Abrir los Registros Akáshicos es una herramienta que muchos pueden lograr. Tanto humanos como ángeles, todos podemos. Es como abrir la puerta de una biblioteca y entrar a buscar el libro que más necesitamos sobre la historia de vida de un humano.
El tema es que quién abre la puerta es lo que determina el nivel de acceso que se puede tener. El humano cree que tiene acceso a todo, pero eso no es verdad.
Ellos entran a la biblioteca de manera parcial, incapaces de verla. Solo pueden tratar con el guía bibliotecario del momento que puede responder su pregunta y luego se va. Hay algunos humanos con la capacidad de ver al bibliotecario, pero eso es lo máximo.
Decidimos entrar en el primer nivel de los Registros de Brooke Alden. Con Miguel habíamos coincidido que era lo más urgente debido a su ataque. Al principio habíamos pensado en Makenna por el episodio de su sombra, pero lo que le había pasado a Brooke fue tan maligno y agresivo que no pudimos ignorarlo.
La biblioteca de la existencia de Brooke, con todo lo que su pasado, presente y futuro conllevaba, estaba hecha un caos. Nos recibió como bibliotecario del momento su abuelo, quien andaba últimamente velando por sus dos nietas.
Le preguntamos por lo que estaba pasando, en caso de que él conociera algo en la historia familiar que pudiera haber causado la ira de un demonio. A pesar de la pregunta que le formulamos, que intentamos que fuera tan específica como fuera posible para no confundirlo, no pudo pensar en nada.
Debido a eso, decidimos pasar directamente al segundo nivel de los Registros. Este ya no tenía forma de biblioteca sino que era un laberinto natural, lleno de paredes cubiertas de hojas.
A la entrada estaba la abuela de Brooke, quien tampoco pudo hacer nada para ayudarnos. Sin embargo, de su manos pendía un hilo dorado que la unía a los demás ancestros. Deberíamos ingresar al laberinto y seguirlo hasta encontrar a alguien que pudiera guiarnos en todo ese embrollo.
—Chamuel, ¿lo notaste? —indagó Miguel luego de despedirnos del tercer ancestro, cada vez estábamos yendo más y más profundo en el laberinto.
—¿Notar qué?
—El árbol está podrido —mi cara de desconcierto debe haberle hecho entender que no estaba siguiendo su línea de pensamiento, porque continuó:—. El árbol genealógico de Brooke y Makenna, está podrido. Pensé que era algo raro en los abuelos, pues tenían los zapatos como sucios. Pero más nos adentramos y más crece esa "mugre" en ellos. Comienza en los pies y va cobrando fuerza a medida que avanzamos entre los ancestros.
—Oh, no lo había notado. —Para esas alturas ya habíamos encontrado al siguiente antepasado y se me hacía imposible no notar a lo que se refería mi compañero. Era verdad, esa negrura, como un moho oscuro y pétrido se iba trepando de sus existencias, cada vez más y más alto. Más antiguo era el ancestro, más contaminado lucía.
Seguimos nuestro andar de manera persistente. Nadie sabía nada, nadie entendía nada. Pero todos estaban preocupados, tanto por Brooke como por Makenna y Erin. Eso fue algo que nos sorprendió, pues Erin Alden era alguien que no parecía en peligro alguno.
Estábamos ya bastante adentrados en el laberinto cuando nos chocamos con alguien que parecía ser crítico. Su oscuridad, o lo que fuera que lo estaba devorando, era la más intensa de todas las que habíamos visto. Le llegaba prácticamente al cuello, lo cual se nos hizo extraño ya que la persona anterior solo la tenía hasta la cintura.
El chico parecía tener más o menos la edad de Brooke y Calum. Para niño grande y para adulto... aún un niño. Hablar con él no fue para nada fácil, pues seguía preso del temor que le había causado su muerte. El pasar de los siglos no lo había amedrentado en lo más mínimo.
