Ocho

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No sólo los adultos tenían derecho a experimentar un bonito día de los enamorados, porque el amor es joven, o viejo, o asesino, o de esos que te arrancan una pierna y te roban el corazón a primera vista.

Nada había sido un error realmente, fue más un pequeño impulso de idiotez que se le ocurrió estando ligeramente borracho junto a su jefe. Y, en parte también porque Gin le consideraba un cobarde.

Cayó primero en sus encantos, eso de "estar en la luz" fue tan llamativo para sus sentimientos que no pudo evitar quedar cautivado. Su simple mirada cuando tenían misiones en conjunto era todo lo que necesitaba para que su día se alegrara automáticamente.

Por más tiempo que pasara o por más discusiones que tuvieran, sentía que pertenecía a su lado. Así como las estrellas le pertenecen a la noche, el agua al océano, la sangre a las venas dentro de su cuerpo, el brillo al oro. Él era parte de su corazón ahora.

Pero, ¿cómo decirlo sin que sonara estúpido? Sencillamente era un baile incontrolable de los latidos de su corazón, era ridículo querer controlar el tambor dentro suyo que delataba lo emocionado que se encontraba de sólo verle.

Aún así, pensaba que no era merecedor de un rayo de sol como él. Porque podía entender lo que tenía de especial, pero no lo que veía de especial en sí mismo. ¿Qué sería lo llamativo en su persona?

Un perro cualquiera de las calles proveniente de los barrios bajos, cubierto en penumbra y soledad, con un carácter que pondría de los nervios a cualquiera y un peligro andante que adechaba a todo aquel que pudiese ser una amenaza. Entonces, no tenía propósito.

Sin embargo, ¿por qué no intentarlo? ¿Qué podría perder con ello? Sería anónimo de todos modos, ¿no?

Esa tarde duró horas y horas en el centro comercial, de un lado a otro viendo los diseños de diferentes artículos, porque el precio le daba completamente igual. Así fuera de un millón o de apenas un par de monedas, lo que contaba era el sentimiento.

O eso dijo el payaso del bar, quien ahogaba sus penas junto a Chuuya y se ponía de acuerdo con una jugada bastante extraña que no alcanzaba a entender muy bien.

Pero tenía razón en algo, y es que, lo que permanece mucho tiempo en silencio termina siendo apagado por su propio corazón. Y no quería que se apagara, la flama de su sentir apenas había sido reanimada. No soportaría que volviera a apagarse.

Entonces no se rindió, entre diversas confusiones por lo que debería o no llevar, consiguió con mucho esfuerzo hacer que todo quedara perfectamente acomodado en la puerta de su casa.

Si pudiera conseguirle un lugar más adecuado para dormir sin que se viera demasiado obvio, lo hubiera hecho sin dudarlo. Es que se merecía el sol, la luna y el mar enteros, ¿cómo dejarlo así sin más?

Era un amor de persona, alguien a quien fácilmente podrías adorar tan sólo con verlo un par de segundos, hablar con él era un sueño hecho realidad, y su risa... dioses, era tan hermoso ese sonido. Jamás pensó que el amor fuera algo dirigido hacia él, pero ahora creía que tal vez podría tener una oportunidad.

Una sola vez, era lo único que necesitaba.

Le perdió el rastro a Chuuya luego de que ambos se coordinaran para dejar los regalos en sus puertas, luego le llegó un audio de voz de aproximadamente unos 15 minutos. El pelirrojo le gritaba y le explicaba con mucha emoción lo que acababa de suceder.

Sonrió para sus adentros, suspirando cansado mientras se dejaba caer en su cama. Un día tan agotador y a su vez emocionante, San Valentín podía llegar a ser una fecha llena de altibajos.

Más pronto que tarde y apenas querer cerrar los ojos para descansar un poco, el timbre de la puerta resonó en sus oídos. Gruñó levemente, pero de todos modos quiso bajar y atenter.

Dazai Osamu quiere dejar de ser soltero // BSDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora