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"Entonces se entabló una batalla en el cielo: Miguel y sus Ángelescombatieron con el Dragón. También el Dragón y sus Ángeles combatieron, pero no prevalecieron y no hubo ya en el cielolugar para ellos." Fragmento del último tomo del Nuevo Testamento, Apocalipsis 12, 7-8.
No soy religiosa, sin embargo, un recuerdo cruzó por mi mente como una ráfaga recitando aquella cita con sátira. Pensar en aquel pelirrojo como el apocalipsis y recordar la cita me hace llegar a la conclusión de que él es el Dragón y que sin duda, me encantaría quemarme con su flama esta ridícula noche.
Satoru me obligó ir a dos fiestas contra mi voluntad así que como en toda fiesta, hay que celebrar. El albino coquetea con una chica de vestido negro de cuero y a Suguru parece serle más divertido molestar a su amigo que hacerle caso a la rubia de mechones verdes. Los ojos verdes del apocalipsis me miran desde la profundidad invitándome a formar parte del armagedon y no dudo en tentar el peligro.
Camino hasta las escaleras sin decir una sola palabra retando al que parece ser el Dragón, pasa su pulgar por el arete que cuelga en su labio inferior y se mantiene firme en su lugar, no cede a mi incluso cuando me ve bajar las escaleras.
He visto a las chicas hacer este tipo de juegos en la televisión y en la vida real en el restaurante donde trabajo, creo que estoy lista para ponerlo a prueba.
El pelirrojo endereza la espalda cuando desciendo por el último escalón, sonrió con malicia y camino en dirección opuesta a la pista de baile dejando al dragón sin combatientes en pleno campo de batalla.
Me siento tan inalcanzable.
Me abro espacio hasta el centro de la pista y miro por última vez con malicia y burla al apocalipsis desde la claridad, sus verdes inmediatamente entran en contacto con mis azules y espera con ansias mi siguiente paso. Me está retando, lo sé porque yo hago exactamente lo mismo. Es como si solamente estuviéramos él y yo en este lugar, en silencio y con tensión.
Claramente no tengo intenciones de hacer algo de lo que me pueda arrepentir después, simplemente me apetece demostrarle a cierta persona que yo también puedo ser inalcanzable y que soy tan hermosa como para tener a quien quiera a mis pies.
Quiero demostrarle al mundo y a mis ojos que soy tan capaz como ese par de imbéciles que venían en el auto de conseguir lo que quiera y de tener al mundo bajo mis pies. Quiero ser como esa mujer de antes, la que me intimido y me hizo sentir que valía poca cosa por no pertenecer a un clan.
Quiero que esta noche, el mundo gire a mi alrededor, quiero ser el centro y, para la jodida suerte de los hombres que me acompañan, lo conseguí al poner un maldito pie en la entrada.
Soy inalcanzable.
El mundo arde en llamas cuando comienzo a bailar en la pista, me bastaron dos segundos para comprender lo que tenía hacer y la forma de hacerlo más retador. Muevo mi cuerpo al compás de la música sin perder de vista los esmeraldas ardientes del dragón invitándolo a venir por su presa.
