Capítulo 29

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La mitad de Bijindo se cubrió de espesa nieve negra.

Al contacto con la piel dejaba quemaduras graves. Si alguien llegaba a quedar bajo una capa de aquella nieve, de esa entidad no quedaría más que cenizas.

La triada caminaba tranquilamente entre todos los cadáveres de los brujos estúpidos que decidieron desafiarlos.

Prácticamente la isla se convirtió en un enorme cementerio de brujos.

Gran parte de la furia que albergaba cada uno por diferentes motivos se esfumo al poder utilizar libremente su magia.

Los brujos que no se inmiscuyeron con Hwang salieron a mirar con curiosidad y terror lo que la triada hizo.

Si de por si entre los suyos ya eran temidos, ahora nadie se atrevería a acercarse a la isla por temor a toparse con ellos.

Detuvieron su andar.

–Enviémosle un presente al capitán Hwang– sugirió Mark

Los otros dos sonrieron y aceptaron. Se tomaron de las manos y comenzaron a conjurar su magia.

La mitad de los cadáveres desapareció, pronto comenzarían a llover cadáveres en Marado y la triada no podía más que estar regodeándose en su retorcido placer por haber hecho eso.

Por otra parte, por más que quisieran alcanzar a Jeno, por el momento no podrían hacerlo.



Pasaron horas, tediosas horas llenas del sonido del mar.

Los prisioneros escucharon el chirrido de la madera bajo la pisada de alguien. Miraron a las escaleras, en su campo de visión entró el tal John.

–Jaemin– llamo

El capitán se levantó, sin muchas ganas se pegó a la herrería oxidada.

–¿Si? –

–Muévete, el contramaestre no deja de preguntar por ti– de mala gana metió la llave a la cerradura, dio unos cuantos giros y abrió

–¿Y ellos? –pregunto, sinceramente no veía el caso ni la necesidad de tenerlos ahí, bien podrían ponerlos a hacer algo en cubierta

–No te preocupes, ellos no se irán a ningún lado– los vio con desdén, más que nada era por la desconfianza hacia Yeeun que actuaba así –¿Cierto? – se mofo

Empujo a Jaemin pues no se movió.

Al llegar a cubierta fue escudriñado por todos los que estaban ahí, lo miraban como si fuese algún tipo de espécimen extraño.

John le señalo el camarote y volvió a empujarlo para que dejara de ser lento y entrara de una vez.

La filosa hoja de una espada fue lo que le dio la bienvenida al interior del camarote.

–¿Por qué Jeno no deja de preguntar por ti? – Taeil tenía una teoría, aunque no se atrevía a asegurarlo

El capitán Na levanto los hombros, ganándose con ello la presión de aquella hoja filosa sobre su cuello.

–Porque le gusto–

Su respuesta le pareció un chiste a Moon, tanto que se dobló de la risa.

–Sinvergüenza mentiroso– no lo creía del todo porque Jeno tenía una regla: nunca, jamás, alguien que le gustara pisaría su barco

𝔭 𝔦 𝔯 𝔞 𝔱 ⇀ ɴᴍɴDonde viven las historias. Descúbrelo ahora