II

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Uno pensaría que coincidir con tus compañeros de casillero sería algo rutinario y hasta molesto si la persona te desagradaba, pero no era el caso de Lena por ventura o desgracia, depende como lo mirara.

Se había pasado el día pensando en la chica rubia y aunque no precisaba admitir que se trataba de un estúpido flechazo, reconocía estar intrigada por el desborde de sensaciones y emociones que la habían inundado cuando la conoció. A su entender, todo ese espectáculo privado había sido por efecto de las feromonas, mismas que siempre dejaban un rastro y en muchos casos, según los más románticos, te servían para elegir compañero, independiente de si lo querías para algo de cinco minutos o formar familia.

Una batalla entre lo racional y lo emocional, era motivo de tesis y publicaciones para muchos, los más lógicos solían batallar excesivamente con su instinto. ¿Y cómo no? Podía gustarte tu amiga de toda la vida porque era atractiva, simpática, te comprendía y por otro lado aborrecer a la chica que te había acosado desde el jardín de infantes, pero llegaban todos a la época de las presentaciones y maldita sea si tu ser interno quería tirarse o hincarle el diente a la acosadora y no al amor de tu vida. Una mierda.

Deliberado o no, los adolescentes eran quienes más feromonas exudaban, no sabían controlarlas bien del todo, era un hecho. En la sociedad se perdonaban muchas cosas en la etapa que algunos consideraban inmadura y recién a los 20 cuando habías tenido práctica y se suponía que te amigabas con tu yo interno, se esperaba que supieras moderarte del todo o automáticamente eras un fracaso delirante y peor, seguramente recesivo. 

Lena había presenciado hace no menos de dos minutos como dos chicos alfas, uno del equipo de Basketball, a deducir por su chaqueta, estaba por golpear a otro porque apestaba a rutina. No se permitió detenerse a indagar y percibir mejor los olores, pero era claro que varios omegas en las cercanías habían sido cautivados, y entre ellos, la novia del chico de Basketball.

Que a simple olfato tenían aromas agradables era un hecho, que le provocaran acudir para inspeccionar, en lo más mínimo. Ninguno de esos alfas era lo suficientemente atractivo, fuerte o lo que fuese en que se basara su omega para elegir. El instinto permaneció plácidamente dormido.

Cuando salió del alcance de esa pequeña situación con grandes posibilidades de volverse en  trifulca, dejó de fruncir el ceño con desagrado. Una omega le saludó con timidez desde el frente del corredor, emanaba ansias y Lena tuvo que enderezarse aún más y pavonearse como si fuera un alfa. Odiaba esto. 

Llegó a su casillero por sus lentes de seguridad, bata y libro de química para la siguiente clase mientras dejaba todo lo demás contenido en su mochila lentamente al interior de su casillero. Lo hizo a propósito aunque no fue consciente de ello, esperaba tener la oportunidad de cruzarse con la rubia, pero no sucedió.

Ni a la siguiente hora ni al término del ciclo.

La campana que marcaba el fin del día había sido tocada, Lena se apoyó sobre la puerta de su casillero con la frente cuando lo cerró y exhaló un deje de frustración. 

Por la noche tuvo múltiples pensamientos sobre cómo parecer más atractiva y se autoconvenció de que era por el omega que le había saludado mientras que lo de la rubia solo seguía en su mente por la incógnita de la ausencia de aroma.


La mañana siguiente despertó un poco irritada, por supuesto había descansado mal y lo usó como excusa para literalmente vestir un collar neutralizante de su propio aroma y bañarse en uno de los tantos costosos perfumes que simulaban la esencia de un alfa. No tomó asiento para desayunar, pero sí para revisar algunas notas y noticias en su tablet mientras tomaba el batido que su madre ordenaba le preparasen a diario. 

(+18) El sentir de Lena || Supercorp G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora