Capítulo 12: Hilos dorados

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Emmet

—¿Qué hiciste con la sirena?

—Está en una celda y permanecerá encadenada. No volverá a encargarse de ninguna tarea; de eso se ocupará la princesa —me informa Enzo. Hoy la resaca no me permitió hacer nada. Me dormí a tempranas horas de la mañana y no desperté hasta que el sol comenzó a ocultarse. Agradezco que él me apoye. —Y hablando de la princesa...

—Deja de llamarla así —espeto osco. —Ya no es nada semejante.

—¿Entonces cómo la llamaremos ahora? Todo el día ha estado preguntando cuál es su nombre. Esa mujer será un problema si no le ponemos un alto ya mismo; ya amenazó y atacó a varios de la tripulación.

—Dale un nombre cualquiera y ya está. No tengo tiempo para ocuparme de pendejadas —con esto queda zanjado el tema y pasamos a lo importante.

Una situación que me tiene preocupado, al grado de despertar a mitad de la noche y no volver a conciliar el sueño. Un problema que comenzó hace dos semanas y conforme pasan los días, la situación empeora.

—Antes que nada —dice Enzo al tiempo que saca tres pergaminos y los desenrolla para mostrarme —, ya analicé el Goccia di luna: está en blanco, apagado. Pareciera una joya ordinaria, por lo que no sabría decirte si lo que te dijo la bruja sobre él sea verdad.

Tomo el pergamino y leo con detalle sus observaciones. Nada relevante.

—Y sobre tu rubí... —dice apenas enrollo nuevamente el papel. Su tono y su pausa dramática me dicen que no son buenas noticias —me temo que no encuentro la falla. Es decir, nada visible; no hay rasguños, aberturas y tampoco está quebrado. Está intacto. Lo que me lleva a imaginar dos cosas. Una es que... bueno, que... —se pasa una mano por sus mechones de cabello negro de manera ansiosa —que a lo mejor está sobrecargado de magia, que ha llegado a su límite y que por eso no funciona como antes.

Mi collar, con el que me protejo de la magia, solía ser un dije cualquiera que antes guardaba una piedra de cuarzo en el centro. Había sido un obsequio de cumpleaños hace ya varios años. En un brutal enfrentamiento, la piedra se hizo añicos y se perdieron los trozos, dejando el hueco que ahora es ocupado por cristales de rubí.

Esos cristales, rodeados por un marco plateado y cadena plateada, se me fue entregado como símbolo de amistad.

Y pensar que ese mismo amigo ahora anhela mi sangre en sus botas y mi cabeza en su espada.

Algo en mi collar no se siente bien. Cada que lo uso siento la cadena pesada, el dije caliente, tengo constantes náuseas y dolores de cabeza, y todos esos síntomas desaparecen en cuanto me lo quito, un acto inmediato.

Fue por eso que en la última semana Enzo se lo ha estado llevando a su camarote por las noches para estudiarlo y averiguar qué es lo que sucede. Además de ser un brillante científico e investigador, posee herencia mágica debido a su madre, acusada de brujería y ejecutada cuando él solo era un niño.

Actualmente se cree que solo las mujeres son capaces de tener magia. La gente es muy ignorante para darse cuenta de que también los hombres pueden heredarla.

Por desgracia para mí, no tengo ninguna forma de defenderme a ataques mágicos más que con el collar. Una clara prueba de ello es la manera en que la sirena logró manipular mi mente, y si pudo hacer eso con lo mínimo que le quedaba, no me quiero imaginar cuando esté en su control absoluto.

—¿Y cuál es la otra posibilidad? —pregunto sin querer escuchar la respuesta.

Enzo se toma un momento para responder.

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⏰ Última actualización: Mar 12, 2023 ⏰

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