30 Garret: Ya no tengo piel

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Furioso era una emoción leve para describir mi estado de ánimo

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Furioso era una emoción leve para describir mi estado de ánimo. Perdí la capacidad para palpar la Penumbra, para contenerme, concretarme... Me esparcía en descontroladas emanaciones por el lóbrego escondite. Esto se había vuelto una prisión.

¿Qué me hizo La Sombra?

Intenté gritar pero no proyecté ninguna voz, quise arañar el suelo como hizo Sofía para salir de ahí, pero ya no contaba con uñas. Reventaría de rabia e impotencia si no lograba liberarme. Me hallé dilatándome como una gran nube en torno al horripilante destello que siempre evité, incapaz de replegar mi nuevo ser en un espacio más reducido y estable.

Algo goteaba adentro de aquel candor.

De súbito, y para mi intranquilidad, la incandescencia desapareció, llevándose la luz, mas el goteo continuó. Un goteo en la Penumbra era una rareza. La Penumbra no era capaz de guardar agua.

Solo que fuera sangre...

«Son recuerdos», me había dicho La Sombra, pero no había nada allí.

Si bien la Penumbra no era luminosa, solía tener cierto grado de visibilidad, hasta ahora. Nunca hubiera pensado que lo que me permitía ver era ese maldito destello. Sin aquella luz, esto era una ceguera extenuante con ese maldito goteo que seguía y seguía.

Opté por encontrarlo y choqué con algo que se manifestó en el suelo sobre mí, debajo, encima... Era una sensación tan terrorífica verme forzado a expandirme sin un límite claro. No había nada ahora que yo no tocara si no había luz. El bulto frío que atraía el viento de la Penumbra era un cuerpo inmóvil.

¿Qué demonios hacía un cuerpo aquí?

¿Era la Sombra coleccionista?

Me permití explorarlo con los filamentos oscuros de mi forma incorpórea. No era ajeno a estar ante cadáveres o a producirlos, pero al palpar los detalles de este, mis vapores trepidaron exaltados.

Verónica... La primera doppelgänger.

Una soga amarrada al cuello hablaba de la forma en la que tomó su propia vida. Fue a la primera a la que llevé a la locura, aunque recordaba que ella ya estaba algo dañada desde el principio. Fue a la primera mujer a la que maté indirectamente.

En cuanto me sentí aspirado por el hálito del cadáver, cientos de maldiciones, en los múltiples idiomas que conocía, hubieran hecho eco si hubiese tenido voz. Fui aspirado al mortuorio interior del cuerpo, a un espacio más pequeño donde reboté contra los tejidos necrosados. Me dispersé por la cavidad torácica hasta rozar un borde, ¿la salida? Me encontré ante una superficie plana y cristalina por donde vislumbré una figura.

¿Una ventana?

Del otro lado, un Garret más joven, que recién volvía del infierno, se hallaba con los ojos cerrados.

Recuerdos...

En definitiva recordaba esa época. En ese entonces llevaba poco tiempo de haber retornado de los Campos Asfódelos, un mes a lo mucho. Regresé para encontrarme con que no había transcurrido un mes sino varios años. Lyuben había desaparecido y en su lugar se creó un nuevo tipo de autoridad. El nacimiento del concejo de Larra tuvo lugar durante mi ausencia, formado por las cabezas de cada casa, a excepción de la de Araziel y la de Azazel.

Hereje (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora