Seis

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Chuuya jamás tendría una comparación.

No sabía explicar el sentimiento que le invadía todas las noches pensando en él, en lo que pudieron llegar a ser juntos y en lo que ya habían sido. Por más compañeros que pudiera tener durante las misiones, nunca encontró a alguien que fuera igual.

Su cabello, su físico entero, su forma de hablar y de regañarlo, la manera que tenía de hacerle saber que estaría disponible para él incluso si estaba en el hospital a punto de morirse. Todo de él era tan perfecto que parecía un sueño.

Y ciertamente él era un sueño, el chico más precioso que había visto en toda su vida.

Pero claro, tenía que esconderlo de Mori desde el primer día que le asignaron el caso de las Ovejas. Y no es que fuera un posesivo inseguro que no se sentía digno de alguien como Chuuya... no, para nada.

No es la razón por la cual terminaron rompiendo lazos y esa extraña forma de amarse que tenían siendo adolescentes... no, claro que no.

Pero es que verlo sonreír era como ver a un ángel, el más hermoso pelirrojo y enano gruñón que sus ojos habían tenido el placer de presenciar. ¿Cómo permitirse seguir siendo un espectador de su belleza siendo él lo que era?

¿Por qué específicamente Chuuya, la personificación literal de un Dios, querría estar con un idiota suicida sin sueños ni metas en la vida? ¿Cuál era el propósito de su conexión si sus pensamientos no encontraban la misma sintonía que sus sentimientos?

Chuuya lo era todo, y él era nada. Aunque, tal vez si él fuera un poco mejor... un poco más de lo que se podría esperar de un novio o un simple compañero de trabajo... tal vez podría merecerse un poco más de su atención.

Tal vez, y sólo tal vez...

El pelirrojo notó su mirada perdida luego de salir de comer, apenas tocó su plato aunque viera en sus ojos que realmente se le antojaba ese postre. Suspiró poniendo una mano en su hombro, apretando levemente.

— ¿Qué te pasa ahora?– preguntó finalmente — No eres de los que se quedan callados tanto tiempo... algo te pasa y no quieres decirlo

— No es nada, pero...– hizo una pausa para repetir su explicación en su cabeza para verificar que no sonara tan estúpido — B-Bueno... Chuuya...

— ¿Si?– quiso indagar, le guió hasta la orilla de la vereda para evitar que quisiera escapar de alguna forma

— ¿Tú crees que... soy digno de que me amen?

La mano de Chuuya sobre su hombro se volvió un poco floja, su agarre no era tan rígido como lo fue antes. Simplemente se deslizó por su brazo completo hasta llegar a sus dedos, tomó la palma de su mano con suavidad.

La levantó a una altura donde ambos pudieran ver las líneas sobre ella, algo impredecible a los ojos de Dazai que muy apenas se recuperaba de haber cuestionado algo tan tonto.

— Mmmh... hmp hmp hmp...– emitió Chuuya repasando con su índice las líneas — Esto es muy raro

— ¿E-Eh? ¿Q-Qué cosa?– interrogó alejando su mano por inercia, el más bajito la retuvo — A-Ah... oye...

— No veo...

— ¿No ves qué?

— No veo ninguna línea que diga que eres indigno de recibir amor– dijo tomando sus dos manos ahora — Pero, tu línea del amor está hacia arriba en la mano izquierda y hacia abajo en la derecha

— ¿Te volviste a meter en una secta?– le recriminó avergonzado, Chuuya estaba muy enforcado en sus manos y de milagro no había visto sus mejillas ardiendo de vergüenza — M-Me refería a que...

Dazai Osamu quiere dejar de ser soltero // BSDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora