Capitulo 4: Wilson Walter ocultaba algo.

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Capítulo 4: Wilson Walter ocultaba algo

BORSUN JUNG

Miré a Wilson en el suelo, sorprendida. No esperaba verlo, y mucho menos que entrara de esa manera. Noté cómo sus mejillas se teñían de un rojo oscuro mientras se levantaba, y sin decir una palabra, se dio la vuelta, dispuesto a salir de la habitación. Pero, confundida, le pregunté:

—¿Me estabas espiando?

No entendía qué hacía allí.

Wilson se detuvo, claramente no esperando que dijera nada, y se giró hacia mí lentamente, mordiendo un poco sus labios. Su mirada vagaba por la habitación, como si lo hubiera atrapado en el acto. Claro, había entrado y caído al suelo de la nada.

Era raro verlo tan avergonzado, ya que siempre se mostraba con un aire confiado.

—No, es que... —aclaró su garganta— escuché a alguien tocando y me asomé. No sabía que eras tú.

Oh. Me había estado escuchando.

—¿Y hay algún problema con que fuera yo? —pregunté, sin comprender del todo. Era la única chica en el último año que tocaba el violín, por lo que siempre estaba sola. El profesor se había atrasado, así que estaba practicando mientras lo esperaba.

—No —respondió Wilson, esbozando una pequeña sonrisa—. Tocas hermoso.

Oh.

Bueno, nadie me había elogiado de esa forma, salvo mi madre. Sentí un ligero cosquilleo en las mejillas, seguramente estaba sonrojada. No estaba acostumbrada a los elogios.

Wilson pareció relajarse y se acercó, arrimando una silla a mi lado. Se sentó frente a mí, manteniendo una distancia prudente, con sus ojos marrón almendrado fijos en los míos. Tenían ese brillo cautivador que tanto llamaba la atención.

Creo que era la primera vez que tenía un amigo, y encima, un amigo guapo.

—¿Leíste el libro? —preguntó.

—Voy por la mitad —admití. Desde que lo empecé anoche, no pude parar hasta que ya era muy tarde y tuve que dejarlo para poder dormir.

Él levantó ambas cejas, sorprendido.

—¿Ya llegaste a la parte en la que descubre que debe matar personas? —preguntó.

—Sí —respondí, emocionada. Por primera vez me entusiasmaba una historia y discutirla con alguien. Estaba acostumbrada a guardar mis opiniones para mí misma.

—¡Tan rápido! —dijo, aún sorprendido.

Asentí. Yo también me sorprendí de lo rápido que avancé.

—Tienes buen gusto para elegir tramas —admití.

—Lo sé —se encogió de hombros, sonriendo con esa falsa arrogancia que comenzaba a notar que era parte de su personalidad.

Mis ojos se posaron en el estuche de pinturas y pinceles que tenía en las manos. Me sorprendió.

—¿Estudias pintura? —pregunté. Aunque, pensándolo bien, no debería sorprenderme tanto. Wilson parecía una persona llena de colores, vivaz y energética. La pintura encajaba con él.

—Sí —respondió, con orgullo. Era difícil imaginar a Wilson como alguien que no disfrutara de la vida. Parecía estar siempre de buen humor.

—No sabía que te gustaba pintar —confesé.

—Crear nuevos colores o mezclarlos es como descubrir un sabor nuevo —suspiró, con aire soñador.

Lo miré sin entender del todo su referencia. Pareció captar mi desconcierto y explicó:

—Es que me encanta comer. Cuando pruebo algo nuevo y delicioso, siento lo mismo que cuando pinto. Es como si estuviera "saboreando" la pintura.

Qué explicación más rara.

—Menos mal que no te pasa con la gente —comenté, con algo de sarcasmo.

Se rió.

—Qué graciosa.

—No intentaba serlo —admití.

Wilson mantuvo su sonrisa y preguntó:

—¿Vemos películas más tarde? Puedo llevar comida. Soy un chef excelente... para las papas fritas.

¿Me estaba invitando a una especie de cita o solo era amabilidad? No estaba segura.

—Tengo tarea —dije, inventando una excusa. No era del todo mentira, pero en realidad prefería estar sola. Me consideraba un poco alérgica a la gente.

—Vamos —insistió—. Yo también tengo tarea, y vamos en el mismo año. Podríamos hacerla juntos.

Parecía tener talento para derribar mis excusas.

—Te estás metiendo en mi vida muy rápido, Wilson —comenté.

Él me sostuvo la mirada.

—¿No te gusta? —preguntó.

—Es raro —confesé.

Disfrutaba de mi soledad, y tener compañía se sentía extraño.

Wilson se inclinó un poco hacia adelante, diciendo:

—Pues acostúmbrate a tenerme en tu vida, Bellota, porque no pienso salirme de ella.

Fruncí el ceño, pero no pude evitar encontrarlo un poco divertido, sobre todo porque me había llamado "Bellota". Nunca antes me habían puesto un apodo.

—¿Eso fue una amenaza? —pregunté.

Se encogió de hombros y asintió con la cabeza.

—Eso creo.

Raro, pero... agradable.

De repente, mis ojos se posaron en una marca en su cuello, que quedó visible cuando la bufanda que llevaba se bajó ligeramente. Parecía una cicatriz profunda, horizontal, ya cicatrizada.

—¿Qué te pasó en el cuello? —pregunté, señalando la cicatriz mientras me acercaba un poco más.

Wilson se tensó al instante, retrocediendo rápidamente. La sonrisa desapareció de su rostro, reemplazada por una expresión seria.

—Llego tarde a clases —dijo, levantándose de inmediato y arreglando su bufanda para cubrir la herida.

—Vale —murmuré, confundida, mientras lo veía salir del salón sin decir nada más.

¿Eh?

Ahora tenía dos descubrimientos que me dejaban pensando:

Wilson Walter estaba dispuesto a ser mi único amigo y...

Wilson Walter ocultaba algo.

Últimos Deseos De Amor (Editando) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora