34 Bastiam: Maldita mordida del demonio

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Jenny intentó levantar la piedrecita pero estaba pegada al suelo

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Jenny intentó levantar la piedrecita pero estaba pegada al suelo.

—No puedo moverla.

—Entonces, intenta raspar el círculo —sugerí—. Busca algo con filo. Entre los restos de los porfiria debe estar la navaja o toma un trozo del espejo.

—Quisiera no volver a mirar uno.

—Puedes hacerlo. Bastará con que borres un punto. Pero ten cuidado, no dejes que tu sangre caiga en el dibujo.

Con tembloroso sigilo, Jenny se pasó detrás de la bestia que emitía un silbido al respirar.

—Encontré esto —dijo mostrando un pica hielos.

—Servirá.

La bestia aulladora se notaba menos hinchada cada vez que volteaba a verla. Como si lo consumido se hubiese distribuido en torno a su cuerpo que crecía en tamaño.

—Aún duerme. No voltees. Vamos, ven. ¡Así! Lo estás haciendo bien.

A pesar de que estudié por años sobre seres de otras dimensiones, hasta ahora, solo había enfrentado posesiones y casas embrujadas que resolví con exorcismos sencillos. Pero me daba la impresión de que eso era mucha más experiencia que con la que contaban los demás.

Sin perder de vista a la bestia y a los demás continué alentando a Jenny. Todos, hasta Basil, tuvieron la precaución de no alertarla sobre los sutiles movimientos que anunciaban que pronto despertaría. Jenny sin embargo, comenzó a rayar la pintura con desesperación. Una vez que lo logró y sin un amuleto tuve que recurrir al poder de mi sangre y mordí mi mano sana. No era nobilium, pero la sangre daimónica, aún siendo inferior, fortalecería mis conjuros. Mis heridas tardarían en cerrar debido a mi sangre inferior y a mi debilidad, aunque en momentos como este lo mejor era desangrarme para fortalecer mis conjuros. Arrojé unas gotas hacia el cerrojo pronunciando un encantamiento y todas las jaulas se abrieron al mismo tiempo.

Lo malo fue que el sonido alertó a la bestia aulladora, cuya serpentina cabeza se alzó de súbito.

Ninguno estaba en óptimas condiciones pero fue como si en ese momento todos nos sincronizáramos para esparcirnos alrededor de la bestia y evitar que se concentrara en un solo punto. La bestia, como buen depredador, se enfocó en la más débil.

Jenny.

En cuanto la bestia se precipitó sobre ella, Devendra, desde atrás, tomó del suelo varios trozos del espejo que comenzó a lanzar como cuchillos hacia el largo cuello escamoso, dando en el blanco. Muy seguramente lo habría hecho más rápidamente de estar más saludable.

La bestia rugió una queja girando hacia su agresor. Por fortuna, el peso en el estómago la entorpecía para reaccionar.

—¡Debemos devolverla a los infiernos! —advertí golpeando una de las rejas para llamar su atención.

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⏰ Última actualización: Apr 04 ⏰

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