La Profecía de la Constelación Corazón dice que Xie Lian y Jun Wu están destinados a enamorarse. El destino los reunirá en un puente, ¿pero logrará unirlos?
Presente: La Capital Celestial está vacía, ¿qué sucedió con los dioses?
Pasado: Xie Lian es...
—Eres tú, mi persona amada— se alegró Bai WuXiang.
—No...no, ¡no, NO! ¡No soy yo, te equivocas!
—No deberías gritarle a tu futuro esposo.
Xie Lian se asqueó.
—No tengo tiempo para tonterías. Yo he venido a buscar a alguien también y con seguridad no eres tú.
—¿A quién?
—Busco al responsable de liberar al fantasma que devoraba a las personas que cruzaban este puente.
—Ah, yo lo conozco— se acercó aún más.
El pequeño niño lo amenazó con la punta de la espada. Xie Lian le quitó la espada y la empuño.
—Tú también eres uno de sus demonios— acusó.
—... ¿Qué piensas hacer cuando encuentres al responsable? — su tono cambió a sombrío.
La conversación se tornó escalofriante.
—... ¿Vas a matarlo?
A Xie Lian le molestó que mal interpretaran su buena voluntad.
—Todo lo contrario, pienso salvarlo.
—¿Salvarlo? — se sorprendió.
—El fantasma que derroté era una masa de energías peligrosas nacidas de un sufrimiento inimaginable. Lo natural sería destruir su fuente, pero yo quiero salvarlo para que no sufra más. Si tú sabes cómo puedo encontrarlo, dímelo.
El hombre de blanco quedó mudo, tiempo después empezó a reír. Se llevó una mano a donde debería estar su frente.
—Puedo llevarte— desprendió su mano de la máscara y apuntó su dedo hacia unas lejanas montañas—. Atrás de esas montañas sobresale otra, ¿la ves? Es allí.
Las montañas se difuminaban por la lejanía, Xie Lian entrecerró los ojos y naturalmente pensó que le estaban jugando una broma; sin embargo, no tenía otra opción.
—Iré contigo.
El demonio frotó sus manos con gran alegría.
—Bien, muy bien, Alteza.
Xie Lian sintió un tirón en su ropa, era el pequeño niño. Le sonrió y acarició su cabeza
—No vayas con él— el niño estaba preocupado.
El príncipe se agachó a su altura y le puso ambas manos en los hombros.
—No podrá hacerme daño— le susurró con cariño—. Volveré, te lo prometo.
