Hilos entrecruzados

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"¿Dónde...? ¿Qué...?"

Lo primero que Urano notó al despertar era la habitación en la que estaba. Ese no era el dormitorio que en que había vivido toda su vida... de hecho, le parecía familiar. Quizás habría recordado que esa era su nueva recámara matrimonial si la cabeza no le doliera un poco y no muriera de sed.

Lo siguiente que notó fue que estaba sola y semidesnuda en una cama demasiado grande para ella sola.

Un post'it yacía en la mesita de noche a su lado junto a una jarra con agua, un vaso y unas pastillas.

La joven se colocó sus lentes en cuanto logró encontrarlos, mirando a todas partes con desconfianza y cubriendo su cuerpo con las sábanas antes de tomar la nota y leerla, haciendo un esfuerzo por no beberse todo el líquido a su disposición.

'Lamento que debas despertar sola, surgió algo en el laboratorio. Toma la medicina e hidrátate.

Tetsuo.

Releyó la nota un par de veces más hasta que las palabras cobraron sentido.

Sin hacerse más preguntas, Urano se tomó la medicina, casi tres vasos de agua y luego, con la sábana cubriéndola de pies a cabeza, se dispuso a deambular por la habitación hasta dar con su ropa y un baño.

No fue hasta que se bañó y vistió con ropa sencilla que comenzó a recordar poco a poco.

Estaba en su nueva casa... que compartiría con Tetsuo... Quién sería su esposo muy pronto... habían cenado y...

Quería que se la tragara la tierra. Recordaba haberse comido a besos a su prometido... lo cual era impactante teniendo en cuenta que, salvo por ese abrazo el día anterior que la habían dado de alta, no habían tenido mucho contacto físico.

Nerviosa, bajó a la cocina, miró el refrigerador y volvió a cerrarlo, escurriéndose junto al fregadero, cómo hundiéndose en la miseria.

"¡Bwuuuuu! ¿Porqué hice eso anoche? ¿Porqué?" lloriqueaba la chica haciéndose un ovillo y cubriendo su cara, tan caliente al tacto, que se espantó por un momento pensando que tenía fiebre.

"Tetsuo san pensará que soy... que soy... ¡algo que NO soy!"

"¿Urano chan?... ¡Te encontré!" gritó emocionada su amiga Akane, parándose a un lado de ella e inclinándose cómo si tratara de hablar con un niño pequeño, haciéndola sentir más avergonzada.

"Trágame Tierra" musitó la joven asomándose por detrás de sus rodillas y volviéndose a ocultar, sintiendo que sus lentes se enredaban en su cabello.

"¡Que mala eres, Urano chan~! Solo venía a ver cómo estabas... y escuchar el chisme, por supuesto."

"¿Cuál chisme?" preguntó con inocencia sin salir de detrás de sus rodillas.

"¿Cómo cuál? Pasaste tu primera noche con un hombre, ¡eres toda una mujer ahora! Quiero cada detalle. ¿Tiene mucho pelo o es lampiño? ¿Fue dulce? ¿Es más como el señor Gray? ¿Qué tan grande la tiene? No, no, no, espera, espera, antes que todo eso... ¡¿Te gustó?!"

Si antes se había sentido inapetente por la vergüenza, ahora incluso sentía náuseas. ¿Es que todos sabían... o solo asumían que había pasado algo?

Urano se asomó de nuevo, sonrojada, levantando el rostro apenas lo suficiente para responder.

"No lo sé, no lo sé y no lo sé."

"¡Ay, Urano! Pensar que tardarías un poco en... espera, ¡¿Qué?! ¿Cómo que no lo sabes?"

Akane la miraba con los ojos como platos. Urano decidió ponerse en pie, desenredando sus lentes antes de colocarlos, soltar su cabello un momento, arreglarlo con sus dedos antes de volverlo a amarrar. Ahora además de avergonzada de sentía frustrada por alguna razón.

Un Último DeseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora