Disgrace

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Al día siguiente, ninguno de los dos menciono algo acerca de lo de anoche. De hecho, un poco de sorpresa se asomó al ver instantáneamente sus partes híbridas como si nada. En especial Quackity. Quién reaccionó de manera casi de inmediata saltando de la cama con vergüenza, duda y temor.

Gracias a Dios que llegaron a una conclusión para poder vivir en paz el resto de la mañana.

[7:10 am]

No. Nada esta yendo bien con el estrés de Quackity ahora mismo.

Quackity tiene que ir a trabajar, tiene reunión con su siguiente cliente sobre un caso criminal a favor del inocente, no puede faltar. No debe faltar. Y se podría decir que por eso mismo se levantó rotundamente tan temprano, pero en fin, cosas del trabajo.

Nunca en su vida se dio tal favor a una reunión. Más por la razón que, al estudiar varias leyes de distintos países, el costo es algo alto... y a su vez; no quería desperdiciar el tiempo de sus objetivos: los clientes.

Así que, aún con la pijama prestada puesta, va en dirección al oso, ya cambiado, al frente suyo para pedirle un pequeño favor.

— Oyee, Rubiu' — preguntó con una sonrisa traviesa en su rostro. Casi con ternura.

— ¿Qué pasa, pato? — devolviéndole la mirada.

— ¿puedes llevarme al trabajo? tengo reunión a las 9 en punto.

Quackity pensó que iba a asentir, o decir una típica: "vámonos, que llegaras tarde" pero no. A diferencia, su mirada mostró obviedad y preocupación. Como si se estuviera saltando un detalle.

Un detalle importante que él no recordaba.

— Pero, ¿Luzu no te va a ver? apuesto que irá después de tu fuga.

Oh, cierto.

— Tienes razón... — hizo una pausa, pensativo. Y como si un foco se prendiera encima de su cabeza, sus ojos se alumbraron— pero si voy contigo no creo que me diga algo alarmante.

Rubius aun estaba dudando. Tenía un poco de temor de lo que podría hacerle el esposo de su amigo. Pues, según todo lo que le contó, es demasiado peligroso.

— No lo sé, Quackity... Es un lunático, ¿cómo podemos saberlo?

— Porque soy su esposo.

— ¿y?

Su sonrisa radiante se apoderó del pelinegro, victorioso.

— Si me acusa, también está en peligro. Luzu puede ser un demente, pero lo conozco como la palma de mi mano.

Un resoplido cansado salió de los labios del castaño — Está bien, vamos.

— ¡ESOOOOOO! — aplaudió con alegría y victoria. Su grito resonó por toda la habitación, afectando las agudas orejas del oso. Quien ante la repentina reacción, se las tapó.

— ¡no grites, baboso! ¡duele!

Soltó unas risas más para callarse y dirigirse a la puerta, no sin antes ser interrumpido por Rubius.

— Alto. No piensas ir así, ¿verdad?

Lo miro de cuerpo completo: pantuflas con gatos negros (de vegetta) en sus pies, pijama unas pocas tallas más grande que la suya, y su cabeza revuelta sin su típico gorro encima. Quackity reaccionó, y con nerviosismo cuestionó.

— Este, ¿me prestas un terno?


[××]

Bien vestido con terno negro y camisa blanca, después de haber digerido las pastillas, relucia un tanto la figura de Quackity. Tal vez un poco irónico por la misma razón que Vegetta en sí es más grande y usa tallas más grandes, ahora parecía lo contrario. Pero ignoró el detalle.

𝔘𝔫 𝔪𝔲𝔫𝔡𝔬 𝔦𝔫𝔧𝔲𝔰𝔱𝔬 - Rubckity Donde viven las historias. Descúbrelo ahora