Capítulo I: Desapariciones (1)

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Recorte del periódico Clarín en 9 de abril del año 2022, escrito por Martín Cinelli

Crónicas de ladrones de tumbas

Durante estos últimos años, después de la gran cuarentena que nos impuso el estado presente, comenzó una misteriosa ola de saqueadores de tumbas en toda Buenos Aires, situándose especialmente en la zona de la provincia. ¿Alguien sabe los objetivos de dicha gente? Nadie lo sabe, pero se ha reportado desapariciones de cadáveres, y los encargados de los cementerios no tienen explicación...

Aquél día de otoño de 2022, el frío comenzaba a aparecer calándole hasta los huesos a quienes vivían en el pueblo, y Jésica no era la excepción. Se había puesto un abrigo, al igual que su amiga, Clara, para ir al cementerio local a recibir una noticia que le arruinaría el resto del día, o al menos, la dejaría con un nudo en la garganta del cual no podría deshacerse fácilmente. Clara había llevado poco antes una fotocopia de una de sus menciones y premios del hipódromo de Buenos Aires por haber ganado una carrera de caballos, siendo lo único que le serviría de consuelo ante la muerte de Jesse. Ella había practicado la monta desde sus cinco años en Duggan, con su familia en el medio de las zonas campestres, y recorriendo rutas con sus amigas de la secundaria.

Ellas habían entrado a la oficina del dueño del cementerio de Castelli a eso del mediodía. El dueño, Juan Coronel Aguado las recibió con algo de frialdad; en su calva se reflejaba la tenue luz de la oficina, mientras que en sus ojos celestes, Jésica pudo observar una mirada desalmada que le daba escalofríos de pies a cabeza. Las chicas tomaron asiento en unas sillas de madera que resultaban algo incómodas; según expresó Clara poco más tarde, fue como sentarse sobre un montón de huesos.

—Bien, chicas —dijo severamente Juan, sus manos se posaron por encima del escritorio con cierta dureza. No quitó la vista de las chicas ni un segundo, Jésica sintió algo parecido a lo que ella diría que era un interrogatorio, aunque realmente iban a recibir una noticia. Clara abrazó la fotocopia de su premio con cierta fuerza mientras observaba al hombre con cierto miedo; sus manos temblaban levemente—. Ustedes deben saber esto. Ha habido saqueos de tumbas en toda Buenos Aires, y también alguno que otro en provincias cercanas. ¿Saben? —Agarró su cigarro y le dio una pitada. Las chicas asintieron, y él prosiguió—. Estando en un pueblo perteneciente a la provincia de Buenos Aires, también ha habido casos de desapariciones de cuerpos en nuestro cementerio local.

Juan le dio otra calada al cigarrillo Chesterfield que tenía en su mano. Jésica comenzó a sentir escalofríos por la forma de hablar del hombre, a pesar de ser un anciano, su forma de mirar y de dirigirse al otro daba miedo.

—¿Recuerdan la parcela en donde enterraron a su querido Yis? —inquirió Juan, pronunciando mal el nombre.

—Jesse —corrigió Jésica—. Es mi hermano.

—Está bien. —dijo él.

—Sí —repuso Clara—, lo sabemos.

Juan le dio un par de golpes a su cigarro encima de un cenicero metálico que tenía en su escritorio. El olor a tabaco hacía que el escenario se sienta más tenso, tanto que a Jésica comenzó a dolerle la cabeza, mientras que a Clara le daba nauseas.

—Bien —dijo Juan—; ésta mañana nos enteramos que la parcela tenía un agujero, y el cajón estaba abierto. Su cuerpo no estaba dentro. ¿Entendieron eso? —Apagó el cigarrillo con fuerza dentro del cenicero. En ese momento a Jésica se le erizaron los pelos de la piel, y a su vez la angustia le apretaba fuertemente el cuello, sin embargo, se limitaba a llorar para evitar parecer débil frente al hombre. A Clara, en cambio, parecía que pronto se le iban a salir las primeras lágrimas.

—S-Sí —dijo Jésica— ¿Cómo pudo ser?

—Lo fue... —interrumpió Juan.

De Todo acerca de la necromancia de Ernesto Martínez, pág. 16-18:

Los casos ocurridos en Buenos Aires durante el año 2022 fueron impresionantes, las desapariciones de los cadáveres en aquella zona me dejaron anonadado, y era realmente espeluznante para aquellos a los que se les había muerto un familiar cercano. Recuerdo bien el caso de la familia Giordano, o al menos del empresario Jesse Giordano, quien desde inicios de los años 2005 tuvo éxito en la industria tecnológica, teniendo sus oficinas en la zona de CABA. Nunca pude creer que cosas así ocurrirían en años posteriores a los saqueos de tumbas, y es algo que nadie podría imaginar que podía pasar...

Jésica se había sentado al lado de Clara, en una cafetería cercana al cementerio. Jésica había pedido el clásico capuchino que solía gustarle. Clara pidió lo mismo simplemente imitándola. Tenían que, de alguna forma, quitarse de encima esa frustración al enterarse que alguien había saqueado la tumba de Jesse. Era una sorpresa muy mala para ambas chicas, de una u otra forma. Jésica sentía aún el nudo en la garganta que le había dado la noticia.

«¿Cómo alguien pudo hacerme esto?» pensó «¿Quién me odiaría tanto como para saquear la tumba de mi hermano?»

Aún recordaba el día de su entierro, cuando vio el cajón, a su hermano recostado en él, con un rostro que parecía pacífico, y siendo metido dentro de un agujero en el suelo con una lápida que decía:

Jesse Damián Giordano

1989-2021

Dentro de lo que cabía, ninguna de las dos pudo procesarlo, aun cuando habían terminado de tomar el café. Clara había dejado dentro de su mochila la fotocopia que usaba para consuelo al momento de comenzar a consumir, y lo volvió a agarrar cuando terminó.

—Ya, deja eso. —dijo Jésica...

La tumba de Jesse © (Proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora