Capítulo 9: Me gustas, Bellota

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Capítulo 9: Me gustas, Bellota

Empezamos a ver las películas de Star Wars en el orden cronológico de la historia. Eran, de hecho, muy buenas y bastante crudas. Me absorbieron tanto que, cuando terminó la tercera, ya eran casi las doce de la madrugada.

—Ya es muy tarde, debo irme —dije, sobresaltada, mientras guardaba el libro que me prestó en mi bolso.

—Son muy buenas, ¿verdad? —dijo Wilson con orgullo.

—Sí, definitivamente —admití. Si no hubiera sido por él, nunca me habría animado a ver esas películas de fantasía espacial.

—Las otras tres son de 1977, así que no tengas tantas expectativas como con estas —comentó.

—¿Cómo así? —pregunté, sin entender por qué las siguientes eran más viejas que las primeras.

—Sí, las de la historia de Darth Vader, que acabamos de ver, son de 1999, casi dos décadas después —afirmó Wilson.

Sonreí y lo miré de manera diferente. Este chico tenía gustos muy peculiares.

—¿Qué pasa? —preguntó.

—Nada, solo que el niño lindo y popular resulta ser un nerd —comenté, con un poco de sarcasmo, solo para molestarlo. Sin embargo, él me sostuvo la mirada y repitió:

—¿Niño lindo?

Me quedé paralizada por un segundo, sintiendo cómo mi rostro se encendía de vergüenza. ¿De verdad lo había dicho en voz alta? Pensarlo era una cosa, pero decírselo directamente…

Me giré rápidamente, caminando hacia la puerta mientras me ponía los zapatos, sin atreverme a responderle. Solo quería salir de allí. Wilson abrió la puerta, y cuando iba a despedirme, lo vi colocándose una chaqueta. Afuera hacía mucho frío.

—¿A dónde vas? —pregunté, confusa.

—A acompañarte —dijo, tomando su bicicleta, que estaba aparcada cerca de la puerta, sobre el césped—. Sube.

—Solo queda a unos pasos —dije, abrazándome para intentar calentarme mientras veía mi aliento convertirse en vapor. Debería haber traído un abrigo.

—Te llevo —insistió.

—Vale —acepté, no tenía sentido caminar con ese frío intenso.

Me acerqué y me acomodé en la parte delantera de la bicicleta.

—Te has enrojecido —comentó, observándome.

—Es el frío.

Él se quitó la chaqueta y me la colocó sobre los hombros. Estaba cálida y olía a él.

—¿Vas a buscar una para ti? —pregunté, notando que solo llevaba una franela.

—No, estoy bien —dijo, empezando a pedalear. La calle estaba desierta, algo común en días de semana. La gente de la zona no solía trasnocharse.

—¿Te gusta el frío? —pregunté, sorprendida de lo tranquilo que parecía con el viento azotando su rostro y brazos. Ni siquiera temblaba, aunque su cara estaba levemente sonrojada, como era habitual.

Él sonrió, con los ojos brillando, sin apartar la vista del camino, y respondió:

—No más de lo que me gustas tú.

¿Eh?

Apreté los labios, sintiendo cómo mis mejillas se encendían aún más. Mi corazón comenzó a latir más rápido sin razón aparente.

Debía de estar bromeando. No creía que realmente pensara eso de mí.

—No te reíste —dije. Después de una broma como esa, esperaba que se riera, pero seguía serio.

—¿Por qué debería reírme? —preguntó, con un tono tan firme que me sorprendió. No había rastro de broma en sus ojos ni en su expresión.

—En una broma, es normal que te rías —le expliqué.

Wilson se relamió los labios, detuvo la bicicleta justo frente a mi casa y bajó la cabeza para mirarme directamente a los ojos antes de decir:

—No estaba bromeando cuando dije que me gustas, Bellota.

Últimos Deseos De Amor (Editando) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora