29. Calum

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Abrí mis ojos de manera abrupta, aterrorizado por manos desconocidas que me sacudían por los hombros con desesperación. Cuando por fin pude enfocar mi mirada, pude ver a Frank, sudado y con cara de haber visto un muerto. ¿Qué había ocurrido?

—¡Calum, hermano! ¡¿Es que quieres matarnos de un susto?! —Derek me llamó la atención, se encontraba detrás de Frank tan o más aterrorizado que el primero de mis amigos.

—Lo lamento, ¿qué pasó?

—Te desmayaste en medio del partido; caíste redondo como un muerto, hermano. Casi nos morimos nosotros del susto. ¿Estás bien?

—Sí, debe haber sido algún bajo de presión, hoy merendé poco antes de venir a jugar. Ya, chicos, estoy bien —sonreí a medida que hablaba para calmarlos un poco.

—Lo mejor es que te lleve a casa, viejo, tus papás nos van a matar si te dejamos volver caminando en este estado. Ven, toma el balón. —Me lo dio buscando en su bolso la llave del auto para luego enderezarme con su ayuda. Me trataba como si estuviese sufriendo una fractura de hueso o algo así.

—No seas tan exagerado, estoy bien. Acepto el viaje gratis, pero no voy a tolerar esa cara de película de terror que te traes. —Reí luego de decir eso, con ganas pues estaba recordando el sueño más extraño que había tenido en mi vida—. ¿Puedes creer que soñé? Y, hermano, no vas a creer qué sueño loco tuve.

Esa noche, luego de cenar con mis padres y ver una serie en mi laptop, me acosté con ganas de volver a soñar con ella. La chica de ojos marrones más hermosa que había visto en mi vida. Esa chica con mirada triste que me observaba como si fuese lo mejor que le hubiese pasado hasta el momento. La chica que me llamaba por mi nombre y lo hacía sonar como lo más hermoso del universo. ¿Cómo era que se llamaba? No podía recordarlo...

Pero las cosas no siempre salían como uno las quería y a la siguiente mañana me desperté con el trago amargo de no haberla encontrado entre mis desvaríos nocturnos. Me preparé para ir con mamá al centro, debíamos ir por algunas cosas que necesitaba comprar para su semana de trabajo y quedé de ver a Rylee esa tarde en el centro comercial, pues quería presentarme a su novio.

Cosas extrañas de la vida, ese mensaje de mi amiga no me dolió en lo más mínimo. Se me hizo raro, pero natural. ¿Cómo era posible que ya no sintiese absolutamente nada por la persona que me había tenido dos años en vilo, como tonto enamorado, besando cada centímetro de tierra por el que pasaba?

—¿Vas a ir al centro comercial a qué? —volvió a preguntar mi madre cuando le conté de la noticia. Ella tampoco podía creer lo entero que estaba después de lo que debería haber sido un terrible baldazo de agua fría.

—A conocer el novio de Rylee, me invitó y... no siento nada. Cero, menos veinte, no sé cómo decirlo. Pero es verdad. No, má, no lo estoy fingiendo. Soñé con alguien... era una chica preciosa, algo caprichosa pero muy buena compañera... creo que soñé con mi alma gemela sin darme cuenta. ¿Será que la conocí en otra vida?

—¿Será que existe, cariño? —me retrucó mamá divertida por mis ocurrencias mientras me veía bajar del coche para entrar ya al centro comercial.

Estábamos en la calle enfrente de la entrada y mi plan era sencillo: cruzar, entrar y ser el tipo más simpático del mundo; como mi amiga me lo había pedido.

Sin embargo, como ya parecía ser costumbre, no sucedió así. A la entrada, cruzando por casualidad, estaba la chica de mis sueños. Sí, esa que sin siquiera estar consciente de mi existencia me atraía como si fuese un imán.

—Levanta la vista, levanta la vista, levanta la vista —rogué en silencio, helado en donde estaba sin animarme a cruzar la calle.

La chica de cabellos largos, semi ondulados, frenó en seco y levantó la vista mirando a ambos lados, como si hubiese escuchado mi voz llamándola. Se sacó de un oído el auricular que llevaba y, por azares del destino, enfocó su mirada en mí.

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