Hablar con la señora Mills siempre me hacía sentir mejor y ese día no fue una excepción.
A diferencia de terapias tradicionales de una sesión por semana máximo, yo debía presentarme ante Lauren Mills una vez cada dos días. Al principio se me había hecho una pesadilla, pues tenía que tratar cosas muy difíciles de las que prefería escaparme, pero ahora todo era diferente.
Estábamos terminando el primer mes de terapia y habíamos avanzado muchísimo. Yo ya no me culpaba tanto por el accidente y los fantasmas de mi pasado no tenían tanto control sobre mí. O al menos eso se sentía.
—Lo hiciste muy bien esta sesión también, Brooke. Estamos muy orgullosos de ti —comentó feliz como siempre Lamar Rhodes.
—¡Muchas gracias, señor Rhodes! —comenté feliz, mientras cerraba los puños a los lados de mi pecho en señal de fuerza—. Me vengo sintiendo muchísimo mejor este último tiempo.
—Y eso es fantástico, cariño; no hay nada que queramos más que tu recuperación —Lauren sonrió con su paz tan característica ya—. Si bien estos procesos son difíciles, tienes que tener presente que tú puedes afrontarlos.
—Sí, retroceder es parte del proceso y no debo desanimarme por eso. Es natural —asentí a lo que ella quería en verdad decirme.
—Exacto, Brooke, y no es en verdad retroceso si al final del día terminas aprendiendo algo —Lauren me abrazó de manera de despedida y salí del consultorio despidiéndome con la mano.
Saqué el móvil para ver de qué me había perdido durante mi tiempo de sesión y Calum apareció firme, como siempre, frente a mí para saber cómo había ido mi sesión.
—Todo bien, Calum, no tienes que preocuparte —le comenté al ver la preocupación pintada en su rostro—. Rose me acaba de decir que debemos pasar por su casa a buscar a Makenna.
—¡Genial! A las dos cosas —aclaró por demás entusiasta y salimos juntos.
Gracias a Dios lo de Rose no estaba lejos del consultorio de la señora Mills. Para cuando llegué a la casa de aspecto señoral en donde vivía Rose, ella y Makenna estaban esperándonos sentadas en las escaleras del porche.
—¡Hola! —saludé con una sonrisa honesta sobre el rostro, ese día me estaba sintiendo fresca y liviana.
—¡Brooke! —Makenna saltó y se prendió a mi cintura en señal de afecto. Amaba a mi primita y ese día y ese día ese sentimiento era más fuerte de lo normal, pues el pecho se me hinchó de alegría al ver sus ojos brillar por mí. Llevábamos ya un poco más de dos semanas sin ningún tipo de episodio paranormal. Lo mejor de todo había sido que ella no recordaba nada de esa horrenda noche en que casi pierdo a Calum.
Rose lucía algo cansada esa vez, así que no quise retenerla más. Nos despedimos de ella y poco a poco fuimos emprendiendo el camino a casa. Makenna no paró ni un solo segundo de hablar. Me contó sobre lo que había hecho en el jardín de infantes, sobre lo que había hecho con Rose y hasta lo que pensaba hacer conmigo. Su vocecita cantarina y llena de luz opacaba por completo las voces de papá y mamá que ese día se habían puesto persistentes.
—Brooke, ¿estás bien? Siento que me estás escuchando y a la vez no, es raro.
Mi pequeña prima clavó sus ojos en mí mientras se descalzaba en el descanso de la casa, parecía odiar tener que andar calzada más de lo necesario.
—Lo lamento, estoy bien. Y sí, te estaba escuchando. Perdón si sentías que no.
—Oh, no me molesta. Se notaba que te estabas esforzando, eso es lo que cuenta. ¿Quieres que hagamos galletas hoy?
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Almas En Juego
ParanormalLo peor de la muerte no es dejar de vivir, es darse cuenta de todo lo que te perdiste. Se dice que al fallecer, uno asciende y acepta las consecuencias de sus actos. Te vas al infierno o al cielo. Incluso algunos deciden reencarnar. Pero a la mierda...