Era como si alguien le hubiese clavado una lata en la boca y no lo dejara comunicarse. Él abría y cerraba los labios, pero nada entendible salía de ellos. El estaba a los gritos, pero incluso si lo intentaba con todas sus fuerzas apenas y se oía. Miguel mostró su piedad bañándolo de luz angelical desde la cabeza a los pies, eso minimizó un poco su terror. Así fue como nos contó sobre su mala suerte en esa vida, no sin que le costara muchísimo esfuerzo.
Él había cumplido los doce años cuando su papá compró un hermoso e inmenso campo. El terreno había estado en remate debido a que los antiguos dueños no habían podido pagar sus impuestos. El lugar venía con una pequeña laguna y una hermosa casa de madera que los había enamorado a todos en la familia.
Su papá, quien de no haber sido por el remate jamás habría tenido forma de pagar por semejante lugar, se notaba muy feliz por su logro. A pesar de eso, ese mismo verano comenzó a quedarse hasta tarde sin poder dormir. El chico, preocupado por la salud de su padre pues a este le estaba costando más y más arar el campo, se quedó una noche despierto, escondido en la cocina tratando de descubrir qué mantenía a su progenitor despierto pasada la medianoche.
Fue allí que descubrió que su padre hablaba con un ser hecho de sombras sobre un trato demoníaco. Él había ofrecido su alma por un lugar que dejarle a su descendencia y ahora el demonio había llegado para cobrar la parte del trato que le correspondía.
El problema era que, aparentemente, venía antes de tiempo. Su padre se había enojado muchísimo con el demonio que buscaba romper las reglas del contrato. Rayando la desesperación, le ofreció un nuevo trato: una apuesta. Si el demonio ganaba, el padre se suicidaría esa misma noche; si el hombre ganaba, él quedaba eximido de la deuda.
Jugaron un extraño juego con cartas que el chico no conocía y el padre, para sorpresa de todos esa noche, ganó. El demonio estaba tan enfurecido, pues creía que ganaría, que maldijo a toda su descendencia prometiendo que los mataría a cada uno de ellos. El hijo fue el primero en fallecer, ahogado en la laguna como un accidente a los dieciséis años.
La desesperación cayó en su padre apenas supo de esto, pues comprendió que había asegurado su vida, no la de los demás en la familia.
A pesar de tener una idea básica de lo que estaba pasando, pues la venganza de los demonios podía durar milenios si se lo proponían, habían muchísimas cosas que no encajaban dentro del rompecabezas que era esa situación.
Podía entender a la perfección la contaminación. Lo que parecía moho había terminado siendo la maldición de un demonio. Ahora, ¿por qué en los Alden? ¿Por qué llegar a tal punto por una mera familia de humanos?
Quien fuera este tal Astaroth, porque se caía de maduro que era él quien estaba detrás de todo esto, quería algo que los Alden tenían. Pero... ¿qué? ¿Qué era tan importante como para arriesgarlo todo de manera tan desmedida?
—¿Papá? —preguntó el chico sorprendido cuando le consulté por quien parecía haber comenzado todo esto—. Nunca lo encontré. Después de morir, me quedé esperándolo por mucho tiempo, pero nunca volvió. Tengo entendido que para cuando murió, mi hermano menor ya había tenido hijos.
—Un padre perdido en el limbo, ¿que nunca regresó al Cielo? —cuestioné en voz alta a Miguel, él asintió con pesar confirmando mis sospechas: se había suicidado o había hecho otro pacto con un demonio, cayendo automáticamente en el infierno.
Por cada momento que pasaba, teníamos más preguntas que respuestas.
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Almas En Juego
ParanormalLo peor de la muerte no es dejar de vivir, es darse cuenta de todo lo que te perdiste. Se dice que al fallecer, uno asciende y acepta las consecuencias de sus actos. Te vas al infierno o al cielo. Incluso algunos deciden reencarnar. Pero a la mierda...