[Prólogo - The Gift ]

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—Cami, abrele la puerta a mami, ¿sí? —Pepa intentaba acceder a la habitación de su hijo menor, más él se negaba a abrir la puerta.

Faltaban treinta minutos para la ceremonia, pronto la gente comenzaría a llegar, y a pesar de que ya todos estaban vestidos, la casa decorada y las invitaciones enviadas. Camilo seguía escondido debajo de su cama, en pijama, con su cabello alborotado y sus ojitos llenos de lágrimas.

—Cami, abre la puerta, vas a tener un don muy especial, créeme, no hay razón para tener miedo... —insistió Pepa titubeante, acariciando su trenza pelirroja para no entrar en pánico, como si esta fuera su consuelo.

Abuela Alma estaba muy frustrada por el hecho de que Camilo no estuviera aún listo, nunca había pasado, siempre los niños Madrigal estaban muy emocionados por su día especial. Sin embargo Camilo no parecía feliz. Parecía ansioso, consternado, como si no deseara obtener su don.

—...No quiero. —Respondió el pequeño, debajo de la cama, jugueteando con sus deditos.

—Vamos Camilo, ¡va a ser fantástico! ¡Anda, sal! —apoyó Félix, acariciando los hombros de su mujer para calmarla.

—No quiero. —repitió, había puesto sillas y juguetes con tal de bloquear la entrada a la habitación que compartía con Mirabel.

La pequeña Mirabel acompañaba a su primo, con un lindo vestido blanco y dorado con mangas de farol y un moño adornando sus bucles negros. Estaba sentada en una silla frente a la cama, mirando triste a su mejor amigo, no lograba comprender porque él tenía tanto miedo de abrir la puerta, pues personalmente su mayor sueño era que ese día llegue para ella. Pero aún así, decidió brindarle todo su apoyo.

—¿Por qué no quieres salir? —preguntó al fin la infante en susurros, columpiando sus pies.

—Porque no quiero que me cambien de habitación y que tenga que dormir solo en la oscuridad, quiero estar contigo. Además, es aburrido estar solo. —murmuró, Camilo tenía un gran miedo a la oscuridad, no podía dormir sin compañía.

—¿Y si...te acompaño en las noches? Jugamos y robamos comida a escondidas y hacemos pijamadas, así no vas a estar solo. —sugirió con una sonrisa, el niño vaciló un poco, más luego habló.

—Pero quizá no te dejen, a nosotros no nos dejan ir a la habitación de Luisa o a la de Isabela, solo entramos a la de Dolores cuando no está la abuela.

—Entonces me voy a escabullir, ¡nunca me van a pillar!

—¿Y si te castigan?

—Con tal de jugar contigo me pueden castigar todas las veces que quieran, no voy a hacerles caso.

—¿Y si me castigan a mí?

—Voy a asumir la culpa.

El rizado sonrió y salió de la cama, entre los dos pequeños quitaron todo lo que cubría la puerta de madera y la abrieron, estaban Félix y Pepa, esta última estaba apartando una nube oscura, intentando que su vestido dorado no se moje.

—Ay, mi niño, ¿ya estás listo para prepararte? —preguntó Pepa besándole las mejillas a su hijito con mucho amor.

—...Supongo que sí. —contestó. Los adultos lo llevaron para vestirlo y peinarlo.

𝐌𝐈𝐑𝐑𝐎𝐑 - Camilo Madrigal's POVDonde viven las historias. Descúbrelo ahora