Siete

924 138 93
                                    

Aunque Chuuya y Dazai eran los acaramelados de ayer, eso no quitaba el hecho de que una mente astuta se encontrara detrás de todo este embrollo amoroso.

¡Ay, San Valentín! Qué hermoso día para despertar con el cabello más enredado que había tenido en sus últimos años y las ojeras más notables que había presenciado después de las de Fyodor. ¡Pero qué lindo día tan bello y dulce, no podía desperdiciar su oportunidad de hoy!

Ya le había hecho un favor, seguramente sabría reconocer su esfuerzo y darle aunque sea un pequeño premio por ahorrarle el trabajo.

Porque, bueno, la mayoría de las cosas se dieron de manera natural. Y por natural quiere decir que estuvo a escondidas de su jefe hablando con un ejecutivo demasiado penoso que no se atrevía a enviarle flores a su amado suicida mientras se lamentaba entre tragos de amargo licor.

Se compadeció de su pobre alma, él también querría que un joven y apuesto chico bondadoso se apiadara de su corazoncito roto. Aunque era roto a medias, según él lo veía.

Pensar en alguien 7 años seguidos aún cuando no sabías si seguía con vida al menos, era un poco raro hasta para él. Pero, si ese amor imposible llegara a ser cierto ruso, pues esperaría mil años de ser necesario.

Afortunadamente no era su caso y sólo tuvo que permanecer con un perfil bajo durante unas semanas, porque necesitaba también de la ayuda de ese pelirrojo alcohólico.

Un corazón y otro ayudándose mutuamente, ¿qué eran los amigos si no te ayudaban a mandar un arreglo floral por ti?

Además, no hizo uno, ¡fueron dos!

El primero por hacerle el favor a Fyodor, el segundo porque Nakahara se lo había pedido y a cambio le ayudaría del mismo modo.

Entonces, al dar vuelta en el pasillo y ver que el ruso estaba estupefacto viendo las flores en su escritorio, decidió que era buen momento para ir por cigarros.

Iría a alguna tienda... la de la esquina, la de la calle de al frente, la del centro de la ciudad, la de Madrid... quien sabe, pero todas eran buenas opciones.

Orquídeas, gardenias, una única magnolia y un par de acacias que aromatizaban todo con un aroma bastante agradable, ni muy empalagoso ni muy ácido. Las acacias eran de un amor secreto, gardenias blancas que eran de pureza y profundo amor, magnolia representando su fidelidad y respeto, y las orquídeas siendo símbolo de los múltiples entendimientos que tenía su amor.

Era un cursi, tenía que admitirlo. Pero deseaba lo mejor posible para su querido ruso.

No iba a admitir que se quedó leyendo horas y horas en la noche para comprender el significado de cada una, tanto para las flores de Fyodor por parte suya, como para las de Dazai que se supone iban de parte del mismo Fyodor.

Fue sumamente extraño saber sobre ello, pero también le hizo sentirse atacado de manera personal. ¿Quién se atrevería a proponerle algo tan indecente a Fyodor como lo era una relación de mentira?

Claro, tenía que ser Dazai Osamu.

Es por ello que decidió sacarlo del mapa más pronto que tarde, entre más confusión le generara, más rápido se iría con el chico pelirrojo y dejaría en paz lo que quería suyo.

Orgulloso de su trabajo, avanzó a pasos cautelosos hasta la oficina de Fyodor. Lentamente esperando ver su reacción de sorpresa o inclusive sus mejillas rojas de vergüenza, cualquier cosa y expresión era válida tratándose de él.

Aunque no se esperaba esa mirada recriminante.

— ¿Por qué?– interrogó rápidamente el pelinegro teniendo sus brazos cruzados al frente — Dame 2 buenas razones

Dazai Osamu quiere dejar de ser soltero // BSDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora