Capítulo III: Ellos (1)

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Los tres quedaron perplejos, no podían creer lo que estaban viendo; Jesse estaba con vida. ¿Por qué, si todos vieron como lo enterraron? Debía estar metros bajo tierra, y si no hubiese muerto por la enfermedad, lo iba a hacer por asfixia de todas formas, pero se encontraba de pie, frente a ellos, casi arrastrándose por entrar, y parecía emitir solamente quejidos, como si su alma deseara que acaben con su sufrimiento. Jésica, a pesar de verse muy ruda, se echó a llorar, al igual que Clara. Fernando era quien menos lo conocía, ya que solamente lo había visto por el canal Todo Noticias (TN) hablando acerca de su trabajo en la ingeniería mecánica y electrónica, y todo su rubro; pero igualmente quedó anonadado —si es que no estaba también asustado por la presencia de un muerto—. Jésica se lanzó encima de Jesse, intentando levantarlo, pero siempre que lograba ponerlo de pie, éste se caía hacia un lado; parecía hecho de masa para hornear. También, Jésica recordaba los viejos momentos que pasaron con Jesse en el pueblo antes de que él se mudase al centro, la vez que cruzaron una valla hacia la casa de los vecinos en su antigua vivienda, con el fin de recuperar una pelota que se les había caído allá.

Jesse emitía quejidos que parecían de dolor, y escucharlos hacía que Jésica se sienta aún más triste por la situación. En ese momento, Fernando vio que los vecinos comenzaban a salir para ver qué causaba el escándalo, y parecía que ellos tampoco podían creer lo que estaba sucediendo...

De Conocí a Jesse Giordano, por Nicole Sabatini. Pág. 56-57:

Aquel día fue espeluznante. Se escuchaban unos alaridos muy fuertes, así que salí a revisar desde mi persiana americana; Jesse Giordano se estaba arrastrando frente a su familia, su ropa parecía un trapo de piso de lo dañaba y sucia que se encontraba. Aquella peste se podía sentir desde mi casa, provenía de ese despojo humano que anteriormente había sido un exitoso empresario de Buenos Aires, que pronto iba a llegar a serlo de manera internacional. La vida es efímera, y así como lo he conocido de niño, nunca pensé que lo iba a ver de esa manera, degradado a un estado de lo más miserable que uno pudiese imaginar.

Esa misma tarde había llegado una ambulancia del hospital, así que me puse lo primero que vi en mi armario, y salí a chismear un poco; me daba curiosidad saber qué ocurrió realmente. En ese momento me encontré con la señorita Clara K Bonnet, novia del muerto —el cual había aparecido con vida—, y le hice un par de preguntas. Ella al parecer no estaba de ánimos para responderlas, sin embargo, lo hizo de todas formas.

—¿Qué ha pasado acá? —le pregunté.

—No sé si me vas a creer —me dijo—, pero mi novio volvió a aparecer con vida. Acabamos de llamar a la ambulancia para ver si pueden ayudarnos a ver en qué condiciones está, y mejorar su estado de salud. ¡Ellos al principio no nos creyeron! —agregó.

—¿No te creyeron? Yo tampoco te hubiese creído si no lo hubiera visto con mis propios ojos. Esto me deja muchas dudas. ¿Qué pasó realmente?

—Ojalá pudiese contestarte a eso, pero yo tampoco lo sé —replicó Clara.

En ese momento ella había sido llamada por un auxiliar de enfermería que se encontraba en la ambulancia, así que cabizbaja se dirigió ahí de inmediato. Yo, sin poder creerlo, seguí observando mientras ellos hablaban, y si mi esposo hubiese estado en casa en ese preciso momento, también hubiese estado perdido. ¿Acaso podía revivir a mis padres? Muchas veces soñé con que ellos seguían vivos... que fingieron su muerte, o algo así; en ese momento pensé ¿Cabe la posibilidad que sean reales mis sueños dónde ellos regresan y me dicen que fingieron su muerte? ¿Podría volver a interactuar con ellos?

Aquel día de otoño, Jésica esperaba a Clara, quien había ido al baño de aquella cafetería frente al Hospital Alberdi, el mismo en el cual le habían dado el acta de defunción a Jesse, ahora lo estaban revisando incrédulos para averiguar qué ocurrió, y por qué alguien que había llevado tanto tiempo muerto, de pronto apareció con vida. También querían saber si podían hacer algo más para darle la mejor calidad de "vida" que pudiese tener. En ese momento, Clara salió del baño y se dirigió hasta la mesa dónde se encontraba Jésica.

—¿Novedades?

—No —repuso Jésica—, al parecer es un caso muy particular.

—Pronto te toca el horario de visita. —repuso Clara.

—Sí, a las dos y media —repuso Jésica—. Ese es mi turno para entrar.

En el reloj cucú antiguo de la pared de aquella cafetería Bonafide marcaba la una en punto, frente al mostrador de la misma en la cual había una serie de tortas dulces a elegir. Clara observó desde su asiento aquellas delicias. Así que se acercó lentamente ahí. Jésica se levantó de la silla, dejando su mochila ahí para marcar territorio, y dar a entender que hay alguien en esa mesa; aunque observando de vez en cuando para que no se la roben. Se acercó a Clara lentamente y ésta volteó.

—¿Querés algo de acá? —inquirió Clara.

—Yo, un pie de manzana. Yo pago.

No, no, no, no, no —dijo Clara—. Yo te invito; por algo somos mejores amigas. ¿No?

—Está bien —dijo Jésica—, pero te la debo. Yo pago tu café también.

—Si querés, no te obligo. —repuso Clara.

Clara hizo la compra, y ambas se sentaron nuevamente en la mesa en la que se hallaba la mochila de Jésica.

sis —dijo Clara—. ¿Qué crees que pudo ocurrirle a Jesse? ¿Cómo sobrevivió a tanto tiempo en la tumba?

—En lo único que puedo creer ahora, es en que fue magia —repuso Jésica—. Parece sacado de alguno de mis sueños, dónde él volvía a aparecer con vida. ¿Fue premonitorio?

—No creo —replicó Clara—, solamente que te quedó su recuerdo en la mente, y por eso pensabas en él. Sabías que en algún momento nos íbamos a olvidar hasta de su voz, pero tus sueños te lo recordaban constantemente. Igual los míos. Igual, nacimos para morir. Nuestra vida es una enfermedad terminal de larga duración. —agregó.

La tumba de Jesse © (Proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora