Capítulo 16: Libros y hechizos

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A las afueras de un pueblo había una cabaña de madera, con un frondoso huerto en la entrada, donde vivían tres mujeres. Una de ellas; la más joven; corrió rápidamente hacia la casa en la noche, tratando de huir lo más rápido posible de la lluvia.

—Agatha —la llamó una mujer de piel negra en cuanto entró—, ¿dónde estabas? Es tarde.

—Lo siento. Me entretuve en el pueblo.

—¿Otra vez confraternizando con humanos? —preguntó la otra mujer de cabello anaranjado.

—¿Por qué lo dices como si fueran el enemigo? Son como hormiguitas fáciles de aplastar.

—¿Trajiste lo que te pedí? —preguntó la primera mujer. Era una señora claramente mayor que Agatha, de piel negra y cabello afro.

—Sí, Doris. —Agatha le tendió su cesta—. Está todo ahí.

Doris tomó la cesta y le lanzó una mirada de reproche a la chica, antes de revisar si había traído los ingredientes correctos. La mujer pelirroja se encontraba removiendo un caldero en la mesa del salón.

—Sabes que no podemos llamar demasiado la atención, y tú te la pasas coqueteando con los hombres del pueblo —regañó la pelirroja a Agatha.

—¡Yo no coqueteo! —Las dos mujeres se miraron con incredulidad y luego a la más joven—. No lo hacía esta vez.

—¿No estarías haciendo preguntas? —cuestionó Doris, con algo de advertencia en su voz.

Agatha se encogió de hombros.

—No pregunte... surgió.

—¡Agatha! —replicó la pelirroja.

—¡Solo quería saber!

—¿Qué van a saber unos humanos sobre lo que le paso? —contestó Doris—. Agatha, lo que ocurrió es que la encontraron. Ya está. Si no quieres ser la siguiente, te aconsejo que mantengas un perfil bajo.

—Eso, o te dejamos a tu suerte —advirtió la pelirroja—. No voy a morir por tu imprudencia. Tenemos secretos que proteger. —Se dirigió a Doris—. ¿Está todo?

—Sí.

—Pues échalo ya.

Doris metió los ingredientes en el caldero, y tras moverlo unos segundos, de este salió un fogonazo. Se tomaron de las manos alrededor del caldero y comenzaron a recitar un hechizo en un idioma antiguo. Pero de repente, la puerta estalló, tirándolas al suelo.

Agatha alzó la vista con dificultad hacia la puerta y entre el polvo de la explosión y los escombros, divisó a Verett, con una sonrisa maliciosa y una capa sobre los hombros.

—Toc toc —dijo con sorna.

Doris fue la primera en reaccionar, tratando de atacar al brujo, pero este solo tuvo que levantar una mano para detenerla.

—¿Sabes? Se te da mucho mejor huir. —La lanzó contra la pared. Anastasia intentó dispararle desde lejos con todas sus fuerzas, pero nuevamente fue inútil. La mujer lo miró espantada, impresionada por su enorme poder—. He mejorado mucho, ¿verdad? —se burló Verett. Alzó ambas manos y puso a las dos mujeres de rodillas, mientras se retorcían de dolor—. Clásico de las ninfas, subestimar mi poder.

Agatha tomó uno de los frascos de la mesa y se lo arrojó a Verett, una luz lo cegó y pudo dispararle, lanzándolo fuera de la casa. Las dos mujeres cayeron al suelo, adoloridas.

—Vete —le ordenó Doris cuando intentó ayudarla a levantarse.

—Márchate de aquí, niña —le dijo la pelirroja, levantándose sola, para ir a por Verett.

Kalet y la Bestia: La sombra [LRDN #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora