─¿Mi esposa? Ella es mi
razón para vivir. La amo
demasiado, y... por ella
soy capaz de hacer cual-
quier cosa─
─¿Mi esposo? Es muy
tierno y cariñoso conmigo,
...
La señorita Sano se despertó un poco temprano para hacerle el desayuno a su amado esposo.
Aparte de su esposa, para él era como su madre o niñera, pues cuando está a solas con ella se comporta como un niño.
La dama tarareaba una melodía melifua con su suave voz, como si fuera una princesa sacada de un cuento de hadas; mientras mostraba una sonrisa inmarcesible en su rostro.
Mientras cocinaba, escuchó los pasos de su cónyuge acercándose.
El hombre le rodeó la cintura con los brazos y apoyó cómodamente la cabeza en su hombro, pues ella era un tantito más pequeña que él.
─Buenos días amor... ¿por qué te has levantado tan temprano?...─ Murmuró él totalmente somnoliento con voz tropelosa. ─¿Porqué me has dejado solito?─ En su rostro apareció un pequeño puchero.
─Buenos días mi corazón, lo siento, pero alguien tiene que cocinar ¿no?. Ve a ducharte, ya casi tienes que irte al trabajo─ Acarició su pelo blanco con delicadeza.
─No... no quiero ir a trabajar... sólo quiero acurrucarme contigo...─ Él apretó sus brazos, haciendo que la mujer se acalorara y se sonrojara.
La mujer se dio la vuelta para mirar a su marido y darle un tierno besito en la comisura de sus labios. ─Amor, tienes que ir...─ El hombre de pelo blanco hizo otro mohín mientras caminaba hacia el baño "enojado".
Un día de estos me va a matar de lo tierno que es...
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