El complot de las madres

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"¡Urano, por favor! Baja ese libro mientras comemos."

"¡Pero mamá, estoy en la mejor parte!"

La señora Motosu soltó un suspiro apenas sentarse a la mesa, mirando el enorme libro de arqueología que cubría el rostro de su hija de su vista envuelto en el vapor de la sopa de miso, el pescado y las verduras.

'Cariño, temo que está niña morirá de inanición y completamente sola.'

La mujer sirvió un poco de té en los dos vasos de barro que había colocado, dando un sorbo de manera contemplativa, esperando tranquila a qué su hija colocará un separador entre las páginas, cerrará el libro y lo colocará a un lado en la mesa.

"Ittadakimasu" exclamó Urano en completa desgana y comenzó a comer.

La señora ya llevaba la mitad de su comida cuando notó que Urano estaba por terminar. Eso la preocupó. Una vez terminara de comer, recogería su libro, se iría a su habitación y no tendrían ocasión de hablar hasta la noche siguiente de modo que la mujer bajó sus palillos, tomando su vaso con ambas manos.

"¿Aún piensas solicitar ese trabajo de bibliotecaria?"

"Sabes que sí, mamá" respondió su hija con una sonrisa diminuta.

"Y, ¿qué harás después?"

Su hija se detuvo, mirándola confundida con su último bocado de pescado a medio camino a su boca abierta, haciéndola lucir tan tierna y graciosa como cuando tenía cuatro años.

La señora Motosu sonrió, pensando que su hija se molestaría mucho si ella le tomaba una foto en ese momento.

El pescado volvió al plato, aún si los palillos seguían siendo sostenidos por la mano de su hija, quién ajustó sus lentes con la izquierda sin dejar de mirar sus platos vacíos.

"Mamá" suspiró Urano "dudo que vaya a casarme. En serio, no me siento atraída por nadie de ese modo, lo más cercano sería Shuu y... Ughhh, Shuu es casi como mi hermano, así que eso sería casi incesto".

La joven hizo algunos gestos exagerados de asco y la señora Motosu tuvo problemas para contener la risa, recargando su rostro sobre su mano, la comida olvidada por completo.

"Urano... aunque me encanta tenerte en casa... la vida es incierta. Voy a morir un día, no quiero que te quedes sola, ¿sabes?"

Urano suspiró, eludiendo su mirada y dirigiéndola a un punto en el suelo junto a la mesa.

"Sé que no necesitas un hombre para ser feliz, solo tus libros, pero... de verdad me sentiría más tranquila sabiendo que hay alguien más, aparte de mí y de que se preocupe por ti. Alguien que te lleve caldo de arroz cuando enfermes y te compre libros en tu cumpleaños".

"¡Mamá...!"

"No, no, Urano, solo... quiero que seas feliz... fuera de tus libros. Por favor".

La chica levantó la mirada entonces. Sus ojos pardos mostrando una extraña mezcla de amargura y desconcierto. La señora Motosu le sonrió con tristeza. Su hija era incapaz de comprender su preocupación.

"¿Al menos, estarías dispuesta a intentarlo? ¿Por favor?"

Urano soltó un largo suspiro, encorvándose en la mesa como cada vez que la había convencido de dedicar una o dos horas del día a aprender a hacer algo diferente a leer libros. Sabía que su hija no estaba feliz, pero también sentía que había ganado una oportunidad.

"Bien, lo intentaré... no prometo nada"

"Gracias, Urano"

"¿Puedo ir a leer ahora?"

Un Último DeseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora