró suave y quedito a la vez que acariciaba la espalda del pelinegro —, estoy aquí. —repitió pero está vez fue para si mismo.

Lo único que los pudo separar después de un largo rato fue el sonido de la lluvia empezando a atacar cada rincón de ese lugar. Doyoung limpió los rastros de lágrimas en sus ojos a la vez que sorbia de su nariz.

Fue el primero en incorporarse y ofrecerle una mano a Johnny para ayudarlo a pararse ya que este seguía sentado en la arena que poco a poco se humedecía, el alto la aceptó entrelazando sus manos. La lluvia comenzó a intensificarse, lo mejor que se les ocurrió fue correr al primer sitio que tuviera un techo donde cubrirse.

Fuera de una tienda ya cerrada Johnny y Doyoung se refugiaron en ese pequeño techo. El alto lo atrajo hacia el calor de sus brazos, Doyoung sonrió tímidamente aceptando el gesto recargando su cabeza en su pecho mismo donde podía escuchar los latidos agitados de su corazón, con delicadeza rodeó la cintura de Johnny fundiéndose en otro abrazo.

—Dime que no me estoy volviendo loco —soltó Doyoung, veía las gotas de lluvia caer rápidamente al suelo. —. Sentí que no te volvería a ver.

—No nos estamos volviendo locos. Yo también creí que no te vería más.

Positano | JohnDoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora