18. Brooke

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Mi primera sesión con Lauren Mills fue muy poco ortodoxa. Al menos, no puedo decir con honestidad que no fue para nada como pintaban las sesiones en las películas. Al llegar a su consultorio, un hombre de color que tenía la sonrisa más grande que había visto en mi vida me recibió alegre. Fue raro, porque no era la amabilidad tradicional de "soy el secretario y tengo que recibirte" sino más bien un "te estábamos esperando".

Me hizo sentarme en una pequeña pero acogedora sala de espera y me mostró dos libreros inmensos que llegaban hasta el techo.

—Este librero contiene libros que no puedes leer, son libros que otros pacientes ya están leyendo —me comentó quien pronto descubriría se llamaba Lamar Rhodes—. Cada libro en lectura actual tiene su señalador y progreso, por eso no puedes seleccionarlo. Sin embargo, eres libre de tomar cualquiera de los libros en el otro librero. Si decides leer, te daré un marcador con la fecha que comenzaste a leer y tu nombre.

—Muchas gracias, señor —comenté interesada mientras buscaba entre libros algo que resonara conmigo. Salir corriendo a la sesión, debido a los nervios, me había impedido notar que Lauren Mills podría tener otro paciente antes de mí.

—Oh, no, por favor, puedes llamarme Lamar. Soy Lamar Rhodes y es un placer conocerte, Brooke Alden. Por aquí todos me llaman señor Mills como chiste, pues soy el secretario y el esposo de Lauren.

—Oh, ya veo —sonreí divertida por esa ocurrencia. Siempre había escuchado "la mujer de", no "el esposo de" de esa forma.

—Nos vemos en quince días, Sharon, ante cualquier dificultad me escribes, ¿sí? —Lauren Mills hizo acto de presencia mientras despedía a su paciente. Yo llevaba diez minutos leyendo una novela de misterio y suspenso que me había llamado muchísimo la atención—. ¡Brooke! Es un placer conocerte, ven pasa.

—H-hola —tartamudeé como boba por la vergüenza. Lauren Mills tenía la misma mirada llena de bondad que su esposo, se notaba que estaban hechos el uno para el otro.

—¿Espero que no hayas tenido que esperar demasiado por mi culpa?

—Oh, no, no se preocupe, Señora Mills. Fue mi equivocación salir corriendo hasta aquí —entre mi ansiedad y Calum apurándome no podría haber salido de otra forma, pensé—. El señor Rhodes fue muy amable y me dejó escoger un libro.

—Oh, y elegiste uno muy bueno —comentó entusiasmada mientras clavaba su mirada celeste en el libro sobre mi falda mientras ambas tomábamos asiento en su estudio.

—Se ve muy prometedor —sonreí apenas mientras cruzaba mis piernas algo incómoda, la sesión había comenzado.

—Oh, no te pongas demasiado cómoda, nos vamos a ir al piso —comentó divertida mientras se enderezaba, caminaba hacia la alfombra de piel color hueso que estaba en el lado opuesto de la sala y se sentaba.

Le dio unas palmaditas al suelo para invitarme a salir de mi zona de confort y acompañarla. No pude evitar ver cómo el ventanal que tenía a sus espaldas dejaba que la tarde bañase con su luz dorada todo el lugar.

Entre esa hermosa imagen y el incienso que había encendido antes y flotaba en el aire, me sentí segura. Por eso, ignorando las voces de mis familiares que buscaban treparse por mis pies como sanguijuelas, me senté frente a ella. Bañarme de luz solar me dio un shock de energía que no esperaba en lo más mínimo.

Las voces incluso mermaron una vez me senté en frente de esta extraña y misteriosa mujer de ojos celestes y cabello largo y rubio, tan angelical que parecía irreal.

—Lo que vamos a hacer hoy es hablar de dos principios que te van a ayudar. Perdona que haya hecho trampa, pero me he estado juntando con un cierto arcángel y un cierto adolescente que conocen tu historia muy bien.

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