El plan era sencillo en concepto, ejecutarlo ya era cuenta aparte. Chamuel comprendía que mi muerte súbita me había dejado atado a mis padres y que, para poder continuar, debía estar listo para dejarlos. Los dos éramos más que conscientes de que se le estaba demandando demasiado a un crío que ni a la mayoría de edad había llegado. A pesar de eso, no quedaba otra opción. Las cosas estaban demasiado caldeadas como para perder el tiempo.
Fue por eso que Chamuel me permitiría quedarme con mis padres esa primera noche, todo en pos de que pudiera recomponerme un poco y cargar energías antes de la travesía que nos esperaba. Habían demasiados demonios de baja monta buscando almas errantes, así que él me marcaría con su protección temporal para que pudiéramos estar seguros. Este regalo duraría solo hasta el amanecer.
Era algo similar a lo que el ángel desconocido había dejado en mi alma sin que siquiera lo supiese, pero mucho menos potente. Chamuel posó su mano en mi hombro izquierdo, cerró los ojos para concentrarse y una extraña y cálida luz rosada me cubrió por completo por un instante, dejándome casi ciego. Para cuando los ojos se volvieron a acostumbrar a la luz natural del pasillo en el que nos encontrábamos, todo había terminado.
—¿Qué sentiste? —indagó preocupado Chamuel —. A veces la protección puede ser agobiante para algunos humanos, casi imposible de tolerar.
—No, no sentí nada de eso —confesé extrañado—. Sentí... ¿alivio? como si ya supiese cómo se sentía la bendición y la estuviese esperando. Es raro.
—Todo en tu caso es raro, Calum Argent. —Chamuel sonrió para luego escoltarme a mi hogar. La noche más larga de mi vida estaba por comenzar.
Pasar el umbral de nuestro hogar fue devastador. La brusquedad con que me di cuenta que no podía sostener la manija de la puerta hizo que mi corazón diera un vuelco. Se notaba que las cosas se darían de la forma difícil y dolorosa.
Para la una de la madrugada fui capaz de recolectar los fragmentos de coraje que se encontraban esparcidos por todos los rincones de mi existencia. Ayudándome de la barrera de protección que había alzado, ingresé al dormitorio en que ellos dormían. Habían caído exhaustos debido a tanto llanto. Papá se encontraba abrazando a mamá de una manera bastante incómoda y ella sollozaba entre pesadillas.
Extendí mi mano derecha e intenté acariciar el cabello de la mujer más amorosa y desinteresada que había conocido en mi vida. Por mi mente pasaron los recuerdos que ataban mi esencia a la de ella y fui consciente de que todo lo que era se lo debía a los dos.
Sin fuerzas ya para pretender ser fuerte, dejé que las lágrimas surcasen mi rostro y que los espasmos que nacían desde mi pecho me dejaran sin respiración. Aunque ahora todo era distinto, la necesidad de tomar bocanadas de aire para estabilizar mi ritmo cardíaco en verdad no estaba allí. Las leves convulsiones que arremetían contra mi cuerpo eran por completo psicológicas, pues sin darme cuenta actuaba como si mi metabolismo aún estuviese con vida.
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Almas En Juego
ParanormalLo peor de la muerte no es dejar de vivir, es darse cuenta de todo lo que te perdiste. Se dice que al fallecer, uno asciende y acepta las consecuencias de sus actos. Te vas al infierno o al cielo. Incluso algunos deciden reencarnar. Pero a la mierda...