De alguna manera debían disfrutar el regreso de Jesse, así que Clara Bonnet lo invitó a él y a su hermana a un McDonald en Puerto Madero; ese fue el comienzo de aquel trágico acontecimiento que marcaría un antes y después en la historia de lo acontecido.
Clara tenía una brújula, y la rosa de los vientos le mostraba el camino. Al sur de susodicho lugar, se hallaba el restaurante de comida rápida, uno de los más famosos del mundo. Ellos se sentaron dentro. Clara pidió una triple, Jésica una simple. Ella siempre se preguntó por qué Clara a pesar de comer mucho no engordaba, sin embargo, ella sí; supuso que los genes jugaban un papel importante ya que ella tenía cara más regordeta. En el local se podía oír una canción al estilo tecno, de esas que parecían ser libres de derecho de autor para pasar en locales de comida. Quizás algo similar a Astronomy de Tony Igy. Podía considerarse similar a las que pasaban en el canal 26 durante su programa de Imágenes Espectaculares. Tomaron un asiento y esperaron a que les traigan el pedido.
—¿Crees que todo esto se deba a un ritual extraño? —preguntó Clara.
—No lo sé —dijo Jésica—, solamente sé que quiero capturar al culpable de esto.
—O los culpables, mejor dicho —corrigió Clara—. Bien, si esto es causado por una secta, no tengo ni idea. Espero que la ley haga justicia por ello. He recorrido todas las calles alrededor del cementerio para encontrar pistas de culpables, pero lo único que me dijeron que vieron rondar la zona a un hombre encapuchado.
—¡No me digas!
—Sí, fue así. Norma Taglianni, una de las vecinas del lugar, cuenta que por las noches aparecen figuras encapuchadas. Según ella son fantasmas, pero yo creo que son los culpables de éstos hechos.
—Bien, ya tenemos en la mira a los posibles culpables. —repuso Jésica, con asombro, y le dio un bocado a su hamburguesa.
—Sí, estoy seguro que son ellos los que causaron este problema.
Jésica disfrutaba cada bocado en el ambiente del viejo McDonald de Puerto Madero, un montón de gente había entrado ese día, así que el lugar estaba casi lleno. Ella pudo observar a lo lejos como se había armado una fila en el mostrador, el cual se hallaba tras la puerta de ingreso. Por fuera había más sillas y mesas, desde las cuales se notaba el aire intenso que el viento llevaba. El sonido del río se podía oír fuera, e incluso dentro; una vista espectacular podía ser presenciada si no fuese porque un poco más tarde iba a ser arruinada.
—Eso debemos decirlo a la policía. —dijo Jésica.
—Créeme que ya lo saben. —repuso Clara.
En ese momento, Jésica vio entrar a un hombre que andaba andrajoso y vestido de harapos. El hombre tenía un caminar lento, y una calva. Volteó a Jesse, y se dio cuenta que él parecía verse nervioso.
Fragmento del diario Clarín, por Martín Cinelli:
En puerto madero ocurrió un ataque dentro de un McDonald de uno de sus comensales. El hombre, identificado como Omar Iñiguez, había desaparecido cuándo volvía del trabajo. Nadie sabe por qué ocurrió.
En ese momento el hombre se tiró sobre el mostrador, agarrando el brazo de una empleada mientras la mordía, entonces los guardias se alertaron inmediatamente, y corrieron hacia él. Tiraron de sus piernas, pero no parecía soltarla. La mujer gritaba, Jésica y Clara se levantaron y se colocaron contra el ventanal que daba a la zona exterior de comidas. Toda la gente que estaba pidiendo de pronto se paró contra las paredes del local, observando así desde lejos el acontecimiento.
En ese momento los guardias lograron desmayar al hombre a golpes, y sacarlo de ahí; pero para ese momento, en el brazo de la mujer había un hueco del tamaño de una mordida humana a una hamburguesa. El hueso se encontraba totalmente expuesto, y se podía ver al igual que la sangre que corría por su brazo. Jésica dejó de mirar, y junto a Clara, tomó a Jesse y salieron del lugar.
—¿Qué mierda fue eso? —inquirió Clara.
—Quizás un hombre de los que revivieron —dijo Jésica—; yo vi la mirada de Jesse en el momento en que el hecho ocurrió. Al parecer algunos se vuelven violentos.
—Yo creo que no murieron realmente, sino que alguna sustancia que consumieron los hizo parecer así. —opinó Clara.
—No lo sé —dudó Jésica—, estoy segura de que Jesse parecía muerto ante nosotros, y no pudo haber sido catalepsia.
—Quizás sea algún hongo que alimente los cuerpos de las personas que lo consumen por un tiempo antes de despertarlos. —conjeturó Clara
—Podría ser —asumió Jésica—, pero ¿Acaso existe un hongo o alguna flor que sea una droga de tal magnitud?
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La tumba de Jesse © (Proceso)
Horror¿Jesse, sos vos? Jésica no podía creerlo, y su mejor amiga, Clara, tampoco. Estaba vivo, frente a ellos, en un estado deplorable... Después de una ola de saqueos de tumbas, que había sido hermano, novio y gran empresario había regresado de la muer...