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Narrador omnipresente 


Stefano se movió tan repentinamente que Alessa no tuvo tiempo de reaccionar cuando la agarró. La cogió entre sus brazos y la llevó por el pasillo a la habitación.

—¿Stefano?— Se rió y se aferró a él. 

Entró en su habitación y la dejó caer sobre la cama con cuidado. Alessa le miro boquiabierta mientras él agarraba la pechera de su camisa y la rasgaba. Los botones volaron. Ella bajó la mirada sorprendida a su pecho desnudo. Podía ver su piel musculosa bajo la luz de la luna que traspasaba las finas cortinas. 

—¿Qué estás haciendo?— Su voz tembló. 

Alargó la mano hacia su cinturón mientras con el pie se sacaba las botas. —No voy a hacerte daño. Mantengo el control.  

Stefano abrió la parte delantera de sus pantalones y tiró del cinturón. El sonido del mismo al golpear la alfombra, arrancó sus ojos de su apretado abdomen y acabaron sobre los sexy boxer negros que asomaban por la V de sus pantalones. Su mirada regresó a él, cuando se inclinó para bajarse los pantalones. Stefano salió de los pantalones y volvió a enderezarse delante de ella con nada más que con sus calzoncillos. 

Su mirada empezó a recorrer su cuerpo y Stef se abalanzó de repente. Alessa se quedó sin aliento cuando él se inclinó sobre ella, sus manos se apoderaron de ambos lados de su camisa y se la arrancó. El aire cubrió su piel. Su mirada buscó sus ojos ,pero la atención de Stefano estaba en su estómago y en el sujetador. 

—¿Stef? 

Le separó más la camisa para dejar expuestos los pechos ,bajo las manos para agarrar la falda. No se molestó en deslizarla por su cuerpo. En su lugar, la cogió de la cintura y desgarró el material por la mitad.

Alessa no podía moverse, ni siquiera respirar, se quedó sin aliento cuando sus dedos se deslizaron bajo la cintura de su bragas. Su mano era cálida en su bajo vientre. Un tirón y lanzó la seda destruida sobre su hombro. Casi estaba desnuda. Sólo tenía el sujetador.

La agarro de las caderas y la mantuvo de espaldas sobre la cama. Se dejó caer de rodillas entre sus muslos y ella trató de alejarse. 

—No voy a hacerte daño. 

 Su corazón latía con fuerza, pero no de miedo, sólo estaba sorprendida.

Su oscura mirada se encontró con la de ella.Le acarició el interior de los muslos ,empujó para abrirlos y se lamió los labios. —Te he dado placer con mi boca antes.

Alessa tragó saliva con dificultad. Su mirada bajó a las manos que mantenían firmemente sus muslos separados.Alessa recordó y se estremeció. Sí, había disfrutado con lo que esa boca le había hecho. Tuvo la tentación de instarle a hacerlo de nuevo, pero trató de ser razonable. 

Su mirada se alzó hacia ella.— Deseo tu sabor y escuchar esos sonidos que haces cuando mi lengua se frota contra ese pequeño capullo que se hincha por el placer. 

Ella le miró a los ojos.¿por qué no?.Su vientre se estremeció.Sólo su miraba la mojaba. Ella abrió la boca. 

—Um ...— Su mente se quedo en blanco. 

—No voy a hacerte daño. Te doy mi palabra. Voy a hacerte gritar pero no de dolor.  

Se mordió el labio con fuerza. Stef le había dado mucho placer con su boca. No podía mentirse acerca de eso. Solo tuvo que cerrar los ojos y recordar lo que le había hecho, para que su estómago se apretara. 

La mujer de un mafiosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora