Capítulo II: Sorpresa

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De Todo acerca de la necromancia, pág. 21-22:

De pronto los muertos pueden resucitar, como si nunca se hubiesen ido. No sabemos mucho con respecto al caso de Jesse Giordano, pero consultamos con Emiliano Rodríguez, un nigromante de la zona este del Gran Buenos Aires, y él nos contó lo siguiente: El caso de Jesse es un obvio caso de necromancia en su totalidad, un cadáver reanimado con magia. Es algo espectacular, de lo cual todo el mundo debería conocer. Todos tenemos energías porque vibramos a cierta frecuencia con el universo. Hay pócimas que logran hacer que los muertos vibren en la frecuencia que vibramos los vivos, y su alma regresa al cuerpo. Muy a pesar de los daños físicos y mentales que puede tener la persona. La ciencia aún no sabe al respecto.

Clara estaba cabalgando por el valle, cuando ese mismo día había aparecido Jésica, con un ademán de preocupación que la había contagiado. Se acercó trotando hasta la finca, y desmontó. Aún con las riendas en las manos, se acercó lentamente al establo, dónde estaba parada su amiga. Sintió un escalofrío, una sensación de que algo malo iba a ocurrir; muy similar a la ansiedad de esperar en un quirófano a que te hagan una operación. Ató al caballo dentro del establo que le correspondía y lo cerró.

—¿Por qué estás así de preocupada? —preguntó Clara, con la idea de recibir una buena noticia; y aunque no era tan buena, era pasable.

—Llegó Fernando —anunció Jésica—; ¿Qué hago?

—Es el chico que te gusta, ¿verdad? —replicó Clara—, supongo que estaría bien que lo invites a salir.

—Pero no puedo —repuso ella—, simplemente algo no me lo permite. El cuerpo me tiembla cada vez que tengo que hablar con él.

El aire de incertidumbre de Jésica se vería opacado por unas palmadas de tranquilidad que Clara le dio. Clara volvió a relajarse, la noticia no era mala, aunque tampoco era algo que la afecte.

—Tranquila —dijo Clara—, cualquier cosa contá conmigo. —agregó.

Ambas volvieron a entrar a la casa, justo en la sala de estar. Clara abrió la puerta a Fernando, quien tenía en la mano unas botellas de Johnnie Walker y en la otra tenía una bolsa con cinco cajetillas de Philip Morris y cinco latas de Monster Energy. Fernando intentó saludar con la mano aun teniendo la bolsa del Coto colgando de ella.

—¡Vamos, culo sucio! —exclamó Clara en tono de broma—, cuando pases déjanos las bolsas; se me antojó todo lo que tienes. —Comenzó a reírse por su propio chiste. Fernando la acompañó.

—Esto es para enloquecer éste día. —dijo Fernando.

—Bebidas alcohólicas —observó Clara—, así terminamos vomitando en las calles.

—Beberemos con moderación —contestó Fernando, y guiñó un ojo en un gesto sarcástico—, seremos prudentes. —agregó mientras entraba a la casa.

Lo primero que vio al estar dentro es el rosto sonrojado de Jésica, quien le dejó un espacio en el sillón para que él se siente. Fernando, entre quejidos, dejó todas sus cosas en la mesa de aquello a lo que Clara reconocía como Sala de estar, aunque para Jésica era un simple comedor.

—Uff —dijo Fernando poco después de dejar las bolsas encima de la mesa. El peso de las mismas lo estaba agobiando, aunque él no se sinceró al respecto; quería parecer fuerte ante las chicas. Clara cerró la puerta con una llave, y regresó a la sala principal de la casa.

Los tres se sentaron en el sillón (sofá-cama) que se encontraba en el centro de la sala. Las luces provenían de un candelabro de focos de bajo consumo que se hallaba en el techo, justo encima de ellos. Muchas veces Jésica logró pensar cómo sería que las luces se les caigan encima, pero confiaba en quienes las colocaron en que realizaron una estructura estable. Claramente no eran tan grandes como las de la familia Giordano, ya que fueron los herederos de la empresa Giordano ubicada en la Av. Córdoba de Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Justo una de las avenidas principales de aquel lugar. Jésica recordaba aquellos momentos cuando iba a visitar a su hermano, quien en aquel momento vendió acciones en la bolsa de valores, aún en tiempos de crisis debido a la alta emisión monetaria. Él aún seguía con vida, sin duda alguna, y logró llevar su empresa hacia delante. Ella no sabía que pronto lo volvería a ver, o al menos en ese momento.

—¡Es un día soleado! ¿no? —preguntó Clara.

—Sí, aunque el frío no lo quita ni el mismo sol —repuso Fernando—, yo estaba moviéndome hacia donde iba el sol con tal de no sentir tanto frío. Suerte que tenés una estufa de calidad, Clara.

—Bueno, me dieron mucho en los concursos de equitación en los que participé. —dijo Clara.

—¡Felicidades! —repuso Jésica—, sos muy buena en lo que te propones.

—¡Ayy, gracias! —exclamó Clara.

—Bien, sé que es un tema serio, pero, ¿Es verdad que saquearon la tumba de tu hermano? —preguntó Fernando a Jésica.

—Sí —repuso Jésica, algo afligida—, no sabemos quién lo hizo.

—Yo puedo ayudarles a investigar —replicó Fernando—; tengo contactos dentro de la policía federal. Quizás ahí pueda ayudarte alguien.

Jésica sintió una leve sensación de esperanza, aunque cierta incertidumbre. ¿Será verdad que tiene un contacto ahí? Fernando era un conocido de confianza, entonces, ¿Por qué no confiar en él? Las últimas veces que ofreció su ayuda, todo salió bien. Al final, ella asintió.

—Prueba este Wiski. —dijo Fernando. Abrió la botella y colocó un poco de la bebida dentro de un pequeño vaso de vidrio. Jésica lo agarró y bebió de él. Su rostro se contrajo por el sabor, pero se sintió un poco más libre después del trago, inhibida, podía sacar todo lo que pensaba y no sentiría ningún tipo de timidez al respecto. El efecto no era tan relajante como el del Valium que comenzó a tomar después de la muerte de su hermano, pero al menos se pudo olvidar un poco de toda su labor cotidiana manejando la empresa Giordano, y centrarse en una charla más amena, llena de esperanza hacia un futuro mejor. Quizás después de un trago de Johnnie Walker le llegarían montón de ideas a la cabeza, aunque algo difusas, que parecían ser interesantes para sacar a flote la empresa. Quizás un nuevo procesador serviría.

En ese momento ella sintió golpes en la puerta, pero no eran golpes usuales, sino que parecían provenir de una persona desesperada por que le abran. Sin ritmo alguno, tan fuertes que parecía que iban a hacer un agujero en una puerta.

—Alguien está llamando. —dijo Clara.

—Ve a ver quién es —replicó Jésica, algo ebria—, sos la anfitriona, aquella hospitalaria que puso su casa para que nos juntemos. Andá a ver.

—¡Va! —gritó Clara. Se acercó a la puerta de madera maciza, y miró por el hueco que había en ella. Su rostro cambió por completo en ese momento, de una sonrisa pasó a una cara de sorpresa. No había bebido tanto como para estar ebria, pero ella se sentiría mareada de la desagradable sensación que le llegó al cuerpo como el frío de otoño que se lograba sentir ese día. Jésica, al ver a Clara pálida como la nieve, comenzó a sentir que su corazón se le saldría por la garganta; si tuviese que adivinar, su tensión arterial habría subido muchísimo.

—¿Qué pasa, sis? —preguntó Jésica a Clara.

—¡Es él! —farfulló Clara, en voz baja— ¡está aquí!

—¿Quién es "él"? —preguntó Jésica.

—Tu hermano...

Un recorte del periódico Página12, publicado el 28 de abril de 2022, escrito por Mariano Montenegro:

Un caso estupendo de alguien que supuestamente había muerto, pero apareció con vida, sin embargo, su familia dice que por algún motivo perdió la capacidad del habla, junto con la de caminar. Ahora se mueve en silla de ruedas, y está ahí, pero parece ser otra persona; el misterio acerca de los saqueos de tumbas no se ha solucionado aún, ya que no cayó ningún culpable todavía, y no sabemos quién lo ha estado haciendo. ¿Acaso Jesse es un caso aparte a los saqueos, o los saqueos tuvo que ver con la aparición de Jesse con vida?. Estuvimos hablando con su familia, Jésica aceptó ser entrevistada, con un encanto que la hacía brillar por dónde pise. Nos sentamos en la sala de estar de su casa, con una taza de Nesscafé, y nos pusimos a hablar.

—¿Cómo se siente haber vuelto a ver a tu hermano? —pregunté.

—Por un momento me sentí perpleja, como si estuviera en un sueño —respondió—; fue raro. No me lo podía creer, y mi amiga tampoco.

—¿No tienen ninguna pista de lo que pudo haber ocurrido, o si esto tiene relación con los saqueos?

—No tengo idea, y él tampoco nos puede contar nada; perdió la capacidad de hablar, y también de caminar. —respondió Jésica...

La tumba de Jesse © (Proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora