Capítulo 6: Asco mi vida
Entré a casa, dejé los zapatos en la entrada y tiré el bolso al suelo. La televisión en la sala estaba a todo volumen, reproduciendo un video de pilates. Mi madre, sudorosa y vestida con ropa de gimnasio, seguía los movimientos de la instructora.
—Ya llegué —dije lo suficientemente fuerte para que me escuchara. Ella volteó con una sonrisa.
—¡La comida está en el mesón! —gritó y siguió con su clase.
—Gracias —murmuré, dirigiéndome a la cocina. Era el momento perfecto para deshacerme de la comida sin que nadie me viera.
Tomé el plato cubierto que estaba en el mesón. Era pescado con ensalada. Contuve la respiración y evité mirarlo demasiado para no sentir náuseas. Abrí la ventana y lo lancé al patio, donde sabía que el gordo Matt; mi gato se encargaría de él en poco tiempo, siempre estaba afuera de de vez en cuando entraba, mi madre no comprendía por qué estaba tan gordo si según ella solo comía atún, no sabía que yo lo llevaba alimentando un buen rato.
Misión cumplida.
Cerré la ventana con rapidez. Así, mis padres no tendrían razones para decirme nada por dejar la comida.
—Hola, hija —escuché a mis espaldas y me sobresalté—. ¿Cómo te fue en la escuela?
Traté de mantener la calma, como si no acabara de tirar la comida por la ventana, y me puse a lavar el plato con fingida tranquilidad.
—Bien, papá. Lo de siempre, mucha tarea —murmuré.
Él bebió un sorbo de agua mientras yo terminaba de lavar el plato y secarme las manos. Me miró con una ceja alzada antes de hablar.
—¿Sabes que hay muchos niños en África que se mueren de desnutrición?
Sentí que me ponía roja de vergüenza.
—No, eh... no lo sabía —mentí.
Mi padre dio un paso hacia mí, señalándome con un dedo.
—La próxima vez que lances la comida por la ventana, te apago el wifi por un mes —advirtió—. Si no te gusta, no la comas. Te daremos suplementos, pero no desperdicies comida.
No me quedó más remedio que asentir.
—Está bien —murmuré antes de escabullirme rápidamente de la cocina. ¿Cómo se habrían dado cuenta? Ya llevaba casi tres días haciendo lo mismo. Desde que me cambiaron el medicamento, mi cuerpo aún se estaba adaptando, y todo me daba náuseas.
Asco.
Asco la vida.
Asco mi cuerpo.
Asco el cáncer.
Subí a mi habitación, me duché y me cambié. Luego me tumbé en la cama, me puse los audífonos y dejé que **Rebel Without A Cause** de Mia Baron llenara el espacio mientras terminaba de leer el libro que me había prestado Wilson. En mi pequeño mundo, sola, sin que nadie me molestara, me sumergía en aventuras que vivía en mi cabeza sin moverme del sitio. No había descubierto el placer de la lectura hasta hacía pocos días, pero ya me daba cuenta de lo mucho que me había perdido.
En menos de una hora devoré las páginas restantes. Al cerrar el libro, me quité los audífonos y me quedé mirando al techo.
Quería más. Sentía un vacío existencial, tantas preguntas sin respuesta sobre la trama.
Necesitaba hablar de este libro con alguien.
Bajé las escaleras con el libro en la mano y me puse los zapatos para salir. Pero justo cuando abría la puerta, escuché una voz detrás de mí.
—¿A dónde vas?
Me giré y vi a mi madre asomándose desde la cocina, con un poco de crema pastelera en la comisura de los labios. Probablemente estaba haciendo galletas. Mis padres tenían una pastelería.
—Eh... —murmuré, sintiendo cómo mis mejillas se sonrojaban sin razón aparente—. A la casa del vecino... Se llama Wilson Walter, son nuevos en el vecindario.
No había necesidad de mentir, yo era terrible en ello.
—Oh —dijo mi madre, asintiendo—. Vale, no llegues muy tarde.
Fruncí el ceño. ¿Eso era todo? Pensé que me interrogaría sobre Wilson o al menos me preguntaría por qué de repente quería salir, siendo algo que rara vez hacía.
Salí hacia la casa de Wilson, aún inmersa en los pensamientos sobre el final del libro. Necesitaba desesperadamente discutirlo con él y que me aclarara qué demonios había pasado con el mimo o con Cassie. Toqué el timbre y di un paso atrás, esperando. Escuché un perro ladrar desde dentro. No sabía que tenían mascotas.
—¡VOY! —gritó Wilson desde el interior.
Sonreí levemente mientras esperaba, pero de repente sentí algo extraño en la nariz. Pasé un dedo por debajo de ella y me quedé helada al ver mis dedos.
Sangre.
Estaba empezando a sangrar.
Mi visión comenzó a volverse borrosa.
Oh, no...
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Últimos Deseos De Amor (Editando)
Novela JuvenilEl nuevo chico Wilson Walter es el tema de conversación en el Instituto, para Borsun que ya está cansada de la rutina, el nuevo chisme no le parece interesante hasta que una mala conexión de bluetooth hace que sus vidas se crucen de una manera inesp...