[ Broken ]

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Cuándo la rabia se apodera de tus ojos, los velos de la ira te ciegan y te sumen en un estado de completa bravura; te vuelves inconsciente de tus propias acciones, como si alguien tomara las riendas de tu cuerpo, cuál marioneta. En ese crucial instante en el que más necesitas tu capacidad de pensamiento, tu sentido de la razón se desvanece, solo para reaparecer con fuerza cuando el peso de la culpa se hace presente.

Así me sentí yo en ese momento de pura adrenalina, en el que rompí dos espejos, y cuando recuperé el juicio, escuché los pasos, miré el desastre y olí mi sangre.

Camilo, qué has hecho.

Intenté ocultar los cristales, pero corté mi muñeca en el intento, estaba por quejarme del dolor, pero mi grito expiró en mis labios en cuanto Mirabel, Dolores y mis padres se posaban justo en frente mío.

—Camilo, ¿qué...? —Mi prima recogió uno de los cristales, para luego observarme a mí, esas palabras fueron suficientes para querer ahogarme en mi propia culpa.

Una nube lluviosa apareció justo arriba de la cabeza de mi madre, empapandola en segundos, mi padre le susurró algo, creo que tenía que ver con mi tía Julieta, mamá se retiró rápidamente, aunque con su mirada preocupada clavada en mí.

—Camilo, ¿qué pasó? —Mi padre se acercó a mí mientras yo me ponía de pie.

—Nada.

—Camilo, puedo ver los espejos y la sangre, que sucedió. —insistió él con una voz suave pero a la vez firme, retrocedí dos pasos.

—Me tropecé y me caí, eso. —miraba avergonzado el piso, no quería mirar ni a mi prima, ni a mi hermana, ni a mi padre, y mucho menos podría mirar a mi madre.

—¿Estás bien? —se acercó mi hermana dulcemente, acariciando mi mano herida— ¿Te duele mucho?

—Estoy bien. —afirmé, sin mirarla. Sentía como todo el estomago se me revolvía, seguía de un pésimo humor.

—Mi mamá ya viene en camino con arepas para curarte, no te preocupes. —me sonrió Mirabel.

Mi papá me miraba con...¿Desaprobación?, Oh, Dios, sabía que yo mentía, ya lo sabía, estaba jodido.

Llegaron mi mamá y mi tía, ambas muy preocupadas, me trajeron tres arepas, me las comí con las miradas de todos clavadas directamente en mi rostro.

—¿Ya estás bien, mi bebé? —preguntó mi madre, asentí— ¿¡Entonces qué rayos pasó!?

Me sobresalté por su repentino cambio de humor, y también lo hicieron Mirabel, Dolores y mi tía Juli. Mis dos padres me miraban a los ojos, con una mezcla de preocupación, angustia y amenaza, les disgustaba que los dos espejos más bonitos de mi cuarto ahora estuvieran...Bueno, eso, creo que hasta una hiena hubiera sido más dulce en su habla.

—Ya lo dije, tropecé y caí, eso es. —murmuré tímidamente.

—¡No lo es, Camilo Alfonso Madrigal García! ¡No tiene sentido, Casita siempre ayuda cuando estás apunto de tropezarte! —exclamó la de vestido amarillo, sabía que estaba intentando controlarse, pero se le hacía imposible.

Tenía razón, siempre que alguien estaba apunto de tropezarse o caerse, la casa los sostenía antes de que eso ocurriera, o bueno, casi siempre.

Así que era ilógico que hubiera caído de forma tan grave.

—Mamá, créeme.. —Fue lo único que pude decir.

—¡Una vez me tropecé y Casita no ayudó! ¡N-No es imposible! —me intentó defender Mirabel. Estuve tantos años apartandola e ignorandola, y aún así me defendió.

𝐌𝐈𝐑𝐑𝐎𝐑 - Camilo Madrigal's POVDonde viven las historias. Descúbrelo ahora