Capitulo 2: Mi nuevo amigo

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Capítulo 2: Mi nuevo amigo

El frío pegaba en mi rostro de manera fresca y placentera, alejando las ganas de vomitar. Sus brazos alrededor mío, sosteniendo el manubrio, me hacían sentir como si estuviera protegida por una fortaleza, manteniéndome segura cerca de su pecho.

Nunca había estado tan cerca de un chico, pero después de varios minutos así con él, no se sentía tan incómodo como había imaginado, sino que, por un instante, me gustó sentir esa seguridad.

—Cruza a la derecha, es en la calle 3 —le indiqué cuando llegamos a la primera cuadra lejos de la escuela. No quería girar la cabeza, ya que podía sentir su respiración en mi nuca, y quería hacer de este momento algo menos incómodo.

—¿En serio? —dijo—. Nosotros nos mudamos a esa calle.

Giré a mirarlo, algo confundida, y volví la vista al frente cuando noté lo cerca que estábamos. Algo que había tratado de evitar.

—¿Qué número? —preguntó mientras cruzaba la calle, ignorando ese momento incómodo de cercanía. El lugar estaba lleno de casas a ambos lados, todas con el mismo diseño, jardín y color gris, excepto una: la casa naranja que había estado desocupada por mucho tiempo.

—La casa 34 —respondí.

—Yo en la 24 —dijo emocionado por estar a solo unos pasos de distancia.

Pensé en ello por un momento. Ahora que lo recordaba, la casa 24 era la única de color naranja. Parecía que ahora éramos vecinos.

—Estamos cerca —continuó diciendo—. Podemos ver películas juntos.

La idea no me atraía mucho, ya que prefería pasar el tiempo sola.

—Solo si te gustan los clásicos como *El diario de Noa* o *Comer, rezar, amar*. De lo contrario, no.

Él soltó una risa burlesca.

—¿Bromeas? Por favor —dijo—. Hay algo más allá de las malas películas románticas para llorar, como *Star Wars*. ¿Las has visto?

Lo pensé por un momento.

—No.

—Son mis favoritas —respondió.

Había escuchado de esas películas, pero nunca me llamaron la atención.

—Las veremos, y si no te gustan, tienes derecho a darme una bofetada —dijo con una sonrisa.

—Me parece justo —concordé.

Se rió un poco.

—¿Te gusta leer? —preguntó.

—No mucho —admití. Los únicos libros que había en mi casa eran de psicología, y siempre me quedaba dormida en la página nueve de la introducción.

—Qué aburrida —dijo Wilson—. Te estás perdiendo de un mundo lleno de aventuras plasmadas en palabras.

—¿Te gusta leer? —pregunté, sorprendida. No conocía a nadie que le gustara.

—He encontrado el paraíso en los libros, y es un lugar del que nunca quiero salir —respondió.

—Lo tomaré como un sí, entonces.

Cuando llegamos frente a mi casa, detuvo la bicicleta y me ayudó a bajarme. Rara vez disfrutaba conversar con alguien, principalmente porque nunca sabía de qué hablar y todo se volvía incómodo. Sin embargo, hablar con Wilson fue increíblemente natural. Era una persona muy sociable.

—Espera —dijo mientras sacaba algo de su bolso—, toma.

Me entregó un libro. La portada era oscura y misteriosa, realmente llamaba la atención.

—¿Terror? —pregunté, mirándolo. Wilson parecía orgulloso.

—Es algo interesante —dijo—. Trata de una chica que va a un campamento y el autobús sufre un accidente...

—Pero no me cuentes más —lo interrumpí. Sonaba interesante y no quería que me arruinara la historia.

—Solo estoy haciéndote publicidad —respondió, y continuó—. Luego, llega a un pueblo y aparece el mimo.

—¡Que te calles! —lo interrumpí, fingiendo estar molesta. Él sonrió, satisfecho por haber despertado mi curiosidad.

—¿Lo vas a leer? —preguntó.

La verdad es que había conseguido despertar mi interés.

—Vale —dije.

—Tengo más libros que puedo prestarte —añadió.

—Primero juzgaré con este si tienes buen gusto —respondí, mientras él sonreía aún más.

—Siempre tengo buen gusto —dijo, complacido—. Por cierto, no me dijiste tu nombre.

Cierto.

—Borsun —dije.

Noté su confusión.

—¿Bellota? —dijo alzando una ceja—. ¿Como la de *Las chicas superpoderosas*? No me malinterpretes, es lindo, pero raro.

—No, Borsun —lo corregí. Mi abuelo era alemán, y mi nombre venía del pueblo de Borßum, de donde él era.

—Yo soy... —empezó a decir, pero lo interrumpí.

—Wilson Walter.

Él me miró sorprendido, como si no supiera cómo conocía su nombre. Sus mejillas se sonrojaron un poco más, aunque parecían siempre estar sonrojadas.

—Eres tema de conversación en la escuela —expliqué.

Wilson sonrió y se puso unas gafas de sol cuando el sol se intensificó, haciéndolo lucir más como el chico atractivo que había llamado la atención de todas en la escuela.

—¿Es eso o me espías en secreto? —dijo con un tono juguetón.

—Ya quisieras.

El sol comenzaba a molestarme, y sabía que no debía exponerme mucho.

—Adiós —dije, levantando el libro—. Gracias.

—Adiós —respondió—. Mañana te preguntaré por el libro, así que más te vale leerlo.

Sonreí un poco en respuesta y me di la vuelta para entrar a mi casa. De camino, miré la portada del libro en mis manos, y por primera vez, sentí que estaba entrando en un nuevo mundo, tal como Wilson Walter había dicho. Qué curioso que el día en que pensé en acabar con mi vida, ahora sentía que estaba comenzando a vivir otra vez.

Últimos Deseos De Amor (Editando) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora