|M u s a|

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Katherine.

—No te muevas o te mato.

—Pero...

—Lo juro por mi vida, Seth Jones, no te muevas.

—Estás exagerando.

—Es la pose perfecta. —aclaro.

—Eso dijiste hace cinco minutos. —se queja.

—Ahora si es la pose perfecta, Seth, así que no te muevas y déjame a mi él trabajo difícil. —murmuro.

—El trabajo difícil es no moverse. —refuta.

—No lo creo cielo, es más difícil trazar bien las líneas para hacer una buena pintura. —aclaro, a pesar de sus quejas, hace lo que le digo y no se mueve ni un milímetro. — ¿Puedo intentar algo?

—Lo que quieras.

Me siento enrojecer, pero me apresuro a tomar las pinturas para apresurar la fuga de color de mi rostro.

Lleno el pincel de pintura azul y camino hasta él, que se mantiene parado frente a una cortina blanca que cubre por completo una pared, vistiendo solo unos pantalones de mezclilla azul marino.

Desde mi posición tengo vista perfecta de su perfecta espalda, la cual está cubierta de pequeños lunares.

Su rostro esta ladeado hacia un lado, por lo que él no llega a verme.

Me acerco a él con mis pinceles y pinturas, con él pincel lleno de pintura azul empiezo a conectar los lunares sobre su espalda.

Siento como su cuerpo se tensa bajo mis manos al sentirme trabajar sobre su piel, sin embargo, deja que haga lo que quiera con él.

Tomo otro pincel, llenándolo de pintura verde y sigo haciendo lo mismo. Lleno su espalda de líneas de diferentes colores, agrego sombra y luz de poco a poco a las líneas.

Doy un paso atrás una vez termine mi trabajo, admirándolo aún más.

—Es­... perfecto.

—Claro, es mi espalda, debe ser perfecta. ¿Puedo moverme ya?

—Sí, intenta no mover la espalda.

— ¿Y eso cómo se hace?

—No sé... tú solo inténtalo.

—Esto de ser tu musa es agotador, jolie.

—Tú te ofreciste. —le recuerdo.

—En eso tienes razón, no sabía lo que implicaba ser tu musa. —repone, ruedo los ojos divertida.

—Aunque no puedes negar que te encanto que te manoseara la espalda. —le digo, sonríe y asiente.

—No hay manera de negarlo, volvería a hacerlo para que me manosearas la espalda.

—Te lo dije.

—Y yo no lo negué. —acepta. — ¿Para qué son esas líneas? Creo que no eran parte del trabajo.

—Era una pintura, no especifico como, tú eres mi pintura, Seth. Ella quería que captáramos un momento o la esencia de eso.

— ¿Las líneas son...?

—Tus propias constelaciones, parte de tu esencia.

— ¿Cómo se lo presentarás a la maestra?

—Voy a retratar lo que hice, pero para ello voy a tomar una foto, para que no te niegues a ser mi musa más adelante. —brome.

Llegaste TúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